Papel de Arbol

domingo, 21 de abril de 2013

LA IGLESIA DESDE AMERICA LATINA. Especial de Cambio16, Madrid




Jorge Zavaleta Alegre
El papa Francisco ha  inaugurado su pontificado,  convocando a los líderes religiosos de las otras iglesias cristianas y no cristianas a proseguir el diálogo ecuménico, que propicia  el Concilio Vaticano II, movimiento en busca de  la unidad y  que celebra sus cincuenta años desde el 2012 al 2015.
Tal convocatoria incluyó a los judíos y a los musulmanes. La Organización de la Cooperación Islámica y el Centro Al Azhar de El Cairo, han renovando formalmente el llamado a una reconciliación histórica entre el islam y la cristiandad.  

Igualmente, la iglesia evangélica, tan vigente en  EEUU y América Latina. El presidente Obama ha denominado al nuevo Papa “un defensor de los pobres y de los más vulnerables entre nosotros”.
Jorge Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires, se nutrió de una mesa de diálogo interreligioso. Todos los años participaba del encuentro entre los católicos carismáticos y evangélicos. Solía decir que "para ser católico, hay que ser antes un buen judío".
La corriente del neo paganismo también ha dejado una importante estela en  Latinoamérica. Hay   grupos que practican ritos de religiones  que recrean o reviven creencias y prácticas generalmente pre-cristianas, como la brujería neo pagana, la ouija, el ásatru, el candomblé, la religión de Sant Daime, la religión de María Lionza, el vudú, y la religión orisha y la santería, especialmente en el Caribe.
La unidad que plantea el papa Francisco, en opinión de los seguidores de la Teología de la Liberación, supone incidir en el respaldo e integración de  los sectores  más vulnerables, que  siguen siendo  víctimas de la violencia política, económica  y social, como ocurre hoy, incluso, en la Europa moderna.
En 1980 ocurrió el asesinato del obispo Oscar A. Romero en el Salvador. En Nicaragua, el sacerdote Ernesto Cardenal participaba activamente en la revolución sandinista. En 1994 en Chiapas, México, la iglesia apoyó a los indígenas insurgentes. 
Para Matthías Preiswerk, la educación teológica se encuentra en crisis. Lo afirma  en Contrato Intercultural, 2011, revista editada en la Universidad Carlos III de Madrid, La Paz, Quito, Sao Leopoldo y San José de Costa Rica: “En las iglesias más históricas  se ha elitizado o clericalizado. En las  emergentes se limita a entrenar a los suyos, están menos preparadas para teorizar, y al mismo tiempo se está produciendo un llamativo  crecimiento en el número de miembros adherentes”.
Junto con otros filósofos  afirma categóricamente que la interculturalidad es el “método para la refundación  de la educación  teológica en el actual protagonismo  de la diversidad”.
El Concilio de los medios de comunicación  aparece con toda su fuerza espiritual. Una diversidad de mensajes  circulan entre los jóvenes interesados en alentar  la  fraternidad, como un desafío de los tiempos actuales. Páginas, en el Perú es un vocero del Centro de Estudios y Publicaciones  - Gráfica Ava (su edición bimensual 229),  invita a la reflexión, señalando que “la enseñanza de la teología  sigue siendo mono cultural y aún, muchas veces casi colonial y que tampoco entra en diálogo con los movimientos sociales”:
Rolando Ames Cobián, miembro de la Comisión  de la Verdad y la Reconciliación del Perú, ex senador de la República, considera que un rasgo típico de la época actual es la ruptura entre los jóvenes, inclusive de los reflexivos, y la sociedad exterior a su familia y a sus amigos.
Cita varios ejemplos: El creciente malestar ético  de los indignados en el Norte ante la pésima distribución  de los costos de la crisis mundial, entre los  ejecutivos de bancos responsables y la gente de a pie.
En Chile, grandes movilizaciones de los jóvenes, cuestionan la educación privada y reclaman más recursos del Estado.
En Perú empieza a ser intenso el despertar del rechazo juvenil a la discriminación, entre otras, la racista. La corrupción pública y privada, otro mal profundo, ha generado movilizaciones  juveniles masivas, en más de un país de la región.
La valoración del pluralismo cultural y del apoyo a los desfavorecidos ha aumentado estos años, después de una larga pasividad conservadora que parecía mayoritaria. El camino es germinal  para consolidar  las redes sociales. Pero si estas conductas emergentes no  aumentan y persisten  las tendencias  a la desigualdad, el malestar ante la ausencia de calidad de la vida no disminuirá.
Por cierto, no es factible comparar la década de los sesenta, marcada colectivamente por la justicia social que por la libertad personal. La democracia va siendo planteada más allá de la mera representación pública de una persona o de un partido.
Javier Iguíñez, desde la misma tribuna, presenta a Denis Gaulet, Sudhir Anand y Amartya Sen, para afirmar que “el referente fundamental es la comprensión del desarrollo  humano y la de éste como expansión  de la libertad  humana y no como aumento de la cantidad de cosas producidas per cápita”.
Desde San Salvador, la población  exige  la santificación del monseñor Oscar Romero, cuya muerte de monseñor Romero   marcó el preludio del conflicto armado en su país, que se extendió hasta 1992, dejó más de 75 mil muertos y masivas violaciones a los derechos humanos. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) resolvió en abril de 2000 que el Estado salvadoreño era responsable por haber violado el derecho a la vida en contra de este sacerdote, por faltar a su deber de  investigar el crimen en forma diligente y eficaz.
La  Teología de la Liberación, una corriente teológica que nació tras el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín, Colombia, 1968, fortalece la propuesta de unificar la Iglesia. Sus principales representantes  son los sacerdotes Gustavo Gutiérrez Merino, Perú.  Leonardo Boff, Brasil. Camilo Torres Restrepo, Colombia.  Manuel Pérez Martínez, España. Óscar Romero, El Salvador. Y Juan Luis Segundo, Uruguay.
Una mirada serena permite concluir que la ciudadanía religiosa en América Latina no está plenamente democratizada. La libertad creciente de los grupos religiosos no se traduce en la igualdad ante la ley. La educación en todos los niveles, la asistencia social (Beneficencias Públicas, asilos de ancianos y centros de atención del menor, financieras - cajas municipales),  en su mayoría, son actividades que la iglesia del Vaticano  mantiene su representatividad, y el Estado es inclusive con ella, permeable en la supervisión. En tanto, las comunidades  evangélicas, que alientan el diezmo de cada feligrés para su Iglesia, no logran que  sus pastores, diáconos o ministros, gocen de la protección formal de sus instituciones y   terminan excluidos en su adultez mayor.  
La unidad de las religiones en cada país de América Latina, como se señalan diversos noticieros de la prensa libre,  supone la atención principal de los más desposeídos, incluyendo a las parroquias, donde sus sacerdotes viven de la misericordia local, porque el poder central de  la Iglesia, está muy cerca de las empresas interesadas en los recursos naturales, sin la mínima responsabilidad social para los más desposeídos. 

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