Papel de Arbol

jueves, 4 de julio de 2019

Buques en la Cordillera Blanca por David Flores Vásquez

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BUQUES LA FIESTA DE SANTA ISABEL.

David Flores Vásquez*

Si empezamos a decir, amigo lector, que Huaylas es un hermoso pueblo de la sierra de Ancash, (Perú),  recostado en la Codillera Negra del famoso Callejón al que da su nombre, que no tiene río, lagos ni menos un mar, pero que sí tiene buques,  de seguro se interesará usted por conocer este relato y quizá el pueblo mismo lo que le resultará gratificante pues, valgan verdades,  tiene paisajes sin par.

En efecto, hay un día del año en que en Huaylas salen a “navegar” unos hermosos “buques” o “barcos” sobre un “mar” de alegres parejas que danzando inician la peculiar fiesta en honor de Santa Isabel, Patrona de las Cosechas. Cada barrio de la ciudad saca el suyo al son de bandas de músicos.

Quiero mencionar antes que, en Huaylas, se  venera a Santa Isabel, que aparece abrazada con su prima la Virgen María, en el momento bíblico de la Visitación, cuando anunciada María por el ángel del Señor que iba a tener un hijo se va a las montañas de Judá a visitar a su prima Isabel que ya tenía el sexto mes de embarazo, pese a su avanzada edad, “porque para Dios no hay imposibles”.

Las hermosas imágenes de las primas abrazadas aparecen en una sola pena que, según los entendidos, es caso de excepción en la iconografía. Quizá por eso mismo, hay tanta peculiaridad en la famosa fiesta que, con riego de resentir a la Patrona del pueblo, la Virgen de la Asunción,  es más solemne y concurrida. En fin la Virgen aparece en las dos fechas,  lo que  es buen argumento para descartar celos y preocupaciones.  

Huaylas es tierra de Inés Huaylas Ñusta, la mujer de don Francisco Pizarro, la primera mujer que habitó el apetecido palacio de la Higuereta en Lima, (hoy Palacio e Gobierno), que le dio dos hijos al conquistador: Doña Francisca y don Gonzalo. Acaso esa tierra tuvo para el extremeño atractivos especiales pues reservó para sí la encomienda de Huaylas y quizá, como lejano anuncio del ferviente catolicismo de los huaylinos, al pisar su suelo por primera vez, en su campaña de Cajamarca al Cusco, ordenó celebrar allí la primera misa un 31 de agosto de 1533 en el lugar denominado desde entonces  “Oratorio”, que aún existe, y en donde se entronizará una réplica de la Cruz de la Conquista con la que los españoles pasaron por allí y llegaron al Cusco y hoy  se venera en la Iglesia del Triunfo de la ciudad imperial.

La fiesta de Santa Isabel que se desarrolla entre el 6 y el  9 de julio es muy concurrida y congrega a los huaylinos que viajan desde distantes lugares, incluso desde el extranjero. Lo que más la caracteriza son los conjuntos de disfrazados, los famosos “pashas” de cada barrio,  que con hermosas caretas y elegantes capas multicolores, chasquean con toda pericia sus látigos o “tronadores” causando estruendo que repite el eco de los cerros. Si se toma en cuenta que salen a danzar cientos de disfrazados al son de numerosas bandas de músicos, se podrá imaginar el alboroto que causan y que solo se silencia el día ocho de julio, en la tarde, cuando imponente sale de la Iglesia la procesión de las primas abrazadas sobre un mar de cabezas descubiertas en actitud reverente.  

Ahora, volvamos a los “buques” de nuestro relato. ¿Qué tienen que ver ellos en Huaylas en una fiesta religiosa?. Añadamos que no se concibe la fiesta de Santa Isabel sin el “rompe” del día 6, en que en la noche,  salen los “buques” en hombros de sufridos cargadores que, por cierto,  se dan valor con buenas copas de pisco. El barco lleva un marinero, ágil trapecista de cuerdas y velas que otea  el horizonte con su “larga vista”; entre tanto la “chimenea” artificialmente alimentada, invita a imaginar  la marcha forzada de las máquinas del “buque”.
Hay consenso en que esta curiosa costumbre se remonta a la época de  la guerra con Chile, en 1879,  en recuerdo de la victoria de la armada peruana sobre la enemiga el 21 de mayo,  en Iquique. Todo indica que esa feliz noticia, en época en que no existía la comunicación actual,  llegó a Huaylas en vísperas de su famosa fiesta y que no hubo mejor manera de expresar el júbilo del pueblo  que sacando a pasear por las calles, al comienzo de la fiesta, el remedo de los buques victoriosos.

Desde entonces el “rompe” de la fiesta de Santa Isabel, se inicia con el paseo de los buques alegóricos, caso único en el Perú y el mundo. Es simplemente impensable que ello no ocurra.  En los últimos años los buques humeantes  se van transformando más en carabelas de preciosas velas.  Así empieza, año a año, una fiesta singular que conoció una vez el reconocido  Arqueólogo Federico Kauffman Doig que me dijo, cuando nos encontramos  por las alturas de  la Isla Esteves del Lago Titicaca, que la fiesta de Huaylas era mejor que el Carnaval de Río. Tan generoso calificativo, da una idea de lo que es la fiesta de Santa Isabel que congrega a propios y extraños y que siempre invita a volver a Huaylas,   ese hermoso rincón del Perú.
 
* David Flores Vásquez, abogado  egresado  de la Universidad  Católica del Perú, especialista en desarrollo social  del  Turismo, Director de La Lira  Huaylina.
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Nota  de  Edición
No son muchos los músicos, poetas  y  escritores que convierten a  su tierra en  inmensa joya que abruma a cualquiera. Cuentan  paisajes de ensueño que juegan un papel muy importante en sus vidas y en  la de  muchos que caminan en  forzada soledad. Los músicos  de la  Lira  Huaylina, constituyen una lección que aprender  y premiar.
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