Papel de Arbol

lunes, 24 de marzo de 2014

De Pacaritambo al Rio Bravo: ¿Un camino sin retorno?


Jorge Zavaleta Alegre
Los más lúcidos teóricos y  líderes  políticos de América Latina coinciden que  el desarrollo debe girar alrededor del bienestar de las personas, más que en el crecimiento económico. Es ineludible invertir en salud, educación y productividad de la gente para mejorar el desarrollo de los países. El problema de cómo aumentar la productividad de los países es en realidad un problema de desarrollo en sí mismo. Veamos, por ejemplo,  la realidad  rural y la explosiva migración interna de las dos  últimas  décadas del Perú  actual:  

Pacaritambo es un lugar esencial en la historia de  América Latina. Este pequeño distrito cusqueño, en la provincia de Paruro, en el macizo de los Andes,  es la cuna  donde, según una leyenda, los ocho hermanos Ayar  fundaron  el Imperio de los Incas, por encargo de  su  Dios  Sol*.

En el siglo XXI,  ese referente  ha sido olvidado por la Arqueología  y el Estado, no obstante que la teoría y la praxis de la  descentralización económica aconsejan dar prioridad al desarrollo rural y local, para lograr  una población saludable y con educación de calidad.

En Pacaritambo,  dos tercios de los dos mil quinientos habitantes, son de la tercera edad, y  el resto   niños y niñas. Los adolescentes y  jóvenes  dejan  sus hogares, huyendo de la pobreza, con la promesa de retornar en cuanto puedan.

Muy cerca de Pacaritambo  está  Wancaspata,   sede de una de las   ferias agropecuarias más concurridas, comparable  al juego de la oferta y demanda  de un Wall Street, en   la gran manzana neoyorkina.  Asistían  ganaderos del altiplano peruano-boliviano, para vender y comprar  vacunos y ovejas, inclusive animales menores y aves de corral.  Es un mercado especializado en las prácticas de engorde del ganado, con el uso de pastizales  naturales (ichu) y cultivados con los cursos de aguas que bajan  de las montañas.

Esas ferias siempre  catalizadores de la agricultura y la ganadería como fuentes de vida y  de relativa estabilidad social. Desde hace dos décadas estas ferias han distorsionado sus fines principales.  Actualmente ofrecen  productos, casi en su totalidad, de origen externo, que ingresan, sin control alguno,  por la frontera sur. El contrabando de prendas de vestir, alimentos envasados, licores, perfumes y cigarrillos, artefactos eléctricos ha quebrantado la economía del autoconsumo, la destreza en la producción de variada  artesanía con fibra de los camélidos americanos (alpaca y  vicuña), la orfebrería  de plata y  oro,  y sobre todo su  cultural tradicional, empezando por sus  festividades mágico religiosas.

LOS CONDORES Y LA DIASPORA
Una cruzada internacional. En “Paccarectambo”,  en el 2006 se inició un proyecto para  promover la  crianza del Cóndor, como una alternativa  para repoblar con esta especie tan valiosa en  la agricultura y la vida campesina. Se inició con la Cooperación de Italia y la Fundación D´arrigo,  prosiguió en la región de Apurímac y en el Cañón del Colca, en Arequipa, con escasos recursos de la Universidad San Antonio del Cusco. La  presencia multisectorial es esencial para  multiplicar iniciativas de turismo ambiental, investigación, como  concibieron sus gestores.  National Geographic,  Deutsche Welle, Cambio16, en solidaridad con los promotores, también  alentaron esta filosofía.

La Fundación D´arrigo, creó una escuela  en la colaboración entusiasta del alcalde distrital, pero las demás instituciones nunca le dieron el debido respaldo, como confirman los testimonios de sus moradores.
Días atrás, conocí a un joven de Pacaratimbo, conduciendo un taxi en el laberinto del Centro Histórico de  Lima. Saturnino Ernesto   Huillca   huyó de su casa a los  10 años de edad, porque no soportó el  caminar quince kilómetros diarios para ir a la escuela, teniendo que llevar  para comer solo un pequeño atado de papa o maíz.  La idea de dejar la tierra natral nació con las primeras clases del profesor de aula,  oriundo del puerto del Callao.

Saturnino, después de su partida nunca  más supo de sus familiares hasta quince años después. Protagonista de una infinidad de peripecias comunes a la masa de  adolescentes  anónimos  que trabajan en calles y plazas, empezó otra etapa  de su vida  en la ciudad   autogestionaria Villa  El Salvador.   Después se fue a la frontera con el Ecuador, se enroló al ejército,  pasó  a Colombia,  Panamá  y  desde la costa atlántica  terminó en México, luego en  Benito Juárez. Cruzó el torrentoso  río Bravo e ingresó a  El Paso Norteamericano, empleándose en los campos de cultivo como si fuera los mismos tiempos de las uvas de la ira, como lo señala  John Steinbeck, Nobel de Literatura 1962

Su  recorrido continuó por  las costas de California y Los Angeles y se embarca al Japón, como ayudante de cocina.  En ese país, no encontró formas de subsistir, el empleo es muy difícil, imposible.
Su aventura, incluye el proyecto de retornar al Perú.  El dinero que consigue lo invierte  en un  automóvil usado. Trabaja catorce horas al día. Conoce la capital peruana  de palmo a palmo. Su secreto es cobrar lo que le ofrece el pasajero. Ha cultivado el arte de conversar. La  franqueza de sus palabras transmiten una bondad infinita y confianza en el fugaz pasajero.

Hace medio año retornó a Pacaritambo. La memoria de su familia nunca se borró. Viajó a la casa de sus padres, llevando una camioneta para que su padre y su hermano menor puedan trasportar los animales domésticos y  cosechas de la chacra familiar a la feria  dominical más cercana.
El retorno a Pacaritambo, después de recorrer mares y cielos,  debió  colmar de alegría y también inmenso  dolor a sus padres. Su hermano menor siguió el mismo camino. No se sabe dónde se encuentra. Se especula que podría haberse ido a Madre de Dios para enrolarse en la extracción del oro,  de las orillas del Tambopata.

La verdad es que el vehículo, en Pacaritambo, de poco o nada servirá a la familia  Huillca, porque el mercado de la aldea está saturado con alimentos  industriales  procesados y  traídos de otros lugares.
La radio es un medio que podría ayudar a ubicar al hermano. Le  pido algunos datos. En medio del bullicio  de la calle,  agradece la sugerencia y la posibilidad de ayuda, pero cuando le solicito su correo, su silencio y respuesta le brota del fondo de su  ser: “No sé leer, no sé escribir”.   


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MITOS
Uno de los mitos más difundidos sobre el origen del Imperio de los Incas por Garcilaso de la Vega es el  de Manco Capac y Mama Ocllo, que salieron del Lago Titiica  y el de los hermanos Ayar, recogida por cronistas como Juan de Betanzanos, Pedro Cieza de León, Felipe Guaman Poma, Juan Santa Cruz Pachacuti y Pedro Sarmiento de Gamboa, según María Rostworowski.
El mito se inicia a seis leguas de Cusco, en el cerro Tampatoco, cerca de Pacarictambo, nombre quechua que significa “posada de la producción” o “posada del amanecer”.  Este cerro tenía tres cuevas o ventanas llamadas Maras Toco, Sutic Toco y Capac Toco, de las cuales,   como lo indica la tradición oral,  aparecieron de forma espontánea los grupos étnicos Maras, Tampus y Ayar.
Los hermanos Ayar eran ocho, cuatro hombre y cuatro mujeres, llamándose los primeros Ayar Uchu, Ayar Manco, Ayar Cachi y Ayar Auca. De estos el nombre de los tres primeros tiene relación con los alimentos comunes en la alimentación inca, pareciendo evocar un viejo culto a la tierra y sus frutos.
Ayar significa quinua silvestre, al parecer cañihua (chenopodium palladicaule aellen).  Uchu es ají (Capsicum anuum). Manco se asocia a un antiguo cereal en desuso (Bromus mango) y el de Cachi a la sal. Ayar Auca, guerreo o de la actividad guerrera. Las hermanas Ayar se llamaban Mama Ocllo, Mama Raua, Mama Ipacura y Mama Huaco, esta ultima, sería figura importante en la conquista del Cusco.
“Paccareqtambo”, hoy considerada como el Ayllu de los Tambo Tóqós, tambien se ubican es este territorio la tribu de los Chelkes que permanecieron inhabitables ante la arremetida de los Incas, Mikas y Mayumpampas.