La participación de la mujer en la política avanza en
América Latina, proceso que demuestra una mayor preocupación por la equidad del
género en el poder y una respuesta en una región donde el hombre y la mujer
están sumidos en una cultura del matriarcado y el machismo, y no perciben la
indispensable preocupación de la familia en el desarrollo integral de la
sociedad.
El Estado se entiende como una institución masculina, donde
la mayoría de los funcionarios son varones y la configuración de contratación,
manutención, control y promoción son masculinos.
La reelección de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet,
y de las gobernantes de Brasil, Argentina y Panamá merecen un mayor estudio de
la equidad del género y la fortaleza de las familias, que transcurren con
innata y mayor sensibilidad, incluyendo el respeto a las tradiciones y culturas
nativas, como sucede, por ejemplo, entre los mapuches o las poblaciones que
habitan los Andes y la Amazonía.
Acaba de realizarse en el Perú una Convención Nacional de
Familias, al cumplirse dos décadas de la correspondiente declaración por parte
de la ONU del año internacional, en la cual se debatieron los alcances del Plan
de Apoyo a la Familia y Fortalecimiento de la Familia, según Ley Nº 28542, que
comprometen la acción del Estado a orientar, apoyar y asistir a las familias,
con prioridad a las que sufren pobreza y pobreza extrema.
Uno de los principales expositores del foro fue Alexis
Valenzuela Mayorga, investigador en masculinidades, docente de la Universidad
Central de Chile y director de la ONG Hombres Libres y Familia. Su exposición
captó la mayor atención del público al abordar las conductas de los hombres
imputados por violencia familiar.
En América Latina, esta forma de atención a la conducta del
hombre no se ha dado aún. En Chile, las políticas públicas en favor de las
víctimas de violencia y la creación de un ministerio demuestran que “si
reeducamos a los hombres en una masculinidad sensible no violenta, incide en la
calidad de vida de la mujer y de los hijos”.
No sucede este avance si solo se interviene a la mujer
víctima, revela un estudio del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) chileno,
país en el cual el 64% de las mujeres atendidas en sus propios centros desean
volver con su pareja-agresor. Los hombres no siempre acceden a dichos programas
por autoexclusión, pues son esclavos de un concepto errado de hombre,
hegemónico o machista, careciendo de un referente que les permita un cambio.
Publicado: 20/05/2014