Papel de Arbol

sábado, 18 de mayo de 2019

El "ni-ni" de Cristina según Tandil news

El “ni-ni” de Cristina
El mundo va cambiando, las tecnologías y los cambios culturales entre otros factores vinieron a reivindicar el rol primordial de la democracia: los votos son de la gente.
Se va dejando de lado a la soberbia, a los absolutos que pretenden ser inflexibles ante las diferencias. Los votos advierten que ya no son de un mesías, de un político en particular. Los votos van y vienen en base a las acciones que toma un dirigente.
Cristina Fernandez de Kirchner pretende volver a esa convergencia que construyó Nestor Kirchner para gobernar. Y ese pragmatismo solo puede darse al salir, aunque sea en lo discursivo, de ese peldaño de rigidez intelectual. El “vamos por todo”, el “Cristina capitana” y demás frases que auguraban la eternidad de una figura dominante, fueron sepultados por la crueldad de la realidad, que advertía el rechazo generalizado de una figura política que no pudo mantenerse en la cabecera de un movimiento político.
Un sábado de mucha lluvia, de cielos grises y una mañana de descanso fue el panorama para la noticia política más importante del año, y quizás, de los últimos tiempos. Cristina se baja pero no se baja, se encuentra en un limbo, en un interludio entre el destierro y la gloria. Porque todavía debe existir en su ser un resabio de egocentrismo intelectual al creer que los votos les pertenece, pero también con una humildad de ceder el primer lugar.
Cristina sorprende al país con su elección porque no eligió a un fanático, a un chico de La Campora. Eligió a Alberto Fernández, un dirigente que durante todo el mandato de CFK fue haciendo visitas guiadas a todas las oficinas opositoras. Pero en la redención de las afueras del poder, se encontró la paz. Una paz que viene a reafirmar la conducción de Nestor Kirchner. A encontrar en Alberto Fernandez, ese peronista pragmático que alguna vez fue Jefe de Gabinete de su amado esposo y que representa esa complementación entre lo viejo y lo nuevo hacia dentro del seno justicialista.
Con el avance de Schiaretti y de los dirigentes peronistas que no logran crecer en las encuestas, CFK intentará conducir la Unidad Justicialista. Ella pone a Alberto Fernandez, ella elige ser vicepresidenta, ella se queda en la aduana permitiendo la entrada o salida de dirigentes, ella es la que decide los caminos del justicialismo y ella decidirá si la lista presentada será efectiva o se armará una nueva. En definitiva, CFK está peleando para no perder su influencia en la política más que en querer vencer a un gobierno “neoliberal”. Sigue siendo Ella.
Todavía es muy temprano, quedan muchos interrogantes abiertos para resolver. Encuestas de todo tipo comenzarán a medir este escenario nuevo y sin dudas, entretenido para los que disfrutamos de la política. Quizás el interrogante que más me desvela en estas primeras horas, es saber si este renunciamiento que no es renuncia, significará poder quitar de lado el miedo a volver al pasado para la formula kirchnerista… ¿la sociedad observará la lista Fernandez-Fernandez como la vuelta al pasado? ¿Seguirá vigente, menguará o aumentará el rechazo a esa década perdida?
Todavía no tenemos ninguna respuesta a este nuevo escenario. Permitanme desconfiar y relativizar esta noticia. Al estar en la lista, al ser ella la segunda y no haber elegido irse a vivir a Santa Cruz, el escenario sigue relativamente igual. Si ella se hubiera bajado verdaderamente, el escenario hubiera sido disruptivo. Pero con ese ni-ni, todo seguirá en el mismo sendero. O por lo menos yo lo veo así…. me preocupa más sus ideas que quiere implementar en caso de ganar. Como hacer un nuevo “contrato social” para reafirmar en grado constitucional todos los vicios que generaron en la economía durante estos años. Creo que en el campo de las ideas, se debería encontrar el esfuerzo de todos para tomar conciencia de lo que significaría volver al pasado.
. Cristina Fernandez de Kirchner pretende volver...

Ficha no técnica, escribe Jorge Zavaleta Balarezo

Lienzo de July Balarezo*,Taller Mestres Villanova i La Geltru-Barcelona-Lima

 Jorge Zavaleta Balarezo

Y estaba allí, dos carpetas más adelante, dos gradas abajo, de espaldas a ti, a nosotros, claro; la ligera intelectual de siempre, con sus círculos de vidrio igual como cuando la conociste (tú a ella —se supone no ella a ti—), con los anteojos redondos y la piel morena a propósito, la espalda oculta por una casaca negra de cuero que alguno de sus padres, o los dos, le habían traído de un viaje no tan fugaz pero sí —como era su costumbre— (y esto también te gusta suponerlo) derrochador. 

Giraba de vez en cuando a obsequiar cigarrillos a sus amigos, que no eran míseros pero querían parecerlo, y se esforzaban en ello, y que se sentaban un poco atrás, un poquito no más, según propio testimonio, para poder hacer más bulla en clase, gratuita contribución. Y ella, tan intelectual, contemplaba el salón helado, abarrotado y aburrido, y cada cigarrillo —caros filtros provenientes de algún ilusorio paraje inalcanzable— cruzando sus labios, le recordaba aquel inmenso placer erótico-sexual que nunca tenía por qué ser prohibido, y menos un problema, tampoco practicado con tanta frecuencia y entusiasmo, capaces de comprometerla, como en la realidad —la vida es así— pensaba hacerlo.

La clase recién comenzaba a las cuatro. Tenías tiempo para asomarte al balcón del segundo piso y divisar no tan inocentes extremidades metidas en elásticos pantalones, apresuradas, encontrándose con otras análogas; o rostros nerviosos, ansiando rendir exámenes orales o buscar libros en una biblioteca que cada día recibía un público ávido, solidario, que se aferraba a ella. La clase era de números, a las cuatro, números que odiabas y que se superponían y encabalgaban en el pizarrón verde (todavía estoy seguro del color) mientras tus bostezos, largos e insistentes, no lograban acortar un tiempo del cual costaba trabajo siquiera tomar prestado un pedazo, aunque, por fin te diste cuenta, si te animabas lo podías manejar a tu modo. Y te animaste. 

Caminas cerca al estacionamiento y ves bajar de un auto (un incierto compañero de ruta lo había denominado colosal) a una muchacha de rulos y minifalda, una reducida —o habría que decir mutilada— falda de jean. Y pensaste en hablarle, confesarle los motivos de tus paseos universitarios —si decías académicos se podría distanciar mucho más rápido— que ocultaban, serías franco, tus verdaderas inquietudes. Y soñarías un punto a favor. Mas tus nervios y tu garganta anudada, bien anudada, impidieron tus primeros pasos, y ella ya ingresaba a la Facultad, luego subiría al segundo piso, a una clase humanística, y un par de horas después saldría radiante y acompañada. Para entonces, las dos cosas serían un recuerdo: ella y tus intentos. Bueno, no la conoces, a veces ella también podría tan sólo un objeto, ¿un juguete? No, no eras tan perverso. Y tus números ya estarían bien aprehendidos, tú fortalecido, y las ideas flotando, ansiosas de estallar.

En el bus viste el beso. Se estrecharon, primero. Parecía que con pasión. Ella le puso los brazos sobre los hombros y él, feliz. La suerte de algunos, decía tu amigo. Tú sólo imaginabas un retrato, para enmarcarlo. Antes, en el paradero, la gente colmaba los espacios y apenas podía avanzar. La chica de chompa roja, que no era la misma romántica del bus, parecía morirse de frío, a pesar de la prenda gruesa. A tu amigo lo verías luego y conversarías sobre ella, cotejarías. Y comentarías los hechos pero no, nunca así, deportivamente. La chica se recostaba contra el poste delgado de fierro que arriba llevaba un letrero: PARE (ya habían nacionalizado el STOP, para nostalgia de muchos adictos). Esperaría algún auto con chofer que la trasladaría lejos, quizá a una de esas apartadas congregaciones de todo lo que se conoce por ciudad. Su rostro, lo pensabas. Sus caderas se habían grabado en algún lugar de tu mente, tu mente que sólo se obnubilaba con ella, a la que le bastaron tres segundos, cuatro quizá, para tenerla presente. Y para olvidarla el mes que viene, o mantenerla un instante. La noche pasaba por su mejor momento: profunda, oscura e invernal, pese a las luces que pugnaban por aumentar; y la primavera era un nombre que mejor se postergaba cómoda, automáticamente. El beso en el bus, eso es lo que marcó el retorno a casa. Te hizo recordar lo que evitabas perder. Te despertó. Y evocaste cuando, en un giro de tu cabeza, ella, la de la chompa roja, ya había subido a un auto amarillo de cuatro puertas, ésos que tu padre llama de generales —no hay que ser groseros ahora— y a dónde iría realmente. Qué importa, nada importa; mañana, era seguro, la verías otra vez, no siempre desde el balcón, más probable por la tarde; sí, tendrías que quedarte, perder tu matiné, sacrificar tu cita con Marthita, disculparte. Todo para (por) verla, sentada en la banca de la Facultad, otra vez acariciando sus caderas como sólo ella, por ahora —y rogabas por la validez de tu hipótesis no matemática— lo hacía. Y pensar en el verano que venía en un par de bimestres y que ella era también fumadora, quizá empedernida, que lo hacía más por nervios que por pose; que parecía mayor de lo que era y en verdad sí tenía menos años que tú. Pensar en mañana, pero mejor —mientras fijas las miradas en curiosos rostros, viajando en el inhumano transporte público atestado— en esta noche, cuando los dediques a la chompa roja, al rostro excitable (y muy excitante) y, por supuesto, a las figuras multiplicadas, reproduciendo sus formas; y que mañana volverás por ellas —por esas formas que, deliciosas, no llegan a ser turgentes pero sí apacibles— a cualquier precio, incluso tras escribir unas líneas basadas en todo esto que te persigue —y tu duda secunda tus ojos y, claro, tu mente—, tratando de atribuirme en ellas (tú sabes que lo es) una indecente autoría.

Jorge Zavaleta Balarezo

Escritor, crítico de cine y periodista peruano (Trujillo, 1968). Es doctor (Ph.D.) en literatura latinoamericana por la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos). Además, tiene estudios de literatura, periodismo, cine, publicidad y análisis político en la Pontificia Universidad Católica de Lima (PUCP) y en el Instituto Idea, de Caracas (Venezuela). Su obra creativa incluye la novela Católicas (1998) y una colección aún inédita de cuentos. Ha publicado ensayos y reseñas en revistas académicas como Mester, Variaciones Borges, Revista Iberoamericana, Nomenclatura y Visions of Latin America. Su carrera periodística en Lima y América Latina incluye artículos en diarios, revistas y agencias de noticias como Argenpress (Argentina), Notimex (México) y DPA (Alemania). En 1998 participó en el volumen colectivo Literatura peruana hoy: crisis y creación, editado por la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania), con el ensayo “El cine en el Perú: ¿la luz al final del túnel?”. Fundador de Papel  de Arbol y Psicoanálisis Estival 68 https://letralia.com/firmas/zavaletabalarezojorge.htm


*Lienzo de July Balarezo,Taller Mestres Villanova i La Geltru-Barcelona-Lima.

 Papeldearbol@gmail.com  jorgez.1944@yahoo.es
Asociado a  Diario16, El Mercurio Digital  (España), Revista Panoramical de Milán y Tandil news de Buenos Aires.