Jorge Zavaleta Alegre.- Cambio16-Madrid.- @ jorgez1944
Las palabras de José Mujica, Presidente de Uruguay en la 68ª Asamblea General de las Naciones Unidas, el 24 de setiembre del 2013, constituye una de las piezas políticas más atractivas para la audiencia de América Latina y gran parte de otras comunidades. Según comentario de los principales medios de Montevideo, es un discurso que no será olvidado. Es una pedagogía para el oprimido.
La exposición en la ONU generó muestras de admiración y rechazo en
los lectores del Uruguay. El principal aspecto destacado es una “visión mundial”, un tratado de filosofía de vida y “una radiografía brutal de
como funciona nuestro mundo”. Las reiteradas críticas del presidente a la sociedad consumista
generaron adhesión en los comentaristas, quienes sostuvieron que “si se
siguiera el ejemplo de José Mújica, la sufrida humanidad empezaría a mejorar"
“El discurso fue excelente, pero suena a utopía”, estimaron
algunos comentaristas, en tanto otro lanzó que “no todo lo que brilla es oro”. Se tildó como “una especie de autoayuda para los progresistas del siglo XXI”, y se
rechazaron sus palabras afirmando que se
trató de “puro cliché discursivo”. Fue catalogado como “un Quijote moderno” con una visión “que muchos
aplauden, pero pocos apoyan”.
Amigos todos, soy del sur, vengo del sur. Esquina del
Atlántico y el Plata, mi país es una penillanura suave, templada, pecuaria. Su
historia de puertos, cueros, tasajo, lanas y carne tuvo décadas púrpuras de
lanzas y caballos hasta que, por fin, al arrancar el siglo XX se puso a ser
vanguardia en lo social, en el Estado y la enseñanza. Diría: la social
democracia se inventó en el Uruguay.
Durante casi 50 años el mundo nos vio como una especie de
Suiza. En realidad, en lo económico, fuimos hijuelos bastardos del imperio
británico y, cuando este sucumbió, vivimos las amargas mieles de términos de
intercambio funestos y quedamos estancados añorando el pasado; casi 50 años recordando Maracaná, nuestra hazaña
deportiva.
Hoy hemos resurgido en este mundo globalizado, tal vez,
aprendiendo de nuestro dolor. Mi historia personal: la de un muchacho —porque
alguna vez fui muchacho— que, como otros, quiso cambiar su época y su mundo
tras un sueño: el de una sociedad libertaria y sin clases. Mis errores, en
parte, son hijos de mi tiempo. Obviamente, los asumo, pero hay veces que me
grito con nostalgia: “¡Quién tuviera la fuerza de cuando éramos capaces de
abrevar tanta utopía!”.
Sin embargo, no miro hacia atrás, porque el hoy real nació en
las cenizas fértiles del ayer. Por el contrario, no vivo para cobrar cuentas o
reverberar recuerdos. Me angustia, y de qué manera, el porvenir que no veré y
por el que me comprometo. Sí es posible un mundo con una humanidad mejor, pero
tal vez, hoy, la primera tarea sea salvar la vida.
Pero soy del sur y vengo del sur a esta Asamblea. Cargo
inequívocamente con los millones de compatriotas pobres en las ciudades, en los
páramos, en las selvas, en las pampas y en los socavones de la América Latina;
patria común se está haciendo.
Cargo con las culturas originarias aplastadas, con los restos
del colonialismo en Malvinas, con bloqueos inútiles a ese caimán bajo el sol
del Caribe que se llama Cuba. Cargo con las consecuencias de la vigilancia
electrónica que no hace otra cosa que sembrar desconfianza que nos envenena
inútilmente. Cargo con una gigantesca deuda social y con la necesidad de
defender la Amazonia, los mares, nuestros grandes ríos de América. Cargo con el
deber de luchar por patria para todos y para que Colombia pueda encontrar el
camino de la paz. Y cargo con el deber de luchar por tolerancia. La tolerancia
se precisa para con aquellos que son distintos y con los que tenemos
diferencias y discrepamos. No se precisa la tolerancia para los que estamos de
acuerdo. La tolerancia es el fundamento de poder convivir en paz y entendiendo
que, en el mundo, somos diferentes.
EL DIOS MERCADO
El combate a la economía sucia, al narcotráfico, a la estafa y el fraude, a la corrupción, plagas contemporáneas prohijadas por el antivalor, ese que sostiene que somos más felices si nos enriquecemos sea como sea.
El combate a la economía sucia, al narcotráfico, a la estafa y el fraude, a la corrupción, plagas contemporáneas prohijadas por el antivalor, ese que sostiene que somos más felices si nos enriquecemos sea como sea.
Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales y ocupamos
el templo con el “dios mercado”. Él nos organiza la economía, la política, los
hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas la apariencia de
felicidad. Parecería que hemos nacido solo para consumir y consumir y, cuando
no podemos, cargamos con la frustración, la pobreza y hasta la autoexclusión.
Lo cierto, hoy, que para gastar y enterrar los detritos, en
eso que se llama la huella de carbono por la ciencia, si aspiráramos en esta
humanidad a consumir como un americano promedio, son imprescindibles tres
planetas para poder vivir. Es decir, nuestra civilización montó un desafío
mentiroso y, así como vamos, no es posible para todos colmar ese sentido de
despilfarro que se le ha dado a la vida que, en los hechos, está masificando
como cultura; nuestra época siempre dirigida por la acumulación y el mercado.
Prometemos una vida de derroche y despilfarro.
En el fondo, constituye una
cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad como futuro.
Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos
naturales, pero peor: civilización contra la libertad que supone tener tiempo
para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente: amor, amistad,
aventura, solidaridad, familia. Civilización contra el tiempo libre que no
paga, que no se compra, y que nos permite contemplar y escudriñar el escenario
de la naturaleza.
Arrasamos las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas
de cemento. Enfrentamos al sedentarismo con caminadores; al insomnio, con
pastillas; a la soledad, con electrónica ¿Es que somos felices alejados de lo
eterno humano? Cabe hacerse esta pregunta. Aturdidos, huimos de nuestra
biología que defiende la vida por la vida misma, como causa superior, y la
suplantamos por el consumismo funcional a la acumulación. La política, la
eterna madre del acontecer humano, quedó engrillada a la economía y al mercado.
De salto en salto, la política no puede más que perpetuarse y, como tal, delegó
el poder, y se entretiene aturdida luchando por el gobierno.
LA CIVILIZACION CONTRA LA LIBERTAD
Desbocada marcha la historieta humana, comprando y vendiendo todo, e innovando para poder negociar de algún modo lo que es innegociable. Hay marketing para todo: para los cementerios, el servicio fúnebre, las maternidades, marketing para padres, para madres, para abuelos y tíos, pasando por las secretarias, los autos y las vacaciones. Todo, todo es negocio. Todavía, las campañas de marketing caen deliberadamente sobre los niños y su psicología, para influir sobre los mayores, y tener hacia el futuro un territorio asegurado. Sobran pruebas de estas tecnologías bastante abominables que a veces conducen a las frustraciones, y más.
Desbocada marcha la historieta humana, comprando y vendiendo todo, e innovando para poder negociar de algún modo lo que es innegociable. Hay marketing para todo: para los cementerios, el servicio fúnebre, las maternidades, marketing para padres, para madres, para abuelos y tíos, pasando por las secretarias, los autos y las vacaciones. Todo, todo es negocio. Todavía, las campañas de marketing caen deliberadamente sobre los niños y su psicología, para influir sobre los mayores, y tener hacia el futuro un territorio asegurado. Sobran pruebas de estas tecnologías bastante abominables que a veces conducen a las frustraciones, y más.
El hombrecito promedio de nuestras grandes ciudades deambula
entre las financieras y el tedio rutinario de las oficinas, a veces atemperadas
con aire acondicionado. Siempre sueña con las vacaciones y la libertad. Siempre
sueña con concluir las cuentas, hasta que un día el corazón se para, y adiós.
Habrá otro soldado cubriendo las fauces del mercado, asegurando la acumulación.
Es que la crisis es la impotencia de la política, incapaz de
entender que la humanidad no se escapa ni se escapará del sentimiento de
nación. Sentimiento que casi está incrustado en nuestro código genético: de
algún lado somos. Pero hoy es tiempo de batallar para preparar un mundo sin
fronteras.
La economía globalizada no tiene otra conducción que el
interés privado de muy pocos y cada Estado nacional mira su estabilidad
continuista, y hoy, la gran tarea para nuestros pueblos, en nuestra humilde
manera de ver, es el todo. Como si esto fuera poco, el capitalismo productivo,
francamente productivo, está medio prisionero en la caja de los grandes bancos
que, en el fondo, son la cúspide del poder mundial.
LA CIENCIA NO GOBIERNA
Más claro: creemos que el mundo requiere a gritos reglas globales que respeten los logros de la ciencia, que abunda. Pero no es la ciencia la que gobierna el mundo. Se precisa, por ejemplo, una larga agenda de definiciones. ¿Cuántas horas de trabajo en toda la tierra? ¿Cómo convergen las monedas? ¿Cómo se financia la lucha global por el agua? Y contra los desiertos. ¿Cómo se recicla y se presiona contra el calentamiento global? ¿Cuáles son los límites de cada gran quehacer humano? Sería imperioso lograr consensos planetarios para desatar solidaridad hacia los más oprimidos, castigar impositivamente el despilfarro y la especulación, movilizar las grandes economías no para crear descartables con obsolencias calculadas, sino bienes útiles sin frivolidades, para ayudar a levantar a los más pobres del mundo. Bienes útiles contra la pobreza mundial. Mil veces más redituable que hacer guerras es volcar un neokeynesianismo útil de escala planetaria para abolir las vergüenzas más flagrantes que tiene este mundo.
Más claro: creemos que el mundo requiere a gritos reglas globales que respeten los logros de la ciencia, que abunda. Pero no es la ciencia la que gobierna el mundo. Se precisa, por ejemplo, una larga agenda de definiciones. ¿Cuántas horas de trabajo en toda la tierra? ¿Cómo convergen las monedas? ¿Cómo se financia la lucha global por el agua? Y contra los desiertos. ¿Cómo se recicla y se presiona contra el calentamiento global? ¿Cuáles son los límites de cada gran quehacer humano? Sería imperioso lograr consensos planetarios para desatar solidaridad hacia los más oprimidos, castigar impositivamente el despilfarro y la especulación, movilizar las grandes economías no para crear descartables con obsolencias calculadas, sino bienes útiles sin frivolidades, para ayudar a levantar a los más pobres del mundo. Bienes útiles contra la pobreza mundial. Mil veces más redituable que hacer guerras es volcar un neokeynesianismo útil de escala planetaria para abolir las vergüenzas más flagrantes que tiene este mundo.
Tal vez nuestro mundo precisa menos organismos mundiales de esos que organizan los foros y las conferencias que le sirven mucho a las cadenas hoteleras y a las compañías aéreas y que, en el mejor de los casos, nadie recoge y los transforma en decisiones. Necesitamos, sí, mascar mucho lo viejo y eterno de la vida humana, junto a la ciencia, esa ciencia que se empeña por la humanidad, no para hacerse rico.
CONVOCAR A LA INTELIGENCIA
Con ellos, con los hombres de ciencia de la mano, primeros consejeros de la humanidad, establecer acuerdos para el mundo entero. Ni los Estados nacionales grandes, ni las trasnacionales y, mucho menos, el sistema financiero, deberían gobernar el mundo humano. Sí la alta política entrelazada con la sabiduría científica; allí está la fuente, esa ciencia que no apetece el lucro, pero que mira el porvenir y que nos dice cosas que no atendemos. ¿Cuántos años hace que nos dijeron en Kyoto determinadas cosas que no nos dimos por enterados? Creo que hay que convocar la inteligencia, el comando de la nave arriba de la Tierra. Cosas de este estilo y otras que no puedo desarrollar nos parecen imprescindibles, pero requerirían que lo determinante fuera la vida, no la acumulación.
Con ellos, con los hombres de ciencia de la mano, primeros consejeros de la humanidad, establecer acuerdos para el mundo entero. Ni los Estados nacionales grandes, ni las trasnacionales y, mucho menos, el sistema financiero, deberían gobernar el mundo humano. Sí la alta política entrelazada con la sabiduría científica; allí está la fuente, esa ciencia que no apetece el lucro, pero que mira el porvenir y que nos dice cosas que no atendemos. ¿Cuántos años hace que nos dijeron en Kyoto determinadas cosas que no nos dimos por enterados? Creo que hay que convocar la inteligencia, el comando de la nave arriba de la Tierra. Cosas de este estilo y otras que no puedo desarrollar nos parecen imprescindibles, pero requerirían que lo determinante fuera la vida, no la acumulación.
Obviamente, no somos tan ilusos. Estas cosas no pasarán, ni
otras parecidas. Nos quedan muchos sacrificios inútiles por delante, mucho
remendar consecuencias y no enfrentar las causas. Hoy el mundo es incapaz de
crear regulación planetaria a la globalización y esto es por el debilitamiento
de la alta política (esa que se ocupa de todo). Por un tiempo vamos a asistir
al refugio de acuerdos más o menos regionales que van a plantear un mentiroso
libre comercio pero que en el fondo van a terminar construyendo parapetos
proteccionistas supranacionales en algunas regiones del planeta. A su vez, van
a crecer ramas industriales de importancia y servicios, todos dedicados a
salvar y a mejorar el medio ambiente. Así, nos vamos a consolar por un tiempo,
vamos a estar entretenidos. Y, naturalmente, va a continuar impertérrita la
acumulación para regodeo del sistema financiero. Continuarán las guerras y, por
tanto, los fanatismos, hasta que, tal vez, la naturaleza nos llame al orden y
haga inviable nuestra civilización.
Tal vez, señores, nuestra visión es demasiado cruda, sin
piedad y vemos al hombre como una criatura única. La única que hay arriba de la
Tierra capaz de ir contra su propia especie.
Vuelvo a repetir, lo que algunos llaman la crisis ecológica
del planeta es consecuencia del triunfo avasallante de la ambición humana. Ese
es nuestro triunfo, también nuestra derrota, porque tenemos impotencia política
de encuadrarnos en una nueva época que hemos contribuido a construir y no nos
damos cuenta. ¿Por qué digo esto? Dos datos, nada más: lo cierto es que la
población se cuadriplicó y el PIB creció por lo menos veinte veces en el último
siglo.
NUESTRO PENSAMIENTO NO ES GLOBAL
Desde 1990, aproximadamente, cada seis años se duplica el comercio mundial. Podríamos seguir anotando datos que establecen con claridad la marcha de la globalización. ¿Qué nos está pasando? Entramos en otra época aceleradamente, pero con políticos, atavíos culturales, partidos y jóvenes todos viejos, ante la pavorosa acumulación de cambios que ni siquiera podemos registrar.
NUESTRO PENSAMIENTO NO ES GLOBAL
Desde 1990, aproximadamente, cada seis años se duplica el comercio mundial. Podríamos seguir anotando datos que establecen con claridad la marcha de la globalización. ¿Qué nos está pasando? Entramos en otra época aceleradamente, pero con políticos, atavíos culturales, partidos y jóvenes todos viejos, ante la pavorosa acumulación de cambios que ni siquiera podemos registrar.
No podemos manejar la globalización porque nuestro
pensamiento no es global. No sabemos si es por una limitante cultural o estamos
llegando a los límites biológicos. Nuestra época es portentosamente
revolucionaria, como no ha conocido la historia de la humanidad, pero no tiene
conducción consciente, o menos, conducción simplemente instintiva. Mucho menos
todavía, conducción política organizada, porque ni siquiera hemos tenido
filosofía precursora ante la velocidad de los cambios que se acumularon.
La
codicia, tan negativa y tanto motor de la historia, eso que empujó hacia el
progreso material, técnico y científico, que ha hecho lo que es nuestra época y
nuestro tiempo, y un fenomenal adelanto en muchos frentes, paradojalmente, esa
misma herramienta, la codicia que nos empujó a domesticar la ciencia y
transformarla en tecnología, nos precipita a un abismo brumoso, a una historia
que no conocemos, a una época sin historia y nos estamos quedando sin ojos ni
inteligencia colectiva para seguir colonizando y perpetuar, transformándonos.
Porque si una característica tiene este bichito humano es que es un
conquistador antropológico.
Parece que las cosas toman autonomía y las cosas someten a
los hombres. Por un lado u otro, sobran atisbos para vislumbrar estas cosas y,
en todo caso, vislumbrar el rumbo, pero nos resulta imposible colectivizar
decisiones globales por ese todo. Más claro: la codicia individual ha triunfado
largamente sobre la codicia superior de la especie.
Aclaremos: ¿qué es el todo, esa palabra que utilizamos, para
nosotros? Es la vida global del sistema Tierra, incluyendo la vida humana con
todos los equilibrios frágiles que hacen posible que nos perpetuemos.
Por otro lado, más sencillo, menos opinable y más evidente. En nuestro occidente particularmente —porque de ahí venimos, aunque venimos del sur—, las repúblicas que nacieron para afirmar que los hombres somos iguales, que nadie es más que nadie, que sus gobiernos deberían representar el bien común, la justicia y la equidad, muchas veces las repúblicas se deforman y caen en el olvido de la gente corriente, la que anda por las calles, el pueblo común. No fueron, las repúblicas, creadas para vegetar encima de la grey, sino, por el contrario, son un grito en la historia para ser funcionales a la vida de los propios pueblos y por lo tanto a las mayorías, y se deben a luchar por la promoción de las mayorías.
EL HOMBRE DE LA CALLE CAUSA CENTRAL
Por lo que fuera, por reminiscencias feudales que están allí en nuestra cultura, por clasismo dominador, tal vez por la cultura consumista que nos rodea a todos, las repúblicas, frecuentemente, en sus direcciones, adoptan un diario vivir que excluye, que pone distancia con el hombre de la calle. En los hechos, ese hombre de la calle debería ser la causa central de la lucha política de la vida de las repúblicas. Los gobiernos republicanos deberían parecerse cada vez más a sus respectivos pueblos en la forma de vivir y en la forma de comprometerse con la vida.
Por lo que fuera, por reminiscencias feudales que están allí en nuestra cultura, por clasismo dominador, tal vez por la cultura consumista que nos rodea a todos, las repúblicas, frecuentemente, en sus direcciones, adoptan un diario vivir que excluye, que pone distancia con el hombre de la calle. En los hechos, ese hombre de la calle debería ser la causa central de la lucha política de la vida de las repúblicas. Los gobiernos republicanos deberían parecerse cada vez más a sus respectivos pueblos en la forma de vivir y en la forma de comprometerse con la vida.
El hecho es que cultivamos arcaísmos feudales, cortesanismos
consentidos, hacemos diferenciaciones jerárquicas que en el fondo socavan lo
mejor que tienen las repúblicas, que nadie es más que nadie. El juego de estos
y otros factores nos retienen en la prehistoria, y hoy es imposible renunciar a
la guerra cuando la política fracasa. Así se estrangula la economía,
derrochamos recursos.
Oigan bien, queridos amigos, en cada minuto en el mundo, en
cada minuto, se gastan dos millones de dólares de presupuestos militares en la
Tierra, dos millones de dólares por minuto en presupuestos militares. La
investigación médica de todas las enfermedades, que ha avanzado enormemente y
es una bendición para la promesa de vivir unos años más, esa investigación
apenas cubre la quinta parte de la investigación militar. Este proceso del cual
no podemos salir es ciego, asegura odio y fanatismo, desconfianza, fuentes de
nuevas guerras y, esto también, derroche de fortunas.
Yo sé que es muy fácil poéticamente autocriticarnos
nacionalmente y creo que sería una inocencia en este mundo plantear que allí
existen recursos para ahorrar y gastarlos en otras cosas útiles. Eso sería
posible, otra vez, si fuéramos capaces de ejercitar acuerdos mundiales y
prevenciones mundiales de políticas planetarias que nos garanticen la paz y que
nos den a los más débiles garantías que no tenemos.
Ahí habría enormes recursos para recortar, y atender las
mayores vergüenzas arriba de la tierra. Pero basta una pregunta: ¿en esta
humanidad, hoy, a dónde se iría sin la existencia de esas garantías
planetarias? Entonces cada cual hace vela de armas de acuerdo a su magnitud, y
allí estamos porque no podemos razonar como especie, apenas como individuos.
Las instituciones mundiales, particularmente, hoy vegetan a
la sombra consentida de las disidencias de las grandes naciones y, obviamente,
estas quieren retener sus cuotas de poder, bloquean en los hechos a esta ONU
que fue creada con una esperanza, y como un sueño de paz para la humanidad.
Pero peor aún, la desarraigan de la democracia en el sentido planetario, porque
no somos iguales, no podemos ser iguales en este mundo donde hay más fuertes y
más débiles. Por lo tanto es una democracia planetaria herida y está cercenada
la historia de un posible acuerdo mundial de paz, militante, combativo y que
verdaderamente exista. Entonces remendamos enfermedades allí donde hace
eclosión y se presenta según le parezca a algunas de las grandes potencias. Los
demás miramos desde lejos, no existimos.
NO AL NACIONALISMO CHAUVINISTA
Amigos, yo creo que es muy difícil inventar una fuerza peor
que el nacionalismo chovinista de las grandes potencias. La fuerza que es
liberadora de los débiles, el nacionalismo, tan padre de los procesos de
descolonización, formidable hacia los débiles, se transforma en una herramienta
opresora en las manos de los fuertes. ¡Y vaya que en los últimos 200 años hemos
tenido ejemplos por todas partes!
La ONU, nuestra ONU, languidece, se burocratiza por falta de
poder y de autonomía, de reconocimiento, sobre todo de democracia hacia el
mundo más débil que constituye la mayoría aplastante del planeta.
Pongo un pequeño ejemplo, pequeñito: nuestro pequeño país
tiene en términos absolutos la mayor cantidad de soldados en misiones de paz de
los países de América Latina desparramados en el mundo y allí estamos donde nos
piden que estemos. Pero somos pequeños, débiles. Donde se reparten los recursos
y se toman las decisiones no entramos ni para servir el café.
En lo más profundo de nuestro corazón existe un enorme anhelo
de ayudar a que el hombre salga de la prehistoria. Yo defino que el hombre,
mientras viva con clima de guerra, está en la prehistoria, a pesar de los
muchos artefactos que pueda construir. Hasta que el hombre no salga de esa
prehistoria y archive la guerra como recurso cuando la política fracasa… esa es
la larga marcha y el desafío que tenemos por delante. Y lo decimos con
conocimiento de causa, conocemos las soledades de la guerra.
Sin embargo, estos sueños, estos desafíos que están en el
horizonte implican luchar por una agenda de acuerdos mundiales que empiecen a
gobernar nuestra historia, y superar paso a paso las amenazas a la vida.
La especie como tal debería tener un gobierno para la
humanidad que supere el individualismo y bregue por recrear cabezas políticas
que acudan al camino de la ciencia y no solo a los intereses inmediatos que nos
están gobernando y ahogando.
LOS INDIGENTES SON DE LA HUMANIDAD TODA
Paralelamente, hay que entender que los indigentes del mundo no son de África o de América Latina, son de la humanidad toda, y esta debe como tal, globalizada, propender a empeñarse en su desarrollo, en que puedan vivir con decencia por sí mismos. Los recursos necesarios existen, están en ese depredador despilfarro de nuestra civilización.
Hace pocos días le hicieron ahí en California en una agencia
de bomberos un homenaje a una bombita eléctrica que hace 100 años que está prendida.
¡100 años que está prendida amigos! Cuántos millones de dólares nos sacaron del
bolsillo haciendo deliberadamente porquerías para que la gente compre y compre.
Pero esta globalización de mirar por todo el planeta y por toda la vida
significa un cambio cultural brutal. Es lo que nos está requiriendo la
historia. Toda la base material ha cambiado y ha tambaleado… Los hombres con
nuestra cultura permanecemos como si no hubiera pasado nada. Y en lugar de
gobernar la globalización, esta nos gobierna a nosotros.
Hace más de 20 años que discutimos la humilde tasa Tobin;
imposible aplicarla a nivel del planeta. Todos los bancos del poder financiero
se levantan heridos en su propiedad privada y qué se yo cuántas cosas más. Sin
embargo —esto es lo paradojal— sin embargo, con talento, con trabajo colectivo,
con ciencia, el hombre, paso a paso, es capaz de transformar en verde los
desiertos. El hombre puede llevar la agricultura al mar, el hombre puede crear
vegetales que vivan con agua salada. La fuerza de la humanidad se concentra en
lo esencial, es inconmensurable. Allí están las más portentosas fuentes de
energía. ¿Qué sabemos de la fotosíntesis? Casi nada. La energía en el mundo
sobra si trabajamos para usarla con ella.
PENSEMOS QUE LA VIDA ES UN MILAGRO
Es posible arrancar de cuajo toda la indigencia del planeta. Es posible crear estabilidad y será posible a generaciones venideras si logran empezar a razonar como especie, no solo como individuo, llevar la vida a la galaxia y seguir con ese sueño conquistador que llevamos en nuestra genética los seres humanos.
Es posible arrancar de cuajo toda la indigencia del planeta. Es posible crear estabilidad y será posible a generaciones venideras si logran empezar a razonar como especie, no solo como individuo, llevar la vida a la galaxia y seguir con ese sueño conquistador que llevamos en nuestra genética los seres humanos.
Pero para que todos esos sueños sean posibles, necesitamos
gobernarnos a nosotros mismos o sucumbiremos, o sucumbiremos porque no somos
capaces de estar a la altura de la civilización que en los hechos fuimos
desarrollando. Este es nuestro dilema. No nos entretengamos solo remendando
consecuencias. Pensemos en las causas de fondo, en la civilización del
despilfarro, en la civilización del use y tire, que lo que está tirando es
tiempo de vida humana malgastado, derrochando cuestiones inútiles.
Piensen que la vida humana es un milagro, que estamos vivos
por milagro y nada vale más que la vida. Y que nuestro deber biológico es, por
encima de todas las cosas, respetar la vida e impulsarla, crearla, procrearla y
entender que la especie es nuestro nosotros. Gracias.
--
José Mujica
Nació el 20 de mayo de 1935 en el barrio Paso de la Arena,
del departamento de Montevideo, hijo de Demetrio Mujica Terra y Lucy Cordano.
En las tierras de su abuelo paterno se preparaba a los soldados para resistir
los levantamientos contra el caudillo Aparicio Saravia. Su abuelo materno
también era seguidor del Partido Nacional.
José Mujica en su época de ministro de Ganadería, Agricultura
y Pesca, en los años sesenta se integró al Movimiento de Liberación
Nacional-Tupamaros. Como miembro de dicha organización, Mujica participó en
operativos guerrilleros, al tiempo que trabajaba en su chacra, hasta que
requerido por la policía, se refugió en la clandestinidad.
Durante el gobierno
de Jorge Pacheco Areco la violencia fue en aumento. El Poder Ejecutivo utilizó
reiteradamente el instituto constitucional de las medidas prontas de seguridad
para hacer frente a la guerra de guerrillas, así como a la creciente oposición
de sindicatos y gremios frente a sus políticas económicas.
En enfrentamientos armados fue herido de seis balazos. Fue
apresado cuatro veces y, en dos oportunidades, se fugó de la cárcel de Punta
Carretas. En total, Mujica pasó casi 15 años de su vida en prisión. Su último
período de detención duró trece años, entre 1972 y 1985, siendo particularmente
duro.
Tras algunos años de la apertura democrática creó, junto con
otros referentes del MLN y otros partidos de izquierda, el Movimiento de
Participación Popular (MPP), dentro del Frente Amplio.
En las elecciones de
1994 fue elegido diputado por Montevideo. Manifestó sentirse “como un florero”
al comenzar su actividad parlamentaria. No obstante, su presencia en la arena
política fue llamando la atención de la gente, ya que Mujica supo capitalizar
el descontento. En las elecciones de 1999 fue elegido senador. Simultáneamente,
su sector político apuntaba a una estrategia de acumulación. Ese año se publicó
el libro Mujica, de Miguel Ángel Campodónico, donde se recogen la vida y
pensamiento del guerrillero convertido en político.
En las elecciones de 2004 su movimiento obtuvo más de 300,000
votos (la votación más alta del país), que significó un importante porcentaje
dentro del Frente Amplio, consolidándose así como la primera fuerza dentro del
partido de gobierno.
El 1 de marzo de 2005 el presidente de la República, Tabaré
Vázquez, lo designó ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca. Abandonó el cargo el 3 de marzo del 2008, dejándole el puesto
a su entonces viceministro Ernesto Agazzi. Desde entonces regresó a su banca en
el Senado y en todos los medios, tanto políticos como de prensa, se mencionó
con insistencia su eventual postulación presidencial, más allá del favoritismo
del presidente Vázquez por Danilo Astori.
Pronto Mujica comenzó a generar hechos políticos que hablaban
a las claras de su voluntad de candidatearse a la presidencia, como la visita
al matrimonio Kirchner en Argentina. Esta visita fue muy comentada, dado que en
esos momentos, Uruguay y Argentina pasaban por una situación diplomática
comprometida, con incesante intercambios de agresiones entre los gobiernos de
las dos orillas; Mujica reivindicó una actitud de acercamiento entre pueblos
hermanos.
El Congreso Extraordinario “Zelmar Michelini” del Frente Amplio,
llevado a cabo los días 13 y 14 de diciembre de 2008, además de resolver el
programa de gobierno de cara a un nuevo período, lo proclamó como el candidato
oficial del Frente Amplio para las elecciones internas del año 2009.
El 28 de junio de ese mismo año, tras las elecciones
internas, resultó elegido como candidato único a la presidencia por el Frente
Amplio, tras vencer a sus competidores con un 52% de los votos totales.
El 25 de octubre de 2009, Mujica obtuvo una votación cercana
a la mitad del total de votos válidos, lo cual le valió disputar el balotaje
contra Luis Alberto Lacalle el 29 de noviembre. Ese día fue electo presidente
de los uruguayos con un porcentaje superior al 52% de los votos emitidos. En
medio de una multitud empapada por la lluvia, Mujica dirigió un mensaje a todos
los uruguayos, incluidos los líderes de la oposición, especialmente vencer
muchos prejuicios.
José Mujica prestó juramento el 1.º de marzo de 2010 en el
Palacio Legislativo, para desempeñar el cargo de presidente de la República
Oriental del Uruguay. Esta promesa fue tomada por su propia esposa Lucía
Topolansky, por ser la primera Senadora de la Nación. Se desarrolló con la
presencia de autoridades de diferentes Partidos Políticos uruguayos y de varios
representantes de diferentes países, como Hillary Clinton, Cristina Fernández,
Néstor Kirchner, Rafael Correa, Hugo Chávez, entre otros. Pronunció un discurso
muy elogiado y comentado; en el mismo sobrevolaban su pasado guerrillero, sus
ideas y su largo camino hacia la presidencia.
Mujica y su esposa viven con gran austeridad, desde hace
décadas, en una chacra en la zona de Rincón del Cerro, donde se dedicaron al
cultivo de flores como actividad económica. Al asumir como presidente de la
República, en vez de trasladarse a la residencia presidencial de Suárez y Reyes,
el matrimonio decidió permanecer en su residencia, lo cual implicó agregarle
mejoras en materia de seguridad y comunicaciones.
En este marco el gobierno electo definió
cuatro ejes de trabajo para la conformación de políticas de estado, es decir,
que trascendieran un período de gobierno y que fueran relativamente
independientes del partido político gobernante.
Los ejes definidos fueron
“Educación”, “Seguridad”, “Medio Ambiente” y “Energía” y se convocó a los partidos
políticos de la oposición con representación parlamentaria a integrar
comisiones de trabajo para la elaboración de políticas. Asimismo, se planteó
que el gobierno electo pretendía llevar adelante una ambiciosa reforma de la
administración pública, inspirada en el modelo neozelandés.
En una decisión sin precedentes, en junio de 2012 el gobierno
de Mujica propuso legalizar y regular la venta de marihuana. El tema es
ampliamente discutido y resulta sumamente complejo. No obstante, en medio de
los comentarios y críticas que esto suscitó a nivel mundial, mereció elogios de
la selecta publicación británica Monocle y, por su parte, la revista
estadounidense Time destacó este hecho e incluso se preguntó si los líderes del
mundo no deberían seguir el mismo camino.