Papel de Arbol

sábado, 12 de agosto de 2017

LOS LIBROS EN LA MALETA

Elga Reátegui Zumaeta, nació en Lima. Reside en Valencia (España).  Ella  forma parte de esa avanzada migratoria, que dejó  su país tan pequeño y mezquino a la vez, sobre todo con los suyos. Es periodista y escritora  de varios poemarios y tres novelas.  Sus poemarios son  “Ventana Opuesta” (1993), “Entre dos polos” (1994), “Alas de acero” (2001), “Etérea” (2004), “En mi piel” (2005). Junto al escritor y decimista, Pedro Rivarola (ya fallecido) publicó  los epistolarios “Correo de Locumba” (2002) y “Violación de correspondencia” (2003), además de la plaqueta de poesía “Madera y fuego” y el CD “Abrazados” (2003)

En 2007 publicó su primera  novela de título “El Santo Cura”. Dos años después, en el 2009, llegó al Perú, en una segunda edición que estuvo a cargo del Grupo Editorial Arteidea.
Tiene un blog que  lleva su nombre,  un espacio de audio  y un canal en Youtube.
En octubre de 2012,   en Estados Unidos dio a conocer su novela “De ternura y sexo” a nivel de bibliotecas y otros  recintos culturales. En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), donde presentó su novela “De ternura y sexo”…
  
A continuación la entrevista  de Isabel Alamar en Libros en la maleta:

Sé que una de las grandes pasiones de Elga es escribir, otras quizá sean: viajar, el yoga, el contacto con la naturaleza… Pero ¿por qué le gusta tanto a Elga escribir? Y háblanos también un poco de tus otras grandes pasiones.

Sí, me la he pasado escribiendo para mí y para otros casi toda mi vida. Ya de adolescente les redactaba  las composiciones a mis a compañeras de clase en el colegio  o corregía (o mejoraba la prosa) de los discursos o trabajos monográficos de mis amigos y conocidos que cursaban la universidad.  Luego, en la Facultad Comunicaciones, fue más de lo mismo, y cuando entré como redactora a mi primer medio de comunicación siendo tan solo una estudiante, el círculo se amplió, comencé a escribir para varias revistas y periódicos, pero sin cobrar un céntimo. Eso de “apóyame, coleguita”, no ha permitido que llene mis arcas y hoy viva de mis rentas, ja,ja,ja…

El primer viaje internacional que realicé fue a Machala (frontera con Ecuador). Lo hice con salvoconducto. En esos tiempos era imposible ir más allá debido a la severa crisis económica y el accionar terrorista que se había apoderado de mi país, y que nos impedía soñar con un futuro distinto. No había dinero para ‘despilfarrar’ en esas cosas, lo prioritario era dar de comer a los tuyos, sacar a familia adelante como sea. El resto, quizá con el tiempo.

Mi gran oportunidad vino con el nuevo siglo, a través de una invitación de la
UNEAC para celebrar el natalicio del poeta Nicolás Guillén en La Habana. Recuerdo que mientras aterrizaba el avión lloraba recordando los románticos boleros y alegres guarachas que había escuchado en casa desde pequeña. Fue un momento mágico.

Ese fue mi primer viaje internacional, pensé que iba a ser el último, pero de allí se han presentado muchos otros de especial significación para mí, como por ejemplo, el realizado a Egipto. Le doy importancia porque nunca pensé contemplar aquellos magníficos lugares que solo vi en las fotos de mis libros de Historia Universal. Nunca lo soñé, sin embargo, fue posible muchísimos años después.

Debo decir que nací y crecí en la ciudad, en un distrito de la populosa y caótica Lima, pero mis raíces están en la selva amazónica peruana. Mis padres yurimagüinos (Loreto), se fueron dejaron su pueblo en busca de mejora a la capital, pero añoraron su tierra por siempre.  A mis viejos les gustaba las plantas y los animales, y la azotea de mi casa asemejaba a una granja: criábamos pollos, patos, cuyes, conejos,  además de gatos y un perro que se coló, y que mantuvimos oculto hasta que mi padre lo descubrió y tuvo que irse (no le agradaban). Era nuestro rancho bonito hasta que un vecino nos denunció, y tuvimos que decirle adiós a nuestro paraíso. Solo las plantas aún sobreviven, mi madre les habla y ellas responden dándole flores y frutos. Deberías ver lo contenta que se pone mi Bruja (la llamo así de cariño), cuando cosecha sus fresas de maceta. Le salen grandes y dulces.....Sigue....