Papel de Arbol

domingo, 20 de enero de 2013

A R G E N P R E S S, Suplemento Cultural Nº 222


ARGENPRESS.info
Suplemento Cultural

Pasos hacia el Jardín del Hasta Siempre
Por: Nechi Dorado (Desde Buenos Aires, Argentina. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

El otro (el monólogo del ruido)
Por: Edgar Borges (Desde España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

La Acera de los Superhéroes
Por: Miranda Navas (Desde Guatemala. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Palabra de mujer serrana
Por: Jorge Zavaleta Alegre (Desde Lima, Perú. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Pavese y el deseo de morir
Por: Marcos Winocur (Desde México. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

“Django sin cadenas”: Los límites de Tarantino
Por: Jorge Zavaleta Balarezo (Desde Jonesboro, Arkansas, Estados Unidos. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Plástica: una visita al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York
Por: El Ave Fénix

Música. Desde el altiplano andino: El huayno

Música: ¡Que viva Changó!
Por: Isabel Cristina Batista (Desde Cuba. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

“La belleza de los árboles”. Hermosas imágenes para contemplar
Por: ARGENPRESS CULTURAL

Propuesta psicoanalítica para prevención y tratamiento del daño psíquico ocasionado por la catástrofe social de los desahucios en España
Por: Jesús María Dapena Botero (Desde Vigo, España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

La poesía en los muros
Por: DATACHACO

Qué fue de mi vida
Por: Gustavo E. Etkin (Desde Bahía de San Salvador, Brasil. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Crema catalana
Por: Daniel de Cullá (Desde Burgos, España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

NECESARIA REFORMA DEL FONDO EDITORIAL DEL CONGRESO

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El congreso y un nuevo fondo editorial

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Escribe: Jorge Zavaleta Alegre | Opinión - 18:06h
La siguiente noticia ha pasado inadvertida. El Congreso de la República tiene un programa de donaciones de libros de pensadores peruanos a universidades estatales, y proyectos de innovación tecnológica a favor de las Bibliotecas.
La reactivación de este Fondo empezó hace pocos meses con un proceso de reorganización. Después de un inventario riguroso, ha distribuido más 22 mil libros de humanidades y ciencias entre 50 universidades públicas, 32 instituciones de nivel superior y 25 bibliotecas municipales.
El Congreso desempolvará un proyecto que obliga a los alcaldes a actualizar la Biblioteca Municipal destinando un mínimo del 5% del presupuesto participativo.
El Fondo Editorial, siguiendo experiencias de México, Argentina y Uruguay, se encargará de la producción, comercialización y promoción de obras que promueven el desarrollo cultural y la labor legislativa, previa calificación, a cargo de una comisión externa de profesionales de reconocido prestigio. El objetivo es desterrar el proselitismo de un grupo o la decisión de un anómico funcionario.
Tal compromiso, incluye la incorporación de tecnología contemporánea, una tienda virtual para la venta de publicaciones y que pueda financiar a los autores que no disponen recursos económicos.
El proyecto despierta expectativa, y también reaparecen aquellos que niegan la participación del Estado en alguna actividad económica, más aún en el libro. La posición extrema cae por su propio peso, porque los actuales trastornos políticos, económicos y emocionales del mundo desarrollado derivan, precisamente, del libertinaje del mercado, de una cultura cifrada en la exacerbación del consumo y de la ausencia de un Estado ético, alejado de la valoración del libro, como semilla germinal de la buena formación personal y social de una nación.
La reformas anunciadas deben prosperar, si ese Fondo Editorial se nutre de sus mejores servidores, aunque a los más calificados ya no se les ha renovado el contrato laboral.
El Fondo tiene aún una larga lista de títulos comprometidos desde hace más de una década. Fue creado en los años noventa y ha publicado unos 300 volúmnes, en su mayor parte para rescatar a viejos patriarcas de la política nacional y a escasos autores del presente siglo.
El ritmo de producción es lento. El sello editorial del Congreso merece consolidar su prestigio. Los legisladores entrevistados coinciden en la articulación del Fondo, la Imprenta y la Biblioteca del Congreso.
Un buen referente para esta reforma podemos encontrar en la Asociación Norteamericana de Bibliotecas, empezando por la Biblioteca del Congreso el servicio bibliográfico más grande del planeta, que cuenta con el concurso de grandes patronatos. La primera dama de este país, años atrás, convocaba cada año un concurso para conocer nuevos autores. The New York Times, por ejemplo, lidera el apoyo privado de la Biblioteca Pública y del Museo de Arte Metropolitano de esta gran urbe multicultural.

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EL CONGRESO PERUANO Y UN NUEVO FONDO EDITORIAL


Jorge Zavaleta Alegre
La siguiente  noticia ha pasado inadvertida. El Congreso de la República tiene un programa de donaciones de libros de pensadores peruanos a universidades estatales y proyectos de innovación tecnológica a favor de la Biblioteca.


La reactivación de este Fondo empezó hace pocos meses con un proceso de  reorganización. Después de un  inventario riguroso, ha  distribuido más  22 mil libros  de humanidades y ciencias entre 50 universidades públicas, 32 instituciones de nivel superior y 25 bibliotecas municipales.
El Congreso desempolvará un proyecto que obliga a los alcaldes a actualizar la Biblioteca Municipal  destinando un mínimo del 5% del presupuesto participativo.
El Fondo Editorial, siguiendo experiencias de México, Argentina y Uruguay,  se encargará  de la producción, comercialización y promoción de obras  que promueven  el desarrollo cultural y la labor legislativa, previa calificación,  a cargo de una comisión externa de profesionales de  reconocido prestigio. El objetivo es desterrar el proselitismo de un grupo  o la decisión de un anómico funcionario.  
Tal compromiso, incluye la incorporación de  tecnología contemporánea, una   tienda virtual para la venta de publicaciones y que pueda financiar a los autores que no disponen recursos económicos.
El proyecto despierta expectativa, y también reaparecen aquellos  que niegan la participación del Estado en alguna actividad económica, más aún en  el libro. La posición extrema cae  por su propio peso, porque los actuales trastornos políticos, económicos y emocionales del mundo desarrollado  derivan, precisamente, del libertinaje del mercado, de una cultura cifrada en  la exacerbación del consumo y de la ausencia de un Estado   ético, alejado de la valoración del libro, como semilla germinal de la buena formación personal y social de una nación.
La reformas anunciadas deben prosperar, si ese Fondo Editorial se nutre de sus mejores servidores, aunque a los más calificados ya no se les ha renovado el contrato laboral.
El Fondo tiene aún una larga lista de títulos  comprometidos desde hace más de una década. Fue creado en los años noventa y ha publicado unos 300 volúmnes, en su mayor parte para rescatar a viejos patriarcas de la política nacional y a escasos autores del presente siglo.
El ritmo de producción es lento. El sello editorial del Congreso merece consolidar su  prestigio. Los legisladores  entrevistados coinciden en la articulación del Fondo,  la Imprenta y la Biblioteca del  Congreso.  
Un buen referente para esta reforma podemos  encontrar en la Asociación Norteamericana de Bibliotecas, empezando por la   Biblioteca del Congreso el servicio bibliográfico más grande del planeta, que cuenta con  el concurso de grandes patronatos. La primera dama de este país, años atrás, convocaba cada año un concurso para conocer nuevos autores. The New York Times, por ejemplo, lidera el apoyo privado de la Biblioteca Pública y del Museo de Arte Metropolitano de esta gran urbe multicultural.