Papel de Arbol

jueves, 4 de noviembre de 2010

Análisis: Dictaduras latinoamericanas. La Industria de Trujillo

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Trujillo, Jueves, 04 de noviembre del 2010
La Academia Sueca ubicó al colombiano Gabriel García Márquez en el contexto “de un continente cuya literatura ha conquistado una posición que es seguida con particular interés en la vida cultural de nuestro tiempo". Y al peruano Vargas Llosa “por su cartografía de estructuras de poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, sublevación y derrota”.
Este mensaje recuerda que la novela en América Latina, en la pluma de sus mejores representantes, siempre ha caminado en la búsqueda de las democracias como formas ideales de la convivencia humana.
Una referencia específica la encontramos en las mañanas primaverales del 5 y 7 setiembre de 1967, que García Márquez y Vargas Llosa, invitados por la Universidad Nacional de Ingeniería y su Facultad de Arquitectura, dialogaron sobre la Literatura Latinoamericana, tema que no puede excluir a las dictaduras.
En efecto, la historia de Macondo y las bananeras son reales, y tienden, de todas maneras, a convertirse en fantasmas. Con la compañía bananera empezó a llegar a ese pueblo gente de todo el mundo. Hubo un momento en el que se hablaba todos los idiomas. La gente no se entendía entre sí; y había tal prosperidad, es decir, lo que entendían por prosperidad, que se quemaban billetes bailando la cumbia… Los trabajadores que reclamaron pagos en dinero y no en bonos, y lo que pasó fue que el ejército rodeó a los trabajadores en la estación y les dieron cinco minutos para retirarse. No se retiró nadie y los masacraron…
Vargas Llosa recordó que una vez el gobierno brasileño suprimió una epidemia con un decreto. Volvemos a lo mismo. Lo que pasa es que en América Latina, por decreto se olvida un acontecimiento como tres mil muertos. Empezamos a buscar ejemplos y encontramos miles.
La novela de García Márquez da el número del decreto por el cual se autorizaba para matar a balazos a los trabajadores y da el nombre del general que lo ha firmado y el nombre de su secretario. Eso está en los Archivos Nacionales y ahora lo ven en la novela y piensan que es una exageración, dice el autor de Cien Años de Soledad.
En el Perú no bastaron los setenta mil muertos de la violencia senderista y de la represión, para entender los peligros de una dictadura. Un sector, ligado al gobierno de Fujimori - hoy entre rejas-, se opuso a la propuesta de la Comisión de la Verdad y Reconciliación para construir el Lugar de la Memoria.
En este caso, Vargas Llosa renunció irrevocablemente a seguir presidiendo la Comisión de ese proyecto, sin abandonar su apoyo personal. Pidió al presidente peruano la derogación de un polémico decreto que limitaba los plazos para procesar a militares y policías por violaciones de derechos humanos y que consideró una "amnistía apenas disfrazada". La norma fue derogada al día siguiente, motivando los cambios legislativos.
Ambos escritores, hace 43 años, en ese memorable encuentro en las aulas donde se forman ingenieros y arquitectos, coincidieron que al escritor no hay que exigirle concretamente que sea un militante político en sus libros.
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