Jorge Zavaleta Alegre Periodista
En este verano, el caudaloso río Nasca, recargado por las
torrenciales lluvias en la sierra, volvió a destruir más de mil modestas
viviendas construidas en una extensa área costeña de esa provincia.
Esas casas fueron edificadas en lugares inadecuados, de alto
riesgo, con materiales sumamente precarios –como estera, madera y adobe–, y los
resultados desastrosos no se han hecho esperar.
Ante los hechos consumados, el Instituto de Defensa Civil
(Indeci) informó en febrero que distribuyó 26 bobinas de plástico entre 759
familias y los municipios de los distritos de El Ingenio, Vista Alegre y
Chanquillo.
Este desastre natural, como los que ocurren en otras cuencas
de la costa peruana, tiene su causa fundamental en la improvisación e
irresponsabilidad de ciertas autoridades locales y traficantes de terrenos que
alientan invasiones y construyen asentamientos humanos en zonas que están
constantemente expuestas a los efectos destructores de huaicos e inundaciones.
Una gran parte de esas "urbanizaciones" fueron construidas
en la década del 90 y luego se han ido extendiendo.
Los damnificados ocupan casas precarias, cuyas estructuras no
cumplen con las normas vigentes y desconocen los mapas satelitales e
investigaciones que exigen prevención frente a desastres naturales.
Cerca de la zona a la que nos referimos permanecen como
testimonio de previsión, sabiduría y admirable dominio de la ingeniería
hidráulica los restos históricos de Cahuachi, la ciudad de barro más grande del
mundo, y las famosas Pampas de Nasca, el templo abierto que cuenta con
colosales alegorías y que son la admiración del mundo entero.
Cahuachi es un adoratorio asentado en el valle del río del
mismo nombre, a 460 kilómetros al sur de Lima. Arqueólogos y arquitectos de
gran prestigio reiteran que la única forma de garantizar el desarrollo de esta
parte del Perú es articular la educación con el mayor conocimiento del pasado
histórico e inmediato.
El turismo es una buena fuente de ingresos para Nasca, junto
con la agricultura, pero ambas actividades van perdiendo ingresos por la
urbanización improvisada y las invasiones ilegales que estarían comprometiendo
los límites de Cahuachi y de las Líneas de Nasca.
Los antiguos pobladores supieron manejar la cuenca del río
Grande de Nasca, utilizando y transformando el espacio físico con fines
económicos, de control político y religioso.
El Museo Arqueológico Antonini, en la ciudad de Nasca,
muestra hallazgos recuperados por un proyecto cofinanciado con Italia, entre
1982 y 2011.
Nasca-Cahuachi es una escuela abierta para apreciar
reproducciones de micropinturas rupestres, geoglifos de la Pampa de Nasca.
Igualmente, el acueducto de Bisambra es otro vestigio del ingenio humano en la
ingeniería hidráulica.
Las autoridades municipales y de la región aseguran que el
futuro pasa, sin duda, por una nueva relación simétrica entre las instancias
gubernamentales y el estímulo a la inversión privada, con criterio de
desarrollo sostenible.
Fecha:16/03/2013