Jorge Zavaleta Alegre. CAMBIO16.Madrid.-
Un dantesco incendio de
Belén, en la capital de la Amazonia peruana, ha ocurrido en la víspera
de la Navidad 2012. El fuego acabó con las
viviendas de madera de la mayoría de sus pobladores, ratificando que las grandes tragedias
naturales o provocadas por el hombre, recaen siempre sobre los más pobres del
planeta.
Los primeros
inmigrantes italianos, alemanes y norteamericanos que llegaron a Iquitos,
llamaron a Belén, la Venecia del Perú, porque las aguas del Nanay,
afluente del coloso Amazonas,
ofrecían un paraje paradisiaco, y
donde la pobreza secular de sus
habitantes pasaba desapercibida. Hace dos décadas, el curso del Nanay cambió
de rumbo, y Belén comenzó a mostrar sus más profundas heridas.
El Fondo de canje de deuda Perú – Italia permitió que años
atrás, se ejecutara en Belén, un proyecto de agua potable y saneamiento, en memoria de
Garibaldi y Antonio Raimondi. Pero la inversión pública no sumó mayores
esfuerzos para seguir impulsando el
desarrollo de ese distrito de Maynas, no obstante el empeño del diplomático De Nardis, quien acaba de fallecer
en Roma.
Con el incendio, la población no olvida sus historias de violencia: la extracción del caucho, del petroleo, la tala que acarraza bosques y la escasa, muy escasa presencia del Estado.
Varias fuentes especializadas, como el BID (por encargo del MEF),
indican que las pérdidas económicas por
tragedias naturales, como terremotos, tsunamis e inundaciones, superan entre 30
a 40 mil millones de dólares, debido a las consecuencias previsibles que afectan nuestro territorio.
El Ing. Julio Kuroiwa,
sismólogo de prestigio internacional, después de un largo e intenso
recorrido por pueblos remotos del Perú, donde aún el acceso es a lomo de bestia, tiene
la fortaleza moral para recordarnos que en el terremoto de Ancash de 1970,
perdieron la vida 67 mil personas,
pasando a la historia como el evento más mortífero de las Américas en el siglo XX.
La mayoría de casas en el Callejón de Huaylas, llamada
también la Suiza Peruana, se vinieron abajo porque sus viviendas eran trampas
mortales construidas sobre suelo blando y saturado de agua, sobre todo en la
ciudad de Huaraz. Y en el resto de pueblos vecinos, sus pobladores habitaban casitas de tapial (muros de adoquines de
piedra unidos con barro) de uno y dos
pisos.
Los libros de Kuroiwa, como “Disaster Reduction, Living in harmony with nature”, hoy son textos oficiales para la educación en
la India y otros países porque señalan
que es una obligación ética, proteger la
vida y la salud de las personas de menores recursos no solo de bienes
materiales sino en conocimiento.
De ocurrir cualquiera de las hipótesis, sería un desastre
para la nación, porque se cortaría bruscamente
el crecimiento económico de dos décadas y los programas de reducción de la pobreza y
atención a las poblaciones vulnerables. Kuroiwa, comparte los nuevos movimientos filosóficos del
conocimiento científico transversal e interdisciplinario para poder impulsar el
desarrollo local, como desafío del siglo XXI.
Investigaciones del Terremoto y Tsunami de Tohoku (Japón,
Marzo 2011), cuyos resultados tienen
carácter global, inciden en que la
participación consciente, efectiva y capacitada de la comunidad afectada, es la
acción más efectiva.
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