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Economía circular
elmercuriodigital.- agosto 05, 2020
Jorge Zavaleta Alegre.- Nuevas investigaciones suman hoy desde fuentes financieras que años atrás promovían inversiones para grandes proyectos transnacionales, y la pequeña empresa era un juguete atractivo para aquella población que abandonaba su lejana comarca.
Tal migración, fue forzada por la violencia de grupos subversivos o porque surgieron fuentes que alentaron la posibilidad de dejar el lejano poblado y radicar alrededor de las grandes capitales latinoamericanas. Eufemismo "Pueblos Jóvenes".
Hace 60 años, la media de esperanza de vida en América Latina era de 55,7 años. Hoy, es de casi 75 años. Las mejoras en la salud pública, aunadas a aumentos en la calidad de vida y en el nivel de equidad de nuestras sociedades, han llevado a que los latinoamericanos tengan vidas más longevas, precisa un informe del BM en Davos 2020 y en Monttevideo.
Pero esa atractiva acuarela regional, comienza a cambiar drásticamente con la pandemia Covi2019. La gente se muere menos y tiene la cantidad de hijos que quiere tener y no más. Incluso hay parejas que prefieren no tener descendencia.
El Banco Mundial viene remarcando que la población de la III edad es un elemento pasivo para el desarrollo. La población económicamente activa, el tamaño de la fuerza laboral tiende a reducirse, por lo que la capacidad de la economía para hacer frente a las necesidades de quienes ya se han retirado será limitada.
Desde Uruguay vienen estas novedades sobre las preocupaciones que representan los más viejos. El Bono Demográfico que ya va acabándose, en países como Perú lo ignoraron en todos los tonos y formas.
Hoy comentamos la investigación del Banco Interamericano de Desarrollo sobre Economía circular e innovación verd, pilares para la recuperación y la resiliencia post COVID-19.
Matteo Grazzi sostiene que la pandemia nos ha recordado con dureza la necesidad de estar preparados para la llegada de una crisis. Y nos brinda una ocasión única en América Latina y el Caribe para diseñar estrategias de recuperación económica que incorporen elementos de economía circular e innovación verde.
Descubre cómo estos modelos pueden volver a la región más resiliente y dar mejores resultados en términos de reactivación empresarial y empleo.
Estamos experimentando de primera mano la fragilidad de los modelos económicos lineales basados en la producción, consumo y desecho de productos a partir de la extracción y transformación de materias primas. Pensemos en la cantidad de bienes clave para nuestras economías, tales como los productos informáticos y electrónicos, que son fabricados con un uso intensivo de materiales escasos como el indio y el cromo, que no se podrán producir más cuando las reservas de estos metales se agoten.
Además, estos modelos no garantizan la resiliencia a choques externos (como el actual), sino que, al contrario, generan resultados económicos positivos solo hasta cierto punto; o en jerga económica, hasta una “frontera productiva”, más allá de la cual producir y consumir tiene impactos negativos sobre el crecimiento económico y el bienestar humano.
La pandemia nos ha enseñado la necesidad de estar preparados para la llegada de una crisis. Además, ha puesto en evidencia que postergar decisiones que podrían parecer inconvenientes o no estrictamente necesarias en el corto plazo (por ejemplo, invertir en investigación científica o reducir el uso de energía no renovable) puede tener costos enormes en el mediano y largo plazo. En su gran mayoría, los países de América Latina y el Caribe (ALC) no estaban preparados para la llegada de la pandemia, y están aún menos preparados para enfrentar las enormes repercusiones económicas y sociales que podría causar una emergencia climática o medioambiental.
Al tener más del 50% de la biodiversidad del planeta, la región se presenta particularmente frágil y vulnerable al cambio climático. Basta pensar en el impacto que la suba del nivel del mar o los fenómenos climáticos extremos como los huracanes y las tormentas ya están produciendo en muchas áreas costeras y hábitats marinos de Centroamérica y del Caribe, para entender que las repercusiones económicas de una crisis medioambiental podrán ser mucho más devastadoras, al golpear sectores clave de estos países como el turismo, la agricultura o la pesca.
No volver a encerrarse en modelos obsoletos
En este contexto, la economía circular desempeña un papel central para romper el vínculo entre la extracción de recursos naturales y el crecimiento económico.
En la economía circular, el valor de los productos, materiales y recursos se mantiene (o se regenera) durante el mayor tiempo posible, y la generación de residuos se minimiza. La economía circular va estrictamente de la mano con la innovación, que, de hecho, es clave para mover la frontera productiva y desacoplar el crecimiento económico del uso de los recursos naturales, desarrollando soluciones que permiten usar menos tierra, agua, energía y materiales, o usar estos recursos de manera más eficiente durante su vida útil.
Por eso, es importante que los países salgan del encierro de sus economías, sin volver a “encerrarse” en tecnologías de producción contaminantes y en modelos de negocios obsoletos.
En la región latinoamericana, científicos, tecnólogos y emprendedores ya se están movilizado para aprovechar las oportunidades que ofrece la economía circular, diseñando e implementando soluciones innovadoras y verdes.
Por ejemplo, en Guatemala, The New Denim Project de la firma Iris Textiles, logró convertir el desecho textil de las maquilas de jeans en fibra para hilar y confeccionar textiles reciclados de alta calidad. El proceso de fabricación es libre de químicos y utiliza cantidades mínimas de agua y energía. Además, la empresa envía sus proprios residuos naturales de hilatura a otra empresa local que los utiliza como fertilizante natural para su producción de café.
En Brasil, la empresa cosmética Natura, además de ofrecer envases recargables para sus productos de belleza y cuidado personal, utiliza materiales reciclados (vidrio y PET reciclados) o completamente reciclables (“plástico verde”, hecho de caña de azúcar) para sus envases.
En México, la startup Geco, ha desarrollado un plástico fabricado con cáscara de naranja, de fácil y rápida biodegradación, que tiene muchas aplicaciones en las industrias de envasado, embalaje y en muchísimos otros sectores como la industria biomédica. Este caso fue destacado en nuestra reciente publicación sobre emprendimientos científicos.
La economía circular es también central para hacer a los países de ALC menos vulnerables a los riesgos asociados con el sistema de cadenas globales de valor, en términos de fluctuaciones de precio y disponibilidad de algunos insumos básicos.
La crisis del COVID-19 ha provocado una disrupción sin precedentes en las cadenas globales de valor y la región está pagando un precio particularmente alto, debido a su dependencia tanto de la extracción y exportación de recursos naturales (como minerales y metales), así como de la importación de bienes intermedios y básicos de otras regiones del mundo.
Un enfoque circular no solo puede hacer a las economías de la región más resilientes, sino también puede dar mejores resultados en términos de reactivación empresarial y de empleo. Según estimaciones recientes, los modelos de economía circular pueden proporcionar un valor de 4,5 billones de dólares (trillions en el mundo anglosajón) de aquí al 2030, evitando el desperdicio, haciendo las empresas más eficientes y creando nuevas oportunidades de empleo.
VOCES AUTORIZADAS
Un estudio reciente del premio nobel Joseph Stiglitz, Nicholas Stern y otros economistas de renombre internacional, tras analizar más de 700 posibles políticas de estímulo post COVID-19, señala que las políticas orientadas a promover la innovación verde y la economía circular, tales como las inversiones públicas en I+D orientadas al desarrollo de tecnologías medioambientales, generan más empleos y mayores retornos a corto plazo, así como permiten un mayor ahorro de costos a largo plazo, en comparación con los paquetes de estímulo fiscal tradicional. Invertir en la recuperación verde y circular no es un lujo, sino un núcleo esencial de la respuesta a esta y a futuras crisis.
Ya varios países dentro y fuera de la región están reconociendo esta oportunidad. En Europa, han pedido que el Pacto Verde Europeo sea central para los planes de recuperación post COVID-19 de la Unión Europea.
Además, durante la pandemia, la Comisión Europea ha lanzado un sólido Plan de Acción para la Economía Circular, que incluye iniciativas para transformar las economías europeas a lo largo de todo el ciclo de vida de los productos. En la misma línea, Corea está fortaleciendo la agenda del Nuevo Pacto Verde, prometiendo alcanzar cero emisiones para el 2050.
En ALC, Chile, durante las primeras fases de la emergencia sanitaria, ha elaborado una versión actualizada de su Contribución Determinada a Nivel Nacional para la mitigación del cambio climático (NDC, por sus siglas en inglés), y se ha comprometido a desarrollar durante el 2020 una Hoja de Ruta de Economía Circular para los próximos 20 años, reconociendo la importancia que la economía circular tendrá para mejorar el bienestar después de la pandemia.
Una región latinoamericana más circular no es una utopía y los paquetes de recuperación económica post COVID-19 representan una ocasión única para invertir en un modelo de crecimiento económico más resiliente y limpio.
Información complementaria:
División de Competitividad, Tecnología e Innovación del BID.
Matteo Grazzi, Especialista en la División de Competitividad e Innovación en el BID en 2009, investigador en el Centro de Investigación sobre Estudios Latinoamericanos y de las Economías en Transición (ISLA) de la Universidad Bocconi en Milán. Posee un doctorado en Derecho y Economía Internacional.
Simone Sasso, economista en la División de Competitividad, Tecnología e Innovación del BID, cuenta con un doctorado en Economía y Política de la Innovación en la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-MERIT) en Maastricht (Holanda), una maestría en Desarrollo Económico Local de la London School of Economics (Reino Unido)...
https:papeldearbol-papeldearbol.blogspot.com
PUNTOS SOBRE LA I
Especialistas del BID y autores invitados hablan de la “i”, de innovación, de ideas, de inspiración, de inversión y de su implicancia en las políticas públicas. Porque innovar mediante la ciencia, la tecnología, la creatividad y el emprendimiento transformará la productividad y la calidad de vida de América Latina y el Caribe en la era digital.
Nunca como hoy son necesarios nuevos pilares para emprender la recuperación y la resiliencia que arrastra COVID-19.
El término resiliencia procede del latín (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997), de la palabra resilio, que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. Los diccionarios (Kotlia renco et al., 1997) entiende por resiliencia la resistencia de un cuerpo a la rotura por golpe.
La definición más aceptada de resiliencia es la de Garmezy (1991) que la define como "la capacidad para recuperarse y mantener una conducta adaptativa después del abandono o la incapacidad inicial al iniciarse un evento estresante."
Según la Real Academia Española, el termino Resilencia se define como la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.
La resiliencia no es una cualidad innata, es algo que todos podemos desarrollar a lo largo de la vida, las personas resilientes no nacen, se hacen Las personas que practican la resiliencia: Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. Son creativas. Confían en sus capacidades. Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender.
Hoy en día hay una gran variedad de Test de Resiliencia que intentan medir este constructo.
La discusión se aclaró en el 1er Congreso Mundial de Resiliencia realizado en Paris en febrero del 2012, donde quedó claro que la Resiliencia era un constructo de ocho pilares con el que nacen todos los seres vivos para poder alcanzar su propio bienestar.
Tal migración, fue forzada por la violencia de grupos subversivos o porque surgieron fuentes que alentaron la posibilidad de dejar el lejano poblado y radicar alrededor de las grandes capitales latinoamericanas. Eufemismo "Pueblos Jóvenes".
Hace 60 años, la media de esperanza de vida en América Latina era de 55,7 años. Hoy, es de casi 75 años. Las mejoras en la salud pública, aunadas a aumentos en la calidad de vida y en el nivel de equidad de nuestras sociedades, han llevado a que los latinoamericanos tengan vidas más longevas, precisa un informe del BM en Davos 2020 y en Monttevideo.
Pero esa atractiva acuarela regional, comienza a cambiar drásticamente con la pandemia Covi2019. La gente se muere menos y tiene la cantidad de hijos que quiere tener y no más. Incluso hay parejas que prefieren no tener descendencia.
El Banco Mundial viene remarcando que la población de la III edad es un elemento pasivo para el desarrollo. La población económicamente activa, el tamaño de la fuerza laboral tiende a reducirse, por lo que la capacidad de la economía para hacer frente a las necesidades de quienes ya se han retirado será limitada.
Desde Uruguay vienen estas novedades sobre las preocupaciones que representan los más viejos. El Bono Demográfico que ya va acabándose, en países como Perú lo ignoraron en todos los tonos y formas.
Hoy comentamos la investigación del Banco Interamericano de Desarrollo sobre Economía circular e innovación verd, pilares para la recuperación y la resiliencia post COVID-19.
Matteo Grazzi sostiene que la pandemia nos ha recordado con dureza la necesidad de estar preparados para la llegada de una crisis. Y nos brinda una ocasión única en América Latina y el Caribe para diseñar estrategias de recuperación económica que incorporen elementos de economía circular e innovación verde.
Descubre cómo estos modelos pueden volver a la región más resiliente y dar mejores resultados en términos de reactivación empresarial y empleo.
Estamos experimentando de primera mano la fragilidad de los modelos económicos lineales basados en la producción, consumo y desecho de productos a partir de la extracción y transformación de materias primas. Pensemos en la cantidad de bienes clave para nuestras economías, tales como los productos informáticos y electrónicos, que son fabricados con un uso intensivo de materiales escasos como el indio y el cromo, que no se podrán producir más cuando las reservas de estos metales se agoten.
Además, estos modelos no garantizan la resiliencia a choques externos (como el actual), sino que, al contrario, generan resultados económicos positivos solo hasta cierto punto; o en jerga económica, hasta una “frontera productiva”, más allá de la cual producir y consumir tiene impactos negativos sobre el crecimiento económico y el bienestar humano.
La pandemia nos ha enseñado la necesidad de estar preparados para la llegada de una crisis. Además, ha puesto en evidencia que postergar decisiones que podrían parecer inconvenientes o no estrictamente necesarias en el corto plazo (por ejemplo, invertir en investigación científica o reducir el uso de energía no renovable) puede tener costos enormes en el mediano y largo plazo. En su gran mayoría, los países de América Latina y el Caribe (ALC) no estaban preparados para la llegada de la pandemia, y están aún menos preparados para enfrentar las enormes repercusiones económicas y sociales que podría causar una emergencia climática o medioambiental.
Al tener más del 50% de la biodiversidad del planeta, la región se presenta particularmente frágil y vulnerable al cambio climático. Basta pensar en el impacto que la suba del nivel del mar o los fenómenos climáticos extremos como los huracanes y las tormentas ya están produciendo en muchas áreas costeras y hábitats marinos de Centroamérica y del Caribe, para entender que las repercusiones económicas de una crisis medioambiental podrán ser mucho más devastadoras, al golpear sectores clave de estos países como el turismo, la agricultura o la pesca.
No volver a encerrarse en modelos obsoletos
En este contexto, la economía circular desempeña un papel central para romper el vínculo entre la extracción de recursos naturales y el crecimiento económico.
En la economía circular, el valor de los productos, materiales y recursos se mantiene (o se regenera) durante el mayor tiempo posible, y la generación de residuos se minimiza. La economía circular va estrictamente de la mano con la innovación, que, de hecho, es clave para mover la frontera productiva y desacoplar el crecimiento económico del uso de los recursos naturales, desarrollando soluciones que permiten usar menos tierra, agua, energía y materiales, o usar estos recursos de manera más eficiente durante su vida útil.
Por eso, es importante que los países salgan del encierro de sus economías, sin volver a “encerrarse” en tecnologías de producción contaminantes y en modelos de negocios obsoletos.
En la región latinoamericana, científicos, tecnólogos y emprendedores ya se están movilizado para aprovechar las oportunidades que ofrece la economía circular, diseñando e implementando soluciones innovadoras y verdes.
Por ejemplo, en Guatemala, The New Denim Project de la firma Iris Textiles, logró convertir el desecho textil de las maquilas de jeans en fibra para hilar y confeccionar textiles reciclados de alta calidad. El proceso de fabricación es libre de químicos y utiliza cantidades mínimas de agua y energía. Además, la empresa envía sus proprios residuos naturales de hilatura a otra empresa local que los utiliza como fertilizante natural para su producción de café.
En Brasil, la empresa cosmética Natura, además de ofrecer envases recargables para sus productos de belleza y cuidado personal, utiliza materiales reciclados (vidrio y PET reciclados) o completamente reciclables (“plástico verde”, hecho de caña de azúcar) para sus envases.
En México, la startup Geco, ha desarrollado un plástico fabricado con cáscara de naranja, de fácil y rápida biodegradación, que tiene muchas aplicaciones en las industrias de envasado, embalaje y en muchísimos otros sectores como la industria biomédica. Este caso fue destacado en nuestra reciente publicación sobre emprendimientos científicos.
La economía circular es también central para hacer a los países de ALC menos vulnerables a los riesgos asociados con el sistema de cadenas globales de valor, en términos de fluctuaciones de precio y disponibilidad de algunos insumos básicos.
La crisis del COVID-19 ha provocado una disrupción sin precedentes en las cadenas globales de valor y la región está pagando un precio particularmente alto, debido a su dependencia tanto de la extracción y exportación de recursos naturales (como minerales y metales), así como de la importación de bienes intermedios y básicos de otras regiones del mundo.
Un enfoque circular no solo puede hacer a las economías de la región más resilientes, sino también puede dar mejores resultados en términos de reactivación empresarial y de empleo. Según estimaciones recientes, los modelos de economía circular pueden proporcionar un valor de 4,5 billones de dólares (trillions en el mundo anglosajón) de aquí al 2030, evitando el desperdicio, haciendo las empresas más eficientes y creando nuevas oportunidades de empleo.
VOCES AUTORIZADAS
Un estudio reciente del premio nobel Joseph Stiglitz, Nicholas Stern y otros economistas de renombre internacional, tras analizar más de 700 posibles políticas de estímulo post COVID-19, señala que las políticas orientadas a promover la innovación verde y la economía circular, tales como las inversiones públicas en I+D orientadas al desarrollo de tecnologías medioambientales, generan más empleos y mayores retornos a corto plazo, así como permiten un mayor ahorro de costos a largo plazo, en comparación con los paquetes de estímulo fiscal tradicional. Invertir en la recuperación verde y circular no es un lujo, sino un núcleo esencial de la respuesta a esta y a futuras crisis.
Ya varios países dentro y fuera de la región están reconociendo esta oportunidad. En Europa, han pedido que el Pacto Verde Europeo sea central para los planes de recuperación post COVID-19 de la Unión Europea.
Además, durante la pandemia, la Comisión Europea ha lanzado un sólido Plan de Acción para la Economía Circular, que incluye iniciativas para transformar las economías europeas a lo largo de todo el ciclo de vida de los productos. En la misma línea, Corea está fortaleciendo la agenda del Nuevo Pacto Verde, prometiendo alcanzar cero emisiones para el 2050.
En ALC, Chile, durante las primeras fases de la emergencia sanitaria, ha elaborado una versión actualizada de su Contribución Determinada a Nivel Nacional para la mitigación del cambio climático (NDC, por sus siglas en inglés), y se ha comprometido a desarrollar durante el 2020 una Hoja de Ruta de Economía Circular para los próximos 20 años, reconociendo la importancia que la economía circular tendrá para mejorar el bienestar después de la pandemia.
Una región latinoamericana más circular no es una utopía y los paquetes de recuperación económica post COVID-19 representan una ocasión única para invertir en un modelo de crecimiento económico más resiliente y limpio.
Información complementaria:
División de Competitividad, Tecnología e Innovación del BID.
Matteo Grazzi, Especialista en la División de Competitividad e Innovación en el BID en 2009, investigador en el Centro de Investigación sobre Estudios Latinoamericanos y de las Economías en Transición (ISLA) de la Universidad Bocconi en Milán. Posee un doctorado en Derecho y Economía Internacional.
Simone Sasso, economista en la División de Competitividad, Tecnología e Innovación del BID, cuenta con un doctorado en Economía y Política de la Innovación en la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-MERIT) en Maastricht (Holanda), una maestría en Desarrollo Económico Local de la London School of Economics (Reino Unido)...
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PUNTOS SOBRE LA I
Especialistas del BID y autores invitados hablan de la “i”, de innovación, de ideas, de inspiración, de inversión y de su implicancia en las políticas públicas. Porque innovar mediante la ciencia, la tecnología, la creatividad y el emprendimiento transformará la productividad y la calidad de vida de América Latina y el Caribe en la era digital.
Nunca como hoy son necesarios nuevos pilares para emprender la recuperación y la resiliencia que arrastra COVID-19.
El término resiliencia procede del latín (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997), de la palabra resilio, que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. Los diccionarios (Kotlia renco et al., 1997) entiende por resiliencia la resistencia de un cuerpo a la rotura por golpe.
La definición más aceptada de resiliencia es la de Garmezy (1991) que la define como "la capacidad para recuperarse y mantener una conducta adaptativa después del abandono o la incapacidad inicial al iniciarse un evento estresante."
Según la Real Academia Española, el termino Resilencia se define como la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.
La resiliencia no es una cualidad innata, es algo que todos podemos desarrollar a lo largo de la vida, las personas resilientes no nacen, se hacen Las personas que practican la resiliencia: Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. Son creativas. Confían en sus capacidades. Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender.
Hoy en día hay una gran variedad de Test de Resiliencia que intentan medir este constructo.
La discusión se aclaró en el 1er Congreso Mundial de Resiliencia realizado en Paris en febrero del 2012, donde quedó claro que la Resiliencia era un constructo de ocho pilares con el que nacen todos los seres vivos para poder alcanzar su propio bienestar.