Francisco Carranza
Romero*
(Escribo este artículo en
Seúl gozando de la sauna).
Cuando un ignorante del
mundo asiático piensa o se imagina sobre este vasto y superpoblado continente
hay dos o, quizás, tres posibilidades generales:
1. Gente
de ojos rasgados, de pelo negro y lacio, y de piel amarillenta. Nos estamos
refiriendo a los asiáticos del Extremo Oriente: chinos, japoneses, coreanos, taiwaneses…
Lao Tse y Confucio son de esta área. Siberia blanca también es Asia.
2. Gente
de ojos grandes, de pelo negro ya lacio o rizado y de piel más oscura que
blanca. Son los asiáticos de Medio Oriente y del área de India y de sus vecinos
Paquistán, Nepal, Afganistán... Cito en orden cronológico a tres maestros de
esta zona: Sidarta Gautama (el último Buda), Jesús y Mahoma.
3. Gente
de ojos rasgados o grandes, de pelo negro ya lacio o rizado, de piel oscura.
Son los del sudeste asiático, continentales e insulares: los continentales
vietnamitas, tailandeses, camboyanos… Los insulares filipinos, malayos e
indonesios…
El continente de Asia,
como se ve, es geográficamente tan grande como culturalmente tan heterogéneo.
En
la sauna todos se desnudan
Cuando un visitante americano
(me refiero al continente) u europeo me pide información sobre la República de
Corea, país que más conozco, hablo de la sauna, los saludos, los gestos y de
otras particularidades gatronómicas.
Para que experimenten
la realidad antropológica dentro de la sauna los acompaño preparándolos para la
experiencia espectacular. En cualquier barrio coreano hay muchas saunas que
funcionan las 24 horas. El precio de entrada oscila entre 6 y 8 dólares estadounidenses.
Está al alcance de todos. Generalmente funcionan en los pisos bajos de los
edificios por seguridad de las filtraciones de agua, vapor y calor. El acceso
es común hasta la mesa de pago; luego, dos puertas hacia el interior separan a
los clientes con los íconos de varón y mujer más las palabras en alfabeto
coreano. Por los íconos no hay confusión. Yo no conozco sauna para ambos
géneros.
Cuando los amigos no
coreanos me han visitado, los he llevado a la sauna para que, fuera de bañarse
conozcan la realidad desnuda de Corea. Los zapatos quedan en una caja numerada
cuya llave se presenta al controlador interno quien da la llave de la cabina
para guardar la ropa. Pasando una puerta de vidrio están las pozas de agua
tibia, caliente y fría; habitaciones de vapor seco, húmedo y de rayos
infrarrojos. Los fuertes chorros de agua que salen de la pared cuando se
presiona un botón, es el masajeador hídrico. La gente desnuda totalmente goza
de los espacios amplios. Allí los amigos se encuentran, los abuelos con los
hijos y nietos conversan y se ayudan a quitarse la mugre de la piel con toallas
ásperas.
El extranjero,
naturalmente, primero es examinado de reojo; después, frontalmente. Luego,
pasada la curiosidad, cada cual hace lo que debe hacer para bañarse mejor sin
preocuparse del tiempo porque -si alguien quiere- hasta puede dormir en otros
ambientes secos poniéndose ropas preparadas. Si tiene hambre puede pedir a los
restaurantes que, prestos, llevan la comida. Hay también una sala de descanso
con televisor.
Algunos amigos
mexicanos han gozado de la sauna coreana y hasta han visto a los monjes
budistas de cabezas rapadas y desnudos, sentados en flor de loto recibiendo
chorros de agua fría. Entre los amigos peruanos, uno se sintió incómodo y
sorprendido en los primeros momentos porque no se había imaginado que los
coreanos (tan recatados hasta en el saludo, pues hacen venias a distancia como
para no ser tocados), dentro de la sauna andan desnudos exhibiendo todo; y, de
qué modo.
-Padre, usted, antes
que sacerdote es un hombre -traté de calmarlo-. El cuerpo humano no es un tabú.
Ver el desnudo y desnudarse en la sauna tampoco es pecado.
-Bueno, bueno. Debo
tomar esta experiencia como una lección del viaje y de la vida.
El sacerdote, después
de esta experiencia, afuera se rio con todas las ganas, como si se hubiera liberado
de muchas ataduras: Los prejuicios son culturales. Fue su conclusión.
Loas asiáticos y
americanos antes de la presencia cristiana eran muy amantes de los baños de
sauna. Por eso representaron cuerpos humanos desnudos y actos sexuales en
cerámicas (los mochicas en Perú), esculturas (Kamasutra en India) y pinturas
(en China). Por suerte, los religiosos prejuiciosos no los vieron o no los
dejaron ver; de lo contrario, los habrían destruido.
El autor:
Francisco Carranza Romero*
Profesor de la Universidad de Seúl.
El autor:
Francisco Carranza Romero*
Profesor de la Universidad de Seúl.
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