Jorge Zavaleta Alegre. Cambio16 Madrid http://www.facebook.com/elmercuriodigital/posts/340864609294423?notif_t=share_reply
La reforma agraria que nace y se extiende en América Latina en los años sesenta, ahora no tiene o no debe tener ningún rasgo ideológico sino es una herramienta para desarrollar armónicamente el mundo rural y urbano.
Foto Barash, en una comunidad de Huànuco, Perú |
Constituye una agresión pública cuando la prensa conservadora defiende la intangibilidad de la tierra heredada, cuando más de un propietario reconoció el secular atraso que significó el gamonalismo, base de un decadente sistema económico y social.
El senador Orlando Balarezo – Acción Popular 1981-1985— fue quien tuvo la franqueza de explicar el sentido que guiaba al latifundio. “El campo asna”, fue la frase que brotó de su más profunda intimidad, cuando el Diario Marka reveló que este ex alcalde de Piura se había beneficiado de las arcas del municipio. Abrumado por la crítica y sin más argumentos que expresar, declaró, en los Pasos Perdidos del Congreso, su gran frustración como parlamentario, y elocuente admiración a Mario Vargas Llosa, Silva Ruete y Rafael Merino, amigos de infancia que habían logrado un sitial en la vida del país.
“El campo asna. Si me devolvieran mis tierras no las aceptaría nunca”, sentenció, recordando que cuando regresaba a sus haciendas de sus giras por Europa, la soledad lo atormentaba, porque “no encontraba interlocutor entre los campesinos, porque no sabían leer ni escribir”
El Nobel Vargas Llosa, escribe que en la Piura querida de su infancia y adolescencia han desparecido los “piajenos” y que hay una transformación económica, cuyas sus raíces están, precisamente, en la reforma agraria. http://elpais.com/elpais/2012/03/09/opinion/1331286311_586628.html
En marzo del 2012, cuatro décadas después, la antigua oligarquía, recompuesta en grandes empresas agro- exportadoras, replantea los límites de la propiedad, inclusive por encima de las cuarenta mil hectáreas, propuesta que un grupo de parlamentarios considera aceptable. Pero las pequeñas cooperativas y campesinos parceleros no encuentran respaldo técnico ni financiero para desarrollar sus escasos surcos de las empinadas laderas de los andes. Los ex latifundistas reclaman al Estado el pago de la deuda por la “expropiación” de las tierras.
Los cambios sociales del París 68 movilizaron conciencias en el mundo. En el Perú, la sociedad en general no valoraba la importancia de la democracia. El gobierno militar de Velasco con sus reformas sociales desató entusiasmo popular y también odios fatales, sobre todo cuando las tierras pasaron a manos de los campesinos.
En mayo del 2011, el electorado del Perú votó por una ruta que prometía el impulso prioritario del sector agrario, idea que es un desafío para la humanidad. El desarrollo agropecuario, la reducción de la pobreza rural, la conservación de los recursos naturales y del medio ambiente son una necesidad y alerta a los poderes públicos y de la sociedad toda. Precipitar una decisión jurídica que facilite el retorno al pasado, prescindiendo de la realidad y de la historia sería un traumático retroceso, difícil de ser superado.
El Dr. José Matos Mar, en su reciente libre sobre el Estado permanentemente desbordado, considera que en los últimos 70 años, el país ha vivido una gran revolución de la cultura protagonizada por millones de provincianos del Otro Perú quienes al trasladarse a Lima originaron el mayor cambio estructural contemporáneo.
Revela que entre 1940-2010 la migración provinciana de más de ocho millones de habitantes, a Lima y principales ciudades de la costa, contribuyó, sin violencia, a forjar la sociedad nacional que no existía en el país.
Oleo de July Balarezo,en memoria a Teresa Mestres, La Niña de la Guerra |
Varios especialistas consultados coinciden con este análisis: Sinesio López Jiménez, destacado científico social, egresado de la Escuela de París; y Otoniel Velasco, de la Universidad de Harvard, uno de los fundadores, hace 50 años, de la Planificación en el Perú.
La Reforma Agraria significó el fin de la oligarquía y el nacimiento de un país de pequeños propietarios, marcando el inicio de una sociedad diferente. El desborde popular de los andes a la costa creó la necesidad de edificar una democracia social más allá del voto. Los migrantes que llegaron a desiertos sin ningún servicio constituyen ahora una emergente clase media que va rompiendo aquellos espacios dominados por los resquicios del feudalismo mental.
El antecedente más inmediato de reforma social en América Latina fue en 1963, durante el gobierno de Ricardo Pérez Godoy y Nicolás Lindley. La Ley de bases que creó el Instituto de Reforma Agraria y Colonización inició el proceso en el valle cusqueño de La Convención, que el gobierno de entonces respondió a la emergente guerrilla con un agresivo plan de inversiones en saneamiento urbano y paliativos sociales.
En 1964, el primer gobierno de Belaúnde Terry, promulgó la Ley de Reforma Agraria, que no incluyó a las grandes propiedades de la costa norte y tuvo problemas para ser aplicada. Llega el 24 de junio de 1969 con el Decreto Ley N° 17716, y empezó el radical proceso de transformación del Perú. Alrededor de 11 millones de hectáreas fueron adjudicados a dos tipos de asociaciones: cooperativas agrarias de producción (CAP) para la costa y sociedades agrícolas de interés social (SAIS) esencialmente para la sierra con tierras de secano.
La Confederación Campesina del Perú apoyó la expropiación de las haciendas, pero criticó la formación de estas super - cooperativas y defendió el derecho de las comunidades campesinas a recuperar las tierras de las haciendas adjudicadas a las SAIS.
Al inicio de los setenta, con la Ley Nº 19400, se liquida a las organizaciones de los hacendados: la Sociedad Nacional Agraria, la Asociación de Ganaderos y la Asociación de Productores de Arroz. La segunda etapa de esta reforma, políticamente fue más fácil, pero tomaba más tiempo. La modernización del agro implicaba carreteras, electricidad, asistencia técnica, crédito y sustancialmente una gran transformación en la educación.
Solo algunos valles de la costa se modernizaron por iniciativa privada y no por el Estado. En cambio la agricultura de la sierra de los pequeños parceleros quedó abandonada y es allí donde está la pobreza, y el Estado no responde con reformas en la gestión pública sino con programas sociales de dudosa eficacia.
Las cifras del Banco Central del Perú ratifican que la producción no bajó como consecuencia de la reforma agraria. La producción agraria varía por el clima, si llueve hay un buen año agrícola, si hay sequía hay mal año agrícola.
Si el país dejó de producir menos azúcar fue porque algunas cooperativas agrícolas son un desastre. Los cuadros técnicos de las haciendas azucareras se fueron porque en el exterior - Brasil y Centro América - les ofrecieron mejor salarios, además porque muchos de técnicos, fingiendo lealtad a sus viejos empleadores, no encontraron mejor oportunidad que irse.
El éxito de una cooperativa depende de la calidad de los dirigentes. Hay cooperativas que son todo un éxito. Actualmente, los mayores productores exportadores de productos agrarios son los cafetaleros: cooperativa COCLA de Cusco, Nororiental de Jaén, en el Marañón. Las cooperativas per se no son malas, porque también algunas están comprometidas en procesos de deforestación.
Comentarios específicos merecen los casos de Porcón, en Cajamarca: los primeros directivos fueron ladrones. Los segundos, evangelistas, honestos, han construido una organización con más de cinco mil hectáreas de bosques y están promoviendo una planta de celulosa para producir papel periódico. Es una empresa admirable, un referente para las políticas de reforestación, cuidado de los recursos naturales y definición de los territorios municipales en función sus potencialidades productivas.
La cooperativa azucarera Andahuasi de Barranca funcionaba bien; pero la justicia tarda en atender el reclamo de sus trabajadores contra la usurpación de la propiedad por parte de una comercializadora de alimentos peruano-chilena.
CIFRAS DE LA VERDAD
Por las cifras oficiales y las múltiples referencias de buena producción, la reforma agraria no fue un fracaso. En la costa no ha surgido un empresario agrario nacional sino hay una transnacionalización del nuevo latifundio.
El fenómeno de urbanización es positivo, porque a la larga va disminuyendo la población en el campo. En un país con poca tierra agrícola no produce bienes suficientes. La población rural no ha crecido entre 1993 y el 2007, indican los censos respectivos.
Los gamonales estaban acostumbrados a que el poder político les diera la razón. Pero las reacciones fueron múltiples ante las ínfimas valorizaciones de los bienes agrarios. Sin embargo hay casos ilustrativos de cuan positiva fue la liquidación del latifundio.
Dionisio Romero, dueño del actual Banco de Crédito del Perú, tenía una gran hacienda en Piura. La Ley decía que si el propietario diseñaba un proyecto de industrialización, entonces el Estado le reconocía hasta el 50% del capital a invertir, con bonos de la Reforma Agraria.
El único de los expropiados que utilizó los bonos fue la familia Romero. Puso en marcha la Textil San Cristóbal, que con el tiempo le dio réditos y pudo comprar el Banco Italiano. Ese banco fue intervenido por el gobierno y los italianos propietarios prefirieron venderlo a los Romero. El gobierno no lo expropió. Esa financiera se ha transformado en el grupo económico más importante del país. Pero, resulta que en Piura hasta ahora la gente se queja de la reforma agraria.
En el sur del país la visión es diferente. En Arequipa, donde los valles son pequeños, los hacendados no tenían haciendas sino en el vecino departamento de Puno. La expropiación no afectó a los ex hacendados arequipeños porque ellos mantuvieron el control de los circuitos de comercialización e industrialización. Ya no producían lana de oveja o fibra de alpaca, pero la compraban y la industrializaban.
Hay una actitud muy diferente entre los expropiados de Piura y de Arequipa. En el Cusco, los hacendados más activos se han trasladado al turismo, con sus hoteles y restaurantes. Otros han vendido sus tierras, y hay abogados que están esperando una coyuntura para cobrar más dinero por sus tierras.
Los futurólogos de la economía con desarrollo social son convencidos que sin planificación no es posible hacer país. Las contradicciones de la Reforma Agraria, confirman tal visión. El empresario migrante se va forjando con la unión entre empresas pequeñas y medianas, y los que se quedan en el campo mantienen la mediana propiedad. Los descendientes de una oligarquía agraria atrasada, ociosa e inculta como se observa en La Libertad han caído, muchos de ellos, en la indigencia.
El latifundismo en el norte costeño tuvo algunas excepciones y características de modernidad. Chiclín es una referencia que nació con una familia siciliana, que promovió educación entre las familias de los trabajadores y algunas actividades culturales que marcaron alguna huella en los registros de la propiedad feudal, que después continúan como parte de la industria cultural.
Entre las grandes masas de campesinos de esa industria azucarera superviven recuerdos trágicos. Casa Grande fue el latifundio más grande de América Latina. Atravesaba la costa, los andes y la ceja de selva. Desde el puerto de Malabrigo hasta Cochabamba y Sunchubamba, el paraíso feudal llegaba hasta el caudaloso Marañón. Producía carne y leche para las poblaciones de Trujillo y Chiclayo.
Sunchubamba,representó un fotografía traumática con facetas de terror. Los campesinos pudieron mostrar a los primeros visitantes en tiempos de la reforma agraria, huellas dolorosas e infames. Sunchubamaba era una ciudadela suiza en los andes. Residencias apacibles, un lago artificial, criadero de ciervos, helipuerto, establos de vacas lecheras y terrenos cubiertos de pasto y bosques. Las oficinas de la gerencia general tenían ambientes frescos, paredes recubiertas de caoba, techo con vigas de nogales y finos escritorios de cedro. En uno de esos espacios, sobre una mesa, había un frasco de cristal, medio lleno medio vacío, con formol, en el que flotaban una suerte de camarones rosados. Eran nada menos que lóbulos de orejas, cercenados a los campesinos, conocidos en la lista de los no confiables: “los cutos”
-¿Cuál era el origen de esas orejas?. Los campesinos cuentan que los patrones eran bárbaros, salvajes, contra quienes cometían el desatino de reclamar mejores jornales. Cuatro décadas después, esos descendientes de latifundistas y sus defensores transitan por las calles de Trujillo, Chiclayo y Piura, con el cuerpo y los espíritus empobrecidos o reciclados en organizaciones lucrativas que promueven concursos de marineras, de caballos de paso, apadrinados por empresarios de dudosa fortuna, según renovadas voces de la calle.
UNA VISION DIFERENTE
La reforma agraria no es una actividad permanente, es una intervención excepcional para resolver la cuestión agraria. Por tanto, asistimos ahora a considerar la educación rural ligada a la noción de progreso, que no es una contrarreforma para restablecer los privilegios de una oligarquía sino construir un equilibrio social.
Un recorrido global. El siglo XX con el golpe de Estado bolchevique en Rusia, planteó la existencia de un modelo alternativo que caduca con la caída del muro de Berlín.
La revolución mexicana fue la reacción de una población esclavizada contra los daños causados por el sistema de plantaciones creado en beneficio de la dictadura o del capitalismo extranjero. Dicha reforma conservó su carácter específico nacional.
Las tentativas de Guatemala de 1952 y de Bolivia en 1953 no cambiaron el curso de la historia. Sólo al final de los años cincuenta, tras la victoria castrista, se efectuó, en una parte del Caribe, la alianza entre el pensamiento marxista y la revuelta del campesinado de América Latina.
De allí en adelante la reforma agraria pasó a ser parte de una propuesta de desarrollo con cambio estructural, que apoya la industrialización con justificada intervención del Estado.
Esa no era la única propuesta en los años sesenta; también se postulaba el desarrollo sin cambios estructurales dirigidos y centrada en la modernización tecnológica mediante políticas públicas eficaces. Los EEUU llegaron a incentivar reformas agrarias radicales en Japón (con el antecedente del movimiento del Meiji), en Corea del Sur y Taiwán en la década de los cincuentas. Y después con proposiciones del tratado de Punta del Este en 1961, a través de la Alianza para el Progreso.
Los resultados de esa política no fueron brillantes porque no hubo cambio de estructura agraria ni se logró controlar la tensión social que aumentaba rápidamente. Por esta razón, al perder importancia la hipótesis reformista, la década del 70 se caracteriza por la respuesta militar al malestar de las masas rurales.
Esta política se acompañaba por una revisión global del enfoque reformista. El gran auge de los organismos internacionales se debe a la incapacidad de encontrar un actor alternativo para dinamizar el sector agrario. Una visión reduccionista es incidir solo en los llamados "mercados de tierra y titularidad sobre las tierras rurales". Una verdadera estrategia de desarrollo rural, supone la atención a la agricultura familiar y cooperativa. La educación rural de alta calidad, será la gran respuesta para que los países andinos encuentren respuestas para los cambios tecnológicos, frente al predominio y exclusión social que genera la gran empresa transnacional que exporta lo mejor de la producción local en perjuicio de la salud y la alimentación local.
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