Jorge E. Zavaleta Alegre Corresponsal en Washington DC
El cuento de Blancanieves, de trama sencilla y aparentemente ingenua, esconde un entramado simbólico que, aunque no es apreciable por el niño a nivel consciente, le ayudará a elaborar parte de sus conflictos psíquicos del nivel inconsciente.
La trama del relato gira en torno a los celos que la madrastra siente hacia su hija, celos irreprimibles y, tan desmesurados, que le llevan a desear su muerte.
La reina encarna una doble simbología: por un lado, representa el poder absoluto de los padres (imagen reforzada por su condición de reina); y, por el otro, constituye un ejemplo de narcisismo patológico: pretende ser la mujer más bella del mundo, más bella, por tanto, que su hija, y se siente amenazada por el crecimiento de la princesa, llamada a reemplazar a su madre-reina cuando llegue a la edad adulta.
Tanto es así que, en muchas versiones del cuento (por ejemplo, en la transmitida por los hermanos Grimm), la madrastra manda cocinar algunas partes del cuerpo de la niña apresada por el cazador, con el fin de incorporar sus cualidades.
La madrastra cruel representa para el niño aquella parte de la madre real vivida como temida u odiada. La ausencia del padre, apenas mencionado al principio del cuento y figurado indirectamente en el personaje del cazador, contribuye a intensificar la supremacía del personaje femenino.
¿Cómo hemos de interpretar la actuación de la princesa? La niña percibe inmediatamente la bondad de la pequeña Blancanieves, protagonista indiscutible, y se identifica con ella. Igual que el personaje de ficción, desea adquirir las características de la madre idealizada, esa madre cargada de autoridad y belleza simbólicas en el cuento.
A medida que crece, la hija se encuentra a sí misma más bella que la madre, cuyo envejecimiento se hace patente al alcanzar la madurez. En el relato, el espejo sirve para confrontar a ambas mujeres y, en su mágica objetividad, confirma una y otra vez la superioridad de la pequeña.
La Niña. Dada esta rivalidad edípica, corresponde a la niña enfrentarse al conflicto para asumir su propio crecimiento. Si bien en un principio la princesa opta por huir, el refugio en la casa de los siete enanitos le proporcionará tan sólo un cobijo (material y afectivo) temporal.
Los siete enanitos, que en las versiones más antiguas figuran como una unidad, sin que se les pueda distinguir por su personalidad o por sus nombres, constituyen un contrapunto de la evolución de la joven.
A diferencia de Blancanieves, carecen de vida familiar: no tienen padres, ni esposas, ni hijos. Son como unos niños cuyo desarrollo psíquico se hubiera detenido antes de tiempo, mientras sus cuerpos envejecían al ritmo natural. Junto a ellos, la niña adquiere aptitudes y destrezas de los adultos: aprende a responsabilizarse de las tareas de la casa y del bienestar de sus nuevos compañeros de aventuras, a los que atiende, asea y enseña modales como de verdaderos niños si se tratara.
Sus progresos le preparan para volver a enfrentarse a los desafíos de la madrastra, pero las habilidades domésticas no bastan para asumir las dificultades de su psiquismo. Es entonces cuando Blancanieves sucumbe ante la tentación de la manzana (claro símbolo del desarrollo sexual) y se sumerge en un estado de sueño-muerte que le permitirá después renacer con una conciencia más profunda de sí misma.
Finalmente, la princesa se despertará del letargo gracias a la intervención de su príncipe, convertida ya en una mujer madura.
La «moraleja»
El cuento, por tanto, propone a los niños estrategias psíquicas con las que afrontar los retos del crecimiento, pero sin que se sientan obligados a seguirlas ciegamente. Aquellos que actúen con madurez y responsabilidad, como hizo Blancanieves, alcanzarán un final feliz, que no es otra cosa que la superación de los conflictos edípicos propios de la relación entre madre e hija.
Susana GP.Bibliografía recomendada:
Bruno Bettelheim, Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Ares y Mares, 2006.
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Vivimos en una sociedad en la que uno de los atributos que más se valora es la apariencia física. Muchas mujeres (y también algunos hombres) no son capaces de aceptar la aparición de las primeras arrugas, e intentan disimular su edad.
Con el paso del tiempo la edad deja su huella, y la infelicidad se vuelve cada vez mayor para ellas, ya que no soportan ver como su aspecto físico va cambiando. Pasados los 40, van dejando atrás esa belleza característica de su juventud y aparece la frustración y la ansiedad.
El Síndrome de Blancanienves: ¿qué es?
En nuestro artículo “El Síndrome de Peter Pan y Wendy: Atrapados en Nunca Jamás” hablamos de dos trastornos que tienen el origen de su nombre en dos personajes de Disney. En este artículo, vamos a exponer las características del Síndrome de Blancanieves.
El Síndrome de Blancanieves hace referencia a la es la distorsión de la imagen que una persona tiene de sí misma con respecto de su juventud, belleza o cualidades características de esta etapa de la vida, y la envidia que la persona siente hacia las personas más jóvenes y que considera que son más atractivas.
Betsy Cohen, una psicoterapeuta estadounidense, acuñó el término en uno de sus libros. Pese a que este trastorno no forma parte del DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), los psicólogos prestan cada vez más atención a sus síntomas, que suelen aparecer en muchas mujeres cuando superan los 40 años.
A pesar de que este síndrome es más habitual en mujeres, en los hombres también se han registrado algunos casos.
El Síndrome de Blancanieves: inseguridad y envidia
El nombre de este síndrome está inspirado en la Reina Grimhilde, la malvada madrastra de Blancanieves. Ésta no soporta que haya otra persona más bonita que ella, y siente una gran envidia por la joven y hermosa Blancanieves. La madrastra malvada y vanidosa, pide a Humbert, un cazador, que acabe con la vida de su hijastra y le traiga su corazón.
Ya que Humbert se niega a matarla, la Reina Grimhilde se se disfraza de anciana y va en busca de Blancanieves, para matarla ella misma con una manzana envenenada. La envidia que siente la Reina Grimahalde, hace que no solo quiera matar a un enemigo, sino que su objetivo es acabar con la vida de un familiar.
La persona que sufre este trastorno, igual que el personaje de Disney, siente inseguridad sobre su propia imagen y tiene miedo a la vejez, a no ser mirada como antes, y no acepta las consecuencias físicas del paso de los años. Esta inseguridad causa que sienta envidia hacia las personas jóvenes y atractivas y puede llegar a agredir emocionalmente (en algunos casos puede ser físicamente), con humillaciones constantes, a la persona objeto de su envidia.
Muchos de estos casos ocurren entre madre e hija, pero también puede darse entre suegras y nueras, entre hermanas, entre amigas y en el trabajo. La gran frustración que siente la persona afectada por el Síndrome de Blancanieves, afecta negativamente a su bienestar y le causa depresión y ansiedad.
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Algunas consecuencias de la baja tolerancia a envejecer, le convierten a en una persona obsesionada con su imagen física, pudiendo llegar a la cirugía estética para seguir pareciendo joven. Pese a su edad, quiere seguir siendo una “veinteañera” y se viste como si todavía estuviera en los primeros años de los 20. Además, intenta tener muchas relaciones con hombres para sentirse joven, bella y deseada.
Sintomas del Síndrome de Blancanieves
A continuación exponemos los síntomas más que manifiesta una personas que padece el Síndrome de Blancanieves:
Ansiedad y depresión por no aceptar el miedo a envejecer.
Envidia y afán competitivo ante mujeres más jóvenes y hermosas.
Obsesión por la salud y la belleza física.
Frecuentes flirteos con hombres (la mayoría más jóvenes) debido a la constante búsqueda de aprobación de su apariencia física.
Miedo a estar soltera y búsqueda de una nueva pareja tras la ruptura sentimental.
Envidia hacia las mujeres que llevan una vida de pareja satisfactoria.
Distorsión del autoconcepto y baja autoestima.
Obsesión por mantener la apariencia de juventud, llegando a la cirugía estética en muchos casos.
Tristeza al recordar la juventud perdida y por las cualidades de esa edad que se creen ya perdidas.
¿Cómo superar el Síndrome de Blancanieves?
Las creencias irracionales debido a la presión social que sienten estas personas pueden causar que estas mujeres (y algunos hombres) necesiten ayuda psicológica. Para salir de esta situación, es necesario trabajar el autoconocimiento, la autoaceptación y la mejora del autoconcepto para reducir los síntomas ansiosos. El cambio de las creencias disfuncionales es necesario para recuperar el bienestar y reducir la frustración.
La Terapia Cognitivo Conductual, la Terapia de Aceptación y Compromiso, el Mindfulness o la Inteligencia Emocional, pueden ser formas de terapia efectiva para el tratamiento de este síndrome.
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Jonathan García-allen
Jonathan García-allen
Psicólogo | Director de comunicación de Psicología y Mente
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Jonathan García-Allen (Reus, 1983) es Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona, y cuenta con distintas especialidades. Ha cursado varios posgrados, entre los que destacan el de Gestión de Recursos Humanos por la Universitat Rovira i Virgili, el postgrado en Psicología del Deporte por la UNED y el de Mindfulness e Inteligencia Emocional por la Universidad de Málaga. Experto universitario en Coaching por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Es fundador y Director de comunicación de la web Psicología y Mente, la mayor comunidad en el ámbito de la psicología y las neurociencias.
También ha participado en distintos proyectos: Psicólogo en Meyo App; creador, Director técnico y formador en el Star Camp de la cadena hotelera Iberostar, un programa de animación infantil y juvenil basado en las Inteligencias Múltiples, el Teambuilding y la Educación en valores; y en la actualidad es profesor de Coaching Educativo en la Universidad Libertadores (Colombia).
Autor de dos libros de divulgación científica:
«Psicológicamente hablando: un recorrido por las maravillas de la mente», de Ediciones Paidós.
«¿Qué es la inteligencia? Del CI a las inteligencias múltiples», de la colección Neurociencia & Psicología de El País y con la editorial EMSE EDAPP.
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¿Recordáis a la madrastra de Blancanieves? ¿Qué le preguntaba al espejito? ¿Y qué sentía hacia Blancanieves? Os vendrán a la cabeza imágenes de su expresión de odio y envidia, y su obsesión por parecer más guapa que la joven Blancanieves. De ahí su deseo de envenenarla. Vaya, aprendizajes algo cuestionables de aquellas películas, lo comprendemos porque data del año 1943. Pero ahí lo dejamos…
El Síndrome de Blancanieves hace referencia a la distorsión de la imagen que una mujer tiene de sí misma con respecto a su juventud, belleza o cualidades características de aquella época, y a la envidia que siente hacia las personas más jóvenes y que considera más atractivas.
Como psicológas especializadas en Trastornos de la Conducta Alimentaria, y que vemos diariamente la insatisfacción con el propio cuerpo y todo lo que esto implica a nivel físico y mental, hoy os cuestionamos:
¿Creéis que puede haber una conexión entre la búsqueda constante e inalcanzable de perfección en las chicas jóvenes y este deseo de no envejecer cuando nos hacemos mayores?
Desde Adamia Psicología consideramos que son los dos extremos de una misma constante, y que comparten un claro denominador común: la no aceptación del propio cuerpo (y de la evolución del mismo). Esta obsesión por alcanzar lo inalcanzable lleva a muchas mujeres a recurrir a operaciones de cirugía estética con las que consideran que “se verán más guapas”.
¿Realmente puedo sentirme más guapa cuando a las que veo frente al espejo no soy yo? No es lo mismo cuidarse que cambiarse.
Desde Adamia Psicología consideramos que este tipo de comportamientos mantienen los TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria) y la insatisfacción de la mujer.
¿Por qué nunca estamos bien? ¿Por qué siempre hay algo mejorable? ¿Por qué nunca estamos conformes? ¿Por qué nos da vergüenza decir nuestra edad y nos agrada que nos echen menos años? ¿Acaso hacernos mayores es algo negativo? Si es así, ¿por qué?
En todo esto, la sociedad actual aporta su granito de arena con las malas influencias enmascaradas en las redes sociales, los comentarios, la normalización… frente a un público que muchas veces aun no ha tenido tiempo de desarrollar los recursos necesarios para tener una visión crítica de aquello que ve, simplemente lo asimila e interioriza, y actúa en consecuencia.
Las arrugas, las canas, la celulitis… son maravillosas, implican que nuestro cuerpo evoluciona (¡que estamos vivas!) y que ya no somos unas niñas, somos mujeres adultas. No debemos caer en la inaceptación de nuestra propia evolución, ya que además constituye un modelo pésimo para las próximas generaciones.
Practiquemos más la autoaceptación, el autocuidado y el autoamor. Porque cada una de nosotras es única e irrepetible, en todas y cada una de las etapas de la vida.
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