Francisco carranza Romero
Peruano, quechuólogo, profesor de La Universidad de Corea del Sur-.
Estos días estamos viviendo
con muchos cuidados de salud (cuarentena, distanciamiento, uso de mascarilla y
desinfectantes, restricciones de salida para los longevos y niños, etc.) por la
amenaza de Covid-19 que ocasiona cambios en la vida: pánico, rebeldía,
desconfianza de otros y de sí mismo, clases virtuales, imposibilidad de
consultar libros, uso de ciertas palabras con variaciones semánticas según las
situaciones, búsqueda de salud en la comida, etc.
¿Significados inversos
de positivo y negativo?
Positivo.
Antes usábamos esta palabra con su significado que nos alegraba: beneficioso,
optimista, verdadero, efectivo, afectivo, afirmativo, aceptable… Pero ahora,
cuando leemos o escuchamos de positivo en el análisis de Covid-19 nos ponemos
serios, preocupados, con temor y hasta con tristeza porque se trata de una
desgracia, mala suerte.
Negativo.
Antes su significado original nos ponía en alerta y nos entristecía porque
anunciaba algo malo, triste, pesimista, inefectivo, repulsivo, inaceptable… Sin
embargo, ahora, el resultado negativo del análisis de Covid-19 hace sonreír y
tranquilizar a la persona analizada y a los que la rodean.
Si en la calle escuchamos que tal fulano es positivo,
nuestra reacción inmediata -por vivir los tiempos de la peste- es alejarnos o
evitar el contacto con ese fulano sin pensar en el significado positivo de la
palabra.
Y, si se dice que tal fulano es negativo, dejamos de
preocuparnos del contacto con el fulano. Así, no siempre el adjetivo positivo
causa alegría; ni el adjetivo negativo causa tristeza. Qué relativa es la
lengua.
¿Clase virtual sin libros
digitalizados?
Ante el temor de los
contagios se evitan las reuniones; por tanto, las clases que antes se hacían en
las aulas, laboratorios o campos; ahora se hacen a través de las máquinas con
la figura del docente en una pantalla. Sin embargo, no todas las actividades de
enseñanza y aprendizaje son posibles como la práctica en el laboratorio y la
investigación en los libros porque no todos los libros almacenados en las
bibliotecas están digitalizados ni en los países ricos. Bajo esta realidad, la
clase virtual es sólo un cumplimiento: justificar los salarios de los docentes;
dar el servicio a los alumnos por los pagos realizados (caso de los centros
educativos privados).
Así la peste nos hace volver a los tiempos antiguos en
que el alumno repetía lo que el maestro decía. Era el método del magister
dixit. Sólo los muy inteligentes y rebeldes se atrevieron a cuestionar a lo
que se decía en la clase.
Por la peste ahora
sabemos que las bibliotecas tienen que digitalizar los libros para que los
interesados puedan consultarlos sin necesidad de ir al local. Ahora hay que pensar
en los libros electrónicos que no pesan, no ocupan mucho espacio, no envejecen
ni se apolillan. La ganancia de la editorial y la biblioteca estará en cobrar
por el acceso y descarga del libro. Ante esta necesidad urgente aparecerán,
como en alta mar, los piratas que digitalizarán las publicaciones sin la
autorización de los autores, editoriales y bibliotecas, para luego cobrar a los
lectores interesados. La peste es buena
compañera de los inmorales.
¿Revaloración de la comida
fermentada?
Viviendo los días de
encierro, distanciamiento y de muchos cuidados por la peste he recordado mucho a
mi abuelo materno, Eulogio Romero, quien fue un curandero místico que elaboraba
los remedios, y siempre estaba dispuesto a ayudar en la salud física, mental y
espiritual de mucha gente que llegaba buscándolo hasta de lugares lejanos.
El abuelo Iullu
(hipocorístico quechua del nombre Eulogio) nos repitió muchas veces: Puriqishyayqa
tsunupa kallpanta mantsan:
La peste teme al poder de la papa fermentada.
Así fue que desde niño aprendimos a apreciar la mazamorra de chuño (tsunu
api o tuqush api como dicen en el Callejón de Huaylas).
Sin embargo, no sólo
los andinos peruanos consumimos la comida fermentada. Los coreanos comen también
la verdura fermentada (kimchi) y la pasta de frijol fermentada (dwenjang).
Y los alemanes también comen el repollo fermentado (chucrut). Y qué
coincidencia, el Covid-19 no ha causado muchas muertes en esos países.
¿La comida
fermentada les ha desarrollado buena defensa inmunológica? Me he informado que un equipo de investigación liderado por
el médico Jean Bousquet,
profesor de medicina pulmonar en la Universidad de Montpellier, Francia,
descubrió que algunos productos fermentados como el chucrut y yogur (palabra turca) ayudan
en la prevención del virus SARS-CoV-2, causante del COVID-19.
Cuando he comentado
esto a un grupo de limeños, unos han parado las orejas como dispuestos a hacer
la prueba; pero, una minoría de melindrosos y tercos, ha lanzado inmediatamente
exclamaciones de ¡aj!, ¡puf! con gestos de asco. Innegable, ni la peste puede hacer
repensar a la gente cargada de prejuicios. Es que el tocosh (con este nombre se
comercializa en algunos establecimientos) es comida de los campesinos andinos.
Lo importante es que prepare con muchas medidas de higiene.
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