Papel de Arbol

jueves, 21 de febrero de 2019

El Caballero de la Noche asciende, por Jorge Zavaleta Balarezo


Cine. La película más taquillera de la historia (estrenada con masacre): “El Caballero de la Noche asciende”

Jorge Zavaleta Balarezo (Desde Pittsburgh, Estados Unidos. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Hay que decirlo desde un principio: el final de la trilogía de Batman, en manos del británico Christopher Nolan, no satisface plenamente las expectativas ni la larga espera de cuatro años. Más que un cierre épico y lo que algunos críticos, exagerando la nota, han llamado “la mejor película de superhéroes jamás filmada”, “El caballero de la noche asciende” plantea con inteligencia escenas que se alternan y crea ciertos niveles de suspenso pero ni siquiera es superior a su antecesora, en la que el hoy fallecido Heath Ledger hacía del Jóker.


A diferencia de esa segunda parte, en la que un Batman envilecido prácticamente huía de Ciudad Gótica, en esta nueva entrega no nos rendimos ni por un instante ante el juego de artificio y emociones, ante las escenas que van revelando la maldad insana de un terrorista como Bane, tampoco podemos decir que Morgan Freeman o Michael Caine se crean su papel. Quizá sólo nos seduzca la elástica Gatúbela, rol que desempeña con acierto y simpatía Anne Hathaway. Pero ni siquiera Marion Cotillard roza la veracidad y la maldad de la que verdaderamente es capaz una villana. Así, con los actores desencajados y la escasa esperanza de contemplar un filme de acción que nos haga despertar y nos ilumine más allá de sus evidentes conexiones y metáforas -las alusiones a los atentados del 11 de setiembre de 2001, la crisis financiera de 2008- nos quedamos con la certidumbre que la adaptación del cómic de Bob Kane en el discurso audiovisual es, esta vez, opaca aunque no redundante. Porque hay que reconocer que escenas como la que abre la película -el secuestro del avión- u otras en plena Gotham City -como la destrucción del estadio de fútbol en pleno juego- están elaboradas matemáticamente, con ese sentido lógico que el director Christopher Nolan le ha dado a otras películas suyas, en las que se impone cierta impronta por el misterio y lo desconocido, por la falta de certeza ante lo que vendrá.

Habría que ver en Bane, interpretado por el actor Tom Hardy, no sólo al terrorista destructor y vil, capaz de poner a una ciudad entera en estado de sitio, sino a un malvado que usa y abusa de la tecnología y quien, con un grupo de mercenarios bien entrenados, se despoja de todas sus caretas para decirnos que el verdadero mal no es sino él mismo y que todas las esperanzas y los buenos deseos tienen las horas contadas. Porque Bane, así como los Estados Unidos ven a la amenaza árabe o a todo aquello que intente enfrentárseles, es una piedra en el zapato, incómoda y latente, y es también capaz de someter y torturar a un Batman, al que Christian Bale pone inicialmente en medio del retiro y la falta de convicciones.

Habría que escribir mucho más y en detalle sobre “El Caballero de la Noche asciende”. Habría que decir que su soltura en las escenas nocturnas de persecuciones, con todos los autos de la policía siguiendo a los terroristas y a Batman, se contradice ante la muestra de un Caballero de la Noche que no necesita de mayores estímulos para mutar en pocos segundos de desesperanzado a convencido héroe requerido por las multitudes, un ser necesario a la hora de enfrentar el mal que inunda y amenaza ya no sólo Gotham City sino, como la misma cinta lo deja entrever, el mal que puede estar en lugares tan lejanos para nosotros pero estratégicos para Estados Unidos como Irán, Iraq o Afganistán. 

La película de Christopher Nolan se abre así como una alegoría incluso geopolítica sobre la necesidad de vencer, de una vez por todas, al enemigo poderoso que incluso despoja de sus bienes a los más ricos y los somete a juicios populares, ejecutando de esta manera una venganza contra los estatus de opresión, ventaja y dominio. Si en algo incide Nolan, más que en la muestra cinética de las naves voladoras de Batman o en la voluntad de redención del hombre murciélago, es en la necesidad de ver el terrorismo cono un peligro a extirpar. Como algo que puede -y de hecho lo hace- ocurrir más allá de la propia ficción de la pantalla.

Realizar una lectura de este tipo contribuye a generar un debate sobre lo que se oculta, tal vez inocentemente, en los cómics que cuentan los orígenes y aventuras de superhéroes pero que realmente nos narran caminos sinuosos, conversiones, la presencia de almas en pena o la necesidad de volverse salvadores de un mundo que hace mucho ha caído en desgracia.

“El Caballero de la Noche asciende” no es necesariamente una película aleccionadora y se puede tomar sólo como un caro entretenimiento, con todo el artificio y las truculencias que es capaz de mostrar Hollywood en la era digital. La reacción global del público ante una aventura que prometía ser lo mejor del año ha sido positiva. Se seguirá hablando mucho de ella y aún, realmente, sólo ha transcurrido una semana del estreno mundial. Sabemos que habrá continuaciones y que la franquicia de DC Comics está abierta para surtir esta factoría fagocitada por el interés de Warner Bros. En cualquier caso, la pelea de Batman nunca es definitiva y si esta vez, como dice el título de la cinta, el super héroe “asciende”, ello indica que con esa voluntad y ese deber de salvar a la humanidad, a Gotham City y a sus habitantes, el propio Batman cumple su compromiso gestado desde su niñez cuando perdió violentamente a sus padres. A disfrutar de este entretenimiento de medio año, mientras rondan en la mente críticas de los espectadores más interesados, las verdaderas motivaciones y las estructuras profundas de la historia de un héroe que aún es relevante y mantiene su poder.


Etiquetas: Cine, Jorge Zavaleta Balarezo

Escritor, crítico de cine y periodista peruano (Trujillo, 1968). Es doctor (Ph.D.) en literatura latinoamericana por la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos). Además, tiene estudios de literatura, periodismo, cine, publicidad y análisis político en la Pontificia Universidad Católica de Lima (PUCP) y el Taller Robles Godoy. Su obra creativa incluye la novela Católicas (1998) y una colección aún inédita de cuentos. Ha publicado ensayos y reseñas en revistas académicas como Mester, Variaciones Borges, Revista Iberoamericana, Nomenclatura, Visions of Latin America y Catedral Tomada. Su carrera periodística incluye artículos y crónicas en diarios, revistas y agencias de noticias como Gestión, Butaca, Voces (Perú), Argenpress (Argentina), Notimex (México) y DPA (Alemania). En 1998 participó en el volumen colectivo Literatura peruana hoy: crisis y creación, editado por la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania), con el ensayo “El cine en el Perú: ¿la luz al final del túnel?”.

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Editorial Letralia: Q. En un lugar de las letras (coautor)
Editorial Letralia: Residencia en la Tierra de Letras (coautor)

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Emilio Jorge Corbière
Emilio J. Corbière (1943-2004). Escritor, periodista, abogado y profesor universitario. Fue jefe de redacción de la revista Todo es Historia y redactor de La Vanguardia, La Opinión, La Nación, Tiempo Argentino, Sur, La Razón, El Cronista y de las Editoriales Buenos Aires Herald y Perfil. Colaborador de Le Monde Diplomatique (en español), columnista de la revista Noticias y de las agencias de noticias Edición Nacional de Medios de Buenos Aires y Prensa Latina de La Habana. También cumplió tareas periodísticas en las agencias Noticias Argentinas e Infosic y fue redactor y columnista de las revistas Primera Plana, Confirmado, Cuestionario, Crisis, El Periodista de Buenos Aires, El Porteño, Nueva Presencia, Las Palabras y las Cosas, Descubrir, Reunión y Nueva Sociedad (Caracas). Fundó y dirigió la agencia ARGENPRESS. Integró el Consejo de Colaboradores de Herramienta, revista de debate y crítica marxista.

Entre sus libros figuran: Orígenes del comunismo argentino (El Partido Socialista Internacional) (1984); El mito alfonsinista. Liberación nacional y lucha de clases en la Argentina (1985); El marxismo de Enrique del Valle Iberlucea (1987); Estaban entre nosotros. Argentina y el nazismo (1992); La Masonería I. Política y sociedades secretas (1998); La Masonería II. Tradición y revolución (2001); Opus Dei: el totalitarismo católico (2002); Mamá me mima, Evita me ama. La educación argentina en la encrucijada (1999); Los catecismos que leyeron nuestros padres. Ideología e imaginario popular en el siglo XX (1999); y, Acerca de los «Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844» de Carlos Marx (2000).

Sobre éste tema publicó el ensayo El nuevo Panóptico y la revolución comunicacional (2001), que forma parte del libro colectivo Poder político y libertad de expresión, preparado por el Instituto de Ciencia Política y Constitucional de la Sociedad Científica Argentina y publicado por la Editorial Abeledo-Perrot.

Fue director de la Fundación Juan B. Justo y dirigió Icaria, revista de crítica y cultura. Dirigió la colección “Marx XXI” publicada por la Fundación Juan B. Justo. Presidió la Asociación Argentina Antonio Gramsci, sección de la International Gramsci Society (IGS) con sedes en Roma y en Notre Dame, Indiana (Estados Unidos). Entre sus últimas tareas académicas, fue profesor en la Cátedra Libre “Antonio Gramsci”, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y de la Cátedra Libre “José Carlos Mariátegui”, en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad pública.

Fue jurado para proveer profesores en las carreras de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de Buenos Aires y de la Facultad de Bellas Artes de La Plata. Vocal de la Sociedad Científica Argentina, director de la Biblioteca “Domingo Faustino Sarmiento” e investigador-asociado del Instituto de Ciencia Política y Constitucional de la entidad mencionada. Integró la Asociación Argentina de Filosofía del Derecho de La Plata y fue miembro del Instituto de Derecho Constitucional y Ciencia Política de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires. Estuvo a cargo del Departamento de Prensa y Difusión en la Subdirección de Prensa y Actividades Culturales de la Biblioteca del Congreso de la Nación, donde dictó, conjuntamente con el profesor Juan Carlos Saccomanno, los cursos sobre “Política y medios de comunicación”; “Historia de las ideas y de los partidos políticos”; y, “Pensamiento argentino y latinoamericano”.

Emilio Corbière falleció el 2 de marzo de 2004.

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