Papel de Arbol

sábado, 11 de agosto de 2018

LAS SINFONICAS DE AMERICA LATINA


Jorge Zavaleta Alegre
Los compositores latinoamericanos de la “música culta”, fuera del canon germánico, atraviesa por una difícil elección entre la tradición europea y la de sus propios países. 

Este es un conflicto existencial  de los estados o entes rectores que aún no  han entendido  la creciente demanda popular por su música  regional  y la nostalgia de los grupos tradicionales que  conservan vertientes musicales de la vieja Europa.

Acaso Theodor Adorno no sea la primera referencia a la que habría que recurrir para hablar de un objeto tan elusivo como la música latinoamericana, comenta el Clarín de Buenos Aires. 

Pero el autor de Filosofía de la nueva música, haciendo referencia a la obra de autores “marginales” dentro del canon como Janácek, Kodály o Bartók, avanzó una hipótesis que bien puede servir para una música que, en cierto modo, se encuentra en el margen del margen. 

Dice Adorno: “la música realmente regional, cuyo material en sí fácil y corriente está organizado de manera muy diferente de la occidental, posee una forma de extrañamiento que la aproxima a la vanguardia y no a la reacción nacionalista.” 

No importa aquí si Adorno tenía razón (lo de “material en sí fácil y corriente” no logra ocultar del todo el matiz despectivo), sino el hecho de que la utilización de materiales regionales por parte de un compositor no necesariamente tiene como correlato una posición conservadora en el plano estético o político.

Un breve repaso por la música latinoamericana del siglo pasado (y lo que va de éste) ofrece un panorama en el que la tensión entre reacción y vanguardias es particularmente urticante. 

Porque, ¿en qué consistiría la música latinoamericana? ¿Basta con referirse a compositores nacidos en el territorio que se extiende desde el norte de México hasta la Patagonia? ¿O, independientemente de ese marco, existe algún tipo de criterio estético que permite individualizar algún tipo de corriente musical homogénea a la que sería posible unirle el adjetivo “latinoamericana”? 

¿Es necesario, finalmente, que un compositor recurra a esa música “realmente regional” (como la llamaba Adorno), para ser considerado, en primer lugar, un compositor nacional y, en una segunda instancia, latinoamericano? 

En principio, la referencia a Latinoamérica como un todo es imposible sin un previo análisis de cada una de sus partes, sin una consideración de los complejos entramados musicales (y culturales, en un sentido amplio) de las naciones que la integran. 

En cada una de ellas, la tensión entre la afirmación de una cultura nacional y la influencia de las tradiciones internacionales de las que esa cultura se nutre y eventualmente discute, será abordada de diversas maneras. 

Así, el panteón de los “genios de la música universal” condena a los músicos de la periferia a convertirse en “la expresión musical de su tierra”. En cualquier caso, la música latinoamericana, sea ella lo que fuere, no implica necesariamente que los compositores deban recurrir a la estilización de materiales del folclore de su tierra. 

Un reciente registro de Gustavo Dudamel y la Orquesta Juvenil Simón Bolívar para la Deutsche Grammophon, en cambio, parece darle la razón a la visión más “localista”. 

El compositor argentino Marcelo Delgado escribió un Cancionero regional inspirado en poemas americanos, que cubren desde la América del Norte hasta la Tierra del Fuego. Allí, el cruce entre la tradición local y la música occidental de tradición escrita encuentra otro posible modo de manifestarse: “Creo que los géneros son bien diferentes entre sí”, dice Delgado. 

“La música popular, por ejemplo, tiene una frescura y cierta rebeldía contra lo estructurado que muchas veces es muy fértil, aunque a veces le falta el rigor formal que en el otro campo, el de la música escrita, es una de las preocupaciones fundamentales”. 

Una nueva generación de orquestas sinfónicas está marcando un antes y un después en la música clásica en América Latina. Las orquestas latinoamericanas que históricamente se habían detenido en el tiempo, después del declive de la URSS, numerosos instrumentistas emigraron en busca de trabajo.

Algunos fueron a Brasil, otros a Argentina y a varios países de la región. La sinfónica de San Pablo actualmente es una de las primeras  orquestas Juveniles de América Latina, siguiendo la experiencia  de Venezuela de décadas pasadas.

Otro proyecto interesante es el  grupo de 100 jóvenes de Brasil, Perú  y Colombia que se unen para ensamblar la Orquesta que, por primera vez, se presentó en septiembre de 2017. 

Sin embargo, ha sido un reto muy interesante el poder crear la primera Orquesta juvenil de América Latina”. El repertorio será latinoamericano, la Orquesta interpretará obras de compositores argentinos, brasileros, colombianos y peruanos, así como arreglos sinfónicos sobre aires tradicionales de los diferentes países y obras del repertorio universal, con el objetivo de difundir la música sinfónica del continente bajo una misma identidad latina y un mismo lenguaje musical.

La tecnología al parecer no  es suficiente para romper las islas de incomunicación. El lenguaje musical, con sus múltiples partituras, se extiende por el mundo para buscar la paz, la amistad, la oportunidad de vivir mejor para todos.

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