Jorge Zavaleta Alegre
El Perú asistirá el próximo domingo 7 de Octubre a las Elecciones Regionales y Municipales para decidir quiénes deben ser alcaldes y regidores municipales, gobernadores, vicegobernadores y consejeros regionales para los próximos cuatro años: 2019-2022.
Están habilitados para votar más de 23 millones de ciudadanos. Revisando los programas de gobierno muy pocos candidatos abordan la Educación como premisa fundamental y la Biblioteca Pública como motor de integración social y desarrollo local, como sostiene desde hace varias décadas la UNESCO.
Napoleón Becerra García, del Partido Humanista Peruano, quien postula a la alcaldía de Lurigancho, el distrito de mayor población de Lima. Y Manuel Velarde, actual alcalde de San Isidro, uno de los tres municipios con mayores ingresos del Perú, participa por la agrupación Siempre Unidos, ambos coinciden que el modelo gestión en el cual se involucre la educación y la participación ciudadana es el mayor acierto para el desarrollo local.
Ambos líderes, Becerra y Velarde, reconocen y remarcan la imperiosa necesidad de involucrar a la ciudadanía en el quehacer municipal. En este horizonte, la Biblioteca Pública, es un instrumento valioso para la integración del ciudadano a la vida de su ciudad.
La idea de la biblioteca pública no es nueva en la América Latina. Fue enunciada por Mariano Moreno y José de San Martín, al establecer las bibliotecas de Buenos Aires (1810) y de Lima (1820), nos recuerda la investigación de Luis F. Málaga, destacando estas instituciones públicas que son pioneras en la gran causa de la educación popular.
La Tabla de Notación Interna del Luis F. Málaga y la Tabla de Clasificación Perú de Ricardo Arbulu, son los aportes más importantes de la bibliotecología peruana al conocimiento universal, destacan los estudios de bibliotecología del presente siglo, incluyendo ahora las facilidades de la tecnología que nos ofrece esta nueva etapa del desarrollo contemporáneo.
Sigamos con la Historia de la Biblioteca, la cual fue puesta en práctica por Sarmiento en la República Argentina en 1870 y por Vasconcelos en México, en 1921.
Cabe destacar que mayor dimensión adquiere Sao Paulo (1935) y las bibliotecas Benjamín Franklin, de México, Artigas-Washington de Montevideo y Americana de Managua.
Sin embargo, el concepto de la biblioteca pública que se tiene en forma general está muy lejos aún de los ideales de Moreno y San Martín y la condición de los servicios de biblioteca pública entre nosotros es muy diferente de la que han alcanzado algunas de las bibliotecas públicas pioneras.
La censura del libro durante la época colonial, la restricción a la ilustración popular en la misma época y el complejo económico, político, social, religioso, psicológico y cultural del régimen colonial determinaron la virtual proscripción de la biblioteca como entidad de cultura democrática.
Por eso es por lo que San Martín, que representaba un movimiento de liberación, dio esencia y contenido a la biblioteca pública: libertad de lectura, democratización cultural y oportunidad de progreso educativo y social. Comprendió él, más que adivinó, el papel fundamental que la biblioteca pública debía desempeñar en el desarrollo económico y social de los nuevos países libres.
Las bibliotecas que fundaron Moreno y San Martín se transformaron luego en bibliotecas nacionales, a la manera de las grandes bibliotecas europeas. Sin pretender objetar la creación de nuestras primeras bibliotecas nacionales, creemos que el cambio efectuado en la naturaleza y nombre de las bibliotecas de Buenos Aires y Lima explica la supervivencia durante más de cien años de algunos conceptos heredados del régimen colonial y la influencia de una cultura exclusiva y pretendidamente erudita.
Como una tardía justificación de la idea original y por una necesidad latente e insatisfecha, dichas bibliotecas nacionales han tenido que reabrir parcialmente sus puertas al gran público.
El siglo XIX no vio ningún desarrollo bibliotecario en América Latina, exceptuando las experiencias limitadas de Argentina y Brasil. Esa época fue precisamente la que produjo el formidable movimiento de la biblioteca pública en Inglaterra, Estados Unidos de América, Suecia, Noruega y Dinamarca.
El siglo xx, con las consecuencias de un tremendo desarrollo industrial, tecnológico y económico en Europa y en los Estados Unidos de América, de dos grandes guerras mundiales y de un movimiento universal de justicia, despertó a las repúblicas latinoamericanas a una nueva realidad. Habían permanecido estacionarias nuestras fuerzas económicas y sociales y era necesario apresurar nuestro desarrollo para no atrasarnos en la evolución del mundo.
Entonces es cuando otra vez aparece pujante, pero contenida, la idea de la biblioteca pública. Son las últimas generaciones las que comprenden el mensaje de la educación como un poderoso resorte en el desenvolvimiento de la América Latina. Son también las fuerzas económicas incipientes las que al aparecer requieren adecuados instrumentos de trabajo y son las fuerzas sociales, largo tiempo adormecidas, las que se dan cuenta de que les faltan los elementos que articulen el desarrollo local.
El Estado, aparentemente, no tiene suficientes medios para atender los servicios públicos de una sociedad civilizada. Las fuentes de riqueza permanecen semi explotadas; las masas humanas se debaten en una situación de miseria e ignorancia; no se ha llegado a establecer un orden jurídico ni se ha estructurado una verdadera democracia.
La educación de las masas en nuestros países de escaso desarrollo económico y cultural es uno de los grandes propósitos de la literatura de las principales instituciones del mundo.
La biblioteca pública ya no será un depósito de libros ni un refugio de escritores desafortunados. Superando esa etapa de infantilismo, la biblioteca pública será una agencia de educación fundamental, que colabore en la ardua tarea de salvar para la cultura a los pueblos. Será también una agencia de educación complementaria de la escuela y de formación de la futura clientela de lectores.
Asimismo será una agencia social de servicio que preste información, consejo, recreación y guía al niño, al adolescente y al adulto, que escapan al radio de influencia de la educación formal, cualquiera que sea su condición social, nacionalidad, raza, credo, idioma o profesión.
Por último, las bibliotecas públicas de las ciudades más importantes del mundo son agencias de civismo, al servicio de los altos intereses colectivos y de los supremos ideales humanos, que inspire la conciencia social del individuo y del grupo, que contribuya a fomentar la actividad creadora del pueblo y que sepa encauzar las aspiraciones altruistas de los elementos más calificados de la sociedad.
La biblioteca pública, como la escuela, tiene que adaptarse en cada país a las condiciones peculiares del medio físico y social si se quiere que sea un organismo vivificante, sensible a los requerimientos del hombre e identificable con su destino. Sin duda este tema no se agota en una crónica…Nuestros municipios esperan mucho de sus futuras Bibliotecas Públicas, como centros cívicos de la ciudad que nos cobija.
*Jorge Zavaleta Alegre
Corresponsal en America Latina
El Mercurio de España
Diario16 de Madrid
Panoramica de Milán
Tandilnews Argentina
Editor de Papeldearbol
papeldearbol@gmail,com
Perú-EEUU-Emmitsburg
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