Gran crónica de Natalio Blanco. Mi gratitud, siempre, a Manuel Dominguez, PapeldeArbol,W.D.C.
La
poeta sevillana María Domínguez del Castillo presenta su primer poemario,
Presente y el mar, alabado por Luis García Montero
Por
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25/03/2017
Foto
de José Joaquín Domínguez del Castillo.
Está a punto de cumplir 20 años y su
carrera literaria ya vuela entre versos y metáforas desde hace años, pero lo
hace sin prisas, disfrutando el momento y sabiendo que este mundo es una
carrera de fondo con innumerables obstáculos. Mientras tanto, prosigue su
formación universitaria en Granada en Literaturas Comparadas. Presenta su
primer poemario, Presente y el mar (Esdrújula Ediciones),
alabado ni más ni menos que por todo un Premio Nacional de Poesía como es Luis
García Montero. “Cómplice ya de un existir pleno de espumas, noticias, espejos,
mitos, puentes, lluvias y archivos, para crear con pie firme sus recuerdos
futuros”, dice de ella. Ahí es nada.
¿Qué piensa cuando todo un Hijo
Predilecto de Andalucía como Luis García Montero le dedica estas palabras tan
elogiosas de presentación: “Decidida a saberse y a darse a saber, vivo deseo de
cantar”?
Pienso lo mismo que en el caso de que
no hubiese sido nombrado Hijo Predilecto. Me habla, me escribe, un profesor de
literatura, un lector, un poeta y un ser humano. Por tanto lo que aprecio y
agradezco es la sinceridad, el entendimiento, quizá cierta identificación, la
lectura y el tiempo. Y sea o haya sido poeta de la experiencia, de “una
sentimentalidad otra”, o si hubiera sido novísimo, o ultraísta, o del desgarro
o del exilio (todos los poetas sufren o viven en una suerte de exilio), le
agradecería lo mismo: el tiempo y el entendimiento. (Quizá así lo quisiera él,
creo).
Poesía y prosa. Géneros tan dispares
no encuentran línea divisoria fácil en su escritura. ¿Es así como concibe el
acto creativo y literario, como un todo unificador?
Sí que hay una línea, no
estrictamente divisoria, pero sí una línea entre poesía y prosa en lo que
escribo. Cultivo ambas, si se refiere a eso, a la publicación más reciente En
cambio el silencio. Es cierto que se trata, al menos en mi caso, de un
proceso distinto, un acercamiento distinto, en el caso de la prosa. Pero sí, es
una prosa bastante –según llaman– poética, lírica. Escribo de manera que ha de
haber un absoluto compromiso del contenido con la forma, lo que, se dice, suele
caracterizar a la poesía (digo suele porque no sé hasta qué
punto esto es así en las masificadas publicaciones del siglo XXI).
“EL POEMARIO ES UNA MULTIPLICIDAD DE LECTURAS,
SUGIERE EN LUGAR DE DECIR, ES UNA APERTURA”
Sí creo que la división o
clasificación en géneros es incierta, es bastante ilusoria. Estos conceptos tal
y como los entendemos ahora son relativamente recientes. Lo cierto es que no
hay definición atemporal, momificada, inmutable. Se trata de conceptos de una
extrema historicidad, y en la mayoría de los casos, constituyen intentos de
abstracción. Schlegel hablaba de la simpoesía o poesía transcendental, una
suerte de obra inacabable, a la que se tiende, que busca abarcar todo tipo de
discurso, de registro, incluso de género, rompiendo las fronteras de los
géneros pétreos, dando cabida también, en su seno, en una misma agua
discursiva¸ como dijera Lezama Lima, a la filosofía, a la política, a
la propia teoría, a su propia crítica. A esto me ha conducido lo que decía
cuando hablaba de “un todo unificador”. Pero no, no pretendo unificar. Unificar
implica, en cierta medida, la elisión, la exterminación, de la diferencia, la
sacralización, la fijación, de lo semejante o igual. No busco eso. Se trata de
la polifonía, de la intercomunicación, un concepto más democrático.
Con esto, me atengo a la pregunta. Es
cierto que en la prosa que he escrito y estoy escribiendo, doy cabida no solo
al discurso poético, sino que permito la convivencia del poema y del teatro,
pero esta prosa, a su vez, está diferenciada de la poesía. Hay unas reglas.
Estas reglas no son comunes ni eternas. Pero he de hablar de cierta depuración,
de un ritmo, una versificación (o una no versificación), ciertos elementos de
repetición, la carga semántica. En fin, un todo, pero no unificador.
Pese a todo, imagino que este
poemario supondrá más que nada un acto de presentación de lo que constituye su
universo creativo a grandes rasgos.
En términos generales, sí. En Presente
y el mar aparecen cuestiones recurrentes, obsesivas, en lo que escribo
o he escrito –es decir, en lo que vivo y concibo y pienso-. El azar y el
absurdo, la convención frente a la arbitrariedad, un concepto total del tiempo
y el espacio, del individuo inserto en estos dos, la fragmentariedad del yo, el
yo y el otro, el concepto de sujeto, el individuo y la colectividad. Pero
también cuestiones sociales y metaliterarias. En cuanto a “mi universo
creativo”, no se trata de un universo distinto, el cual apropie. El poema crea
o dice una realidad, que no impostora mímesis de la realidad, del
mundo “de fuera”. Y en esta realidad conviven la contradicción, la paradoja,
las voces diversas y los ojos.
“NO CREO QUE LAS ETAPAS VITALES MARCADAS POR LA
BUROCRACIA DEFINAN AL SER Y EL ESTADO DEL SER”
¿Qué es Presente y el mar?
¿qué ha querido transmitir con este trabajo de presentación en el siempre
difícil mundo de la literatura?
Comienzo por la segunda, para luego
responder a la primera. No importa lo que “el autor haya querido transmitir”.
Con esto quiero prevenir de una equivocada lectura biografista. Tampoco me
estoy acercando al formalismo, al inmanentismo de principios del siglo XX. El
poemario es una multiplicidad de lecturas, sugiere en lugar de decir, es una
apertura. El poema está abierto, es negación y afirmación, por lo que lo
social, lo puramente formal, la experiencia, la metaliteratura, el juego
literario, no se excluyen entre sí. Por tanto, ¿qué es Presente y el
mar? A pesar de un aparente hermetismo, constituye una apertura. Una
apertura hacia un lector activo. Esta idea la tuve quizá menos presente en los
primeros poemas que escribí y que incluí en el poemario. Ahora estoy trabajando
esa apertura mucho más.
Lo que ha de tenerse en cuenta es que
el mundo de la literatura (es decir, el mundo en el que esa “literatura” se
crea y se lee y se vende y se comercializa) no es uno distinto, sino el mismo
suelo que pisamos.
Aún es una universitaria y ya se
atreve con la publicación de un libro. Imagino que el temor y la ilusión se
dividen a partes iguales, ¿no?
No creo que las etapas vitales
marcadas por la burocracia definan al ser y el estado del ser. Probablemente
muchos autores que publicaron en la edad madura pudieron sentir este temor o
esta ilusión. Respuesta fácil: si se decide o se accede a publicar, el temor ha
de ser sobrepasado por otra cosa –no ilusión, no en mi caso al menos, pero otra
cosa-. Aunque también hay cierto masoquismo en las decisiones del poeta, y
también hay decisiones o actuaciones precipitadas o impulsivas. Todo eso tiene
mucho que ver.
La respuesta menos fácil: no siento
“temor” o “ilusión”. Hay tal vez aceptación e incertidumbre. La poesía es
también cierto acto revolucionario, esperanzador y esperanzado, aun cuando está
inmersa en el mayor derrotismo u oscuridad. Si no, el poeta simplemente (o no
tan simplemente) hubiera dejado los versos en un cajón. Que más tarde algunos
editores sacarán del cajón, después de muerto, y publicarán. Quizá yo en algún
momento guarde los folios en un cajón.
En cuanto a la incertidumbre respecto
a la propia escritura, a las críticas y a la crítica, al error: al principio
existe ese temor. He sentido ese temor al firmar el contrato de mi publicación
próxima. Lógicamente no voy a decidir ni a acceder a publicar algo que no me
satisfaga, que no me satisfaga al menos un poco en ese tiempo presente. Que no
me satisfaga en un futuro es otra cuestión. Como lo entendieron Shklovski,
Jakobson, Barthes o Rubén Darío, he entendido que hay que aceptar el tiempo.
¿Es más la expectativa de lo positivo
o el enfrentarse a lo negativo lo que la empuja a entrar en este siempre
proceloso mundo de la literatura?
Es una dicotomía curiosa. Y, como
decía antes, son dos conceptos, dos posibilidades, que no se excluyen, que
pueden convivir. Aunque suelo preferir no tener que hablar de mí, sino del
texto en sí, ambas dimensiones están presentes en este conflicto entre lo
positivo y lo negativo.
En primer lugar, realmente no me he
detenido a pensarlo. Al menos, no es lo primero en lo que pensé. Así, en un
inicio, no me impulsan ni la posibilidad de lo positivo, ni la posibilidad de
lo negativo. Es el texto, el texto se impulsa a sí mismo. Si el poema está en
el poemario, si se ha publicado, es porque el poema, por sí mismo, en algún
momento, ha podido funcionar. Ya lo desmentirá o lo confirmará el tiempo.
Un aspecto indudablemente positivo es
el hecho de que entrar en ese mundo te permite adquirir una
consciencia no de lo consagrado y empolvado, sino de lo que se está escribiendo
ahora, de cómo se está escribiendo, de lo que no se escribe, de cómo no se
escribe.
“HAY CIERTO MASOQUISMO EN LAS DECISIONES DEL POETA”
En cuanto a un plano más personal, no
hay “expectativa” de lo positivo. Pero sí es cierto que en alguna ocasión he
podido creer en el funcionamiento de un poema, he podido pensar favorablemente
en cuanto a su recepción o lectura. Hay poemas que ahora me rechinan. Sé que
probablemente haya críticas y crítica, afiladas o perniciosas, justas o
injustas, objetivas o subjetivas, con algo de verdad o con algo de mentira. Es
una realidad que no se puede ignorar, pero que al mismo tiempo impulsa a la
búsqueda –del poema, de la forma, de-. De algo. Como decía, hay que aceptar el
tiempo.
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