PhD por la Universidad de Pittsburgh
Crónicas publicadas en Proyecto Patrimonio, de Chile y en algunos medios del Perú
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La siguiente es una de la decena de cronicas del autor. Haga clinck
Vera Drake: Cruda, real y tensa
Por Jorge Zavaleta Balarezo
La obra cinematográfica del británico Mike Leigh (Salford, 1943), comenzó con Bleak Moments (1971), la cual, al fracasar comercialmente, lo condujo hacia el teatro y la televisión. En Lima hemos visto Secretos y mentiras (1996, Palma de Oro en Cannes y nominada al Oscar), Career girls, sobre dos compañeras universitarias, y la lograda Naked.
Desafortunadamente no han llegado por aquí otros de sus interesantes trabajos como Grandes ambiciones, premiada en Venecia a fines de los años 80; La vida es dulce, comedia dramática urbana; o Topsy-Turvy, un "biopic" acerca de los compositores Gilbert y Sullivan. Antes de Vera Drake realizó Todo o nada, sobre la difícil vida de un taxista y su familia. La ironía, la sátira y la crítica social caracterizan, pues, a sus películas.
Estamos ante un relato tenso, dramático, que roza el hiperrealismo y contiene crudas escenas, las cuales llaman, de inmediato, a una reacción crítica. En el Londres de los años 50, la mujer del título, Vera Drake, es una hacendosa y ejemplar ama de casa que esconde un rasgo que ella nunca creerá motivo de culpa: practica abortos a mujeres desesperadas en una sociedad represiva y puritana.
Esta "ausencia de culpa" en la protagonista (interpretada eficientemente por Imelda Staunton, nominada al Oscar), es un asunto clave en este polémico filme pues, a partir de esa actitud, es que se pueden analizar los diversos grados de censura social propios de una conservadora nación europea que aspiraba a un renacimiento.
Leigh ha puesto especial énfasis en la construcción dramática, eligiendo personajes parcos, grises o desmotivados, como los miembros de la propia familia de Vera -su hija y el prometido de ésta, o su esposo- en contraposición a otros que quieren hallarle un sentido más optimista a la vida (su hijo o la cuñada de su esposo) pero igual resultan golpeados por la tragedia familiar que es el descubrimiento de la actividad ilícita de la protagonista.
Así como se recurre a una fotografía de rasgos veristas, en cuya granulación se advierte esta opción, la trama está sustentada por una ideología en la cual, de ningún modo, el cineasta es juez y parte, pero tampoco un simple y frío observador. Leigh presenta, por ejemplo, los distintos tratos ante una misma situación: la chica adinerada que es llevada a una clínica y atendida regularmente a pesar de que se la va a practicar también un aborto, en contraste con las jóvenes o señoras de otra condición social que utilizan los servicios de Vera como un verdadero auxilio para sus vidas.
Queda claro, asimismo, el cuestionamiento a un mundo de represión e ignorancia. Una sociedad hipócrita que basa sus leyes en sus propias carencias. Y observamos a una Vera Drake, finalmente procesada por la justicia, quien, convencida cual mártir cristiana, cree que ella solo está ayudando a la humanidad, evitando mayor sufrimiento. Esta postura, sin duda, será la que más impacto provocará en una polémica entre anti y pro abortistas.
Y es en este punto, también, que Leigh será cuestionado por el solo hecho de hacer una película donde a muchos no les quedará claro si él es un defensor del aborto o solo el hacedor de una historia que pone en cuestión un tema tan público como actual.
Leigh basa su discurso mostrando el ejercicio reprimido de una sexualidad que puede llegar a ser desaforada pero que, y esto es lo negativo, puede hallarse en las fronteras de la ignorancia o del aprovechamiento más inescrupuloso, al que representa, por ejemplo, la mujer que le encarga cada trabajo a la protagonista, aprovechándose de sus convicciones.
Con Vera Drake, su autor, que emula con éxito y recursos propios la fuerza y tensión bergmanianas, ofrece un retrato individual y colectivo, impecable en su realismo. El rostro de Imelda Staunton, ante la inminencia de su castigo en la corte, es de un sufrimiento e impotencia extremos, quizá comparable al del dolor de la progenitora de Madre e hijo, al de Ana Magnani en Bellísima o en Roma, ciudad abierta, e incluso recuerda al de la desesperada madre en la secuencia cumbre de las escaleras de Odessa en El acorazado Potemk
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