Los obispos del Perú, con ocasión de la Semana del Migrante y su Familia, recogen el mensaje del papa Francisco para denunciar “el escándalo de la pobreza en sus diversas dimensiones” y se propone una actitud que pone como fundamento la “cultura del encuentro” para “construir un mundo mejor”.Las estadísticas de migración global indican que hay 232 millones de inmigrantes, de los cuales la mitad son mujeres, y 45 millones se encuentran en condición de refugiados en el mundo.
En el Perú se han registrado 1,137 según Acnur, destacando las nacionalidades cubanas, colombianas, palestinos, bengalíes, entre otros.
En el Perú los compatriotas retornantes, entre 2000-2012, son 242,000. Tres millones viven en el extranjero, es decir, 10% de nuestra población nacional.
El drama que dan a conocer los obispos incluye un tercer grupo: la trata de personas, en su mayoría en “regiones de la Selva, donde la extracción de oro ha fortalecido la trata con fines de explotación sexual”.
En las ciudades cercanas a las minas, las niñas terminan explotadas en clubes nocturnos, bares y burdeles. La División de Investigación de la Policía da cuenta que en los últimos cinco años las víctimas superan los 2,700, casi en su totalidad mujeres.
La migración interna reciente bordea el millón y medio, y aún queda pendiente una inmensa deuda con los desplazados por la violencia del conflicto armado interno.
Ya la Comisión de la Verdad y Reconciliación suscribió la muerte de 70,000 personas, cifra conmovedora, y cuyas víctimas, en parte, aún siguen esperando atención a problemas esenciales.
Creemos que estas distintas formas de violencia tienen sus raíces en la pobreza. La cultura del encuentro es una tarea de todos, en tanto las familias tengan acceso a recursos para la prevención de la violencia.
En el Perú, alrededor de 114 menores han sido asesinados el pasado año: el 66% son niñas y el resto, niños. El 23% de los asesinatos fue cometido por las propias madres.
Lo nuevo de este diagnóstico fatídico es que desde marzo último existe un acuerdo interreligioso en el Vaticano, suscrito en Roma, con el objetivo de erradicar las modernas formas de esclavitud y el tráfico de personas en todo el mundo antes de 2020. Además, invita al resto de iglesias cristianas y confesiones religiosas.
“Nuestro mundo –precisa el documento – debe liberarse de estos terribles males. Estas personas no serán olvidadas. Vamos a caminar con ellos hacia la libertad.”
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