Papel de Arbol

miércoles, 26 de febrero de 2014

LA FAMILIA REPLANTEA EL FUTURO, DESDE LOS ANDES






Jorge  Zavaleta Alegre

La familia recupera con lentitud su espacio en el debate político y en las decisiones de  Estados más desarrollados, en tanto no se caiga en el dogmatismo de la economía frente a lo social            que pospone el tema de fondo. No se puede disminuir la frustración familiar sin políticas públicas sólidas para la Familia, empezando por las aldeas más alejadas de un continente de geografía agreste y rebelde, poblada por niños y ancianos huérfanos de apoyo y en condiciones de extrema pobreza, cuyas cifras no siempre expresan objetivamente la dimensión del drama humano.

Reaparecen “Libertad, Igualdad, Fraternidad”,  como principios  de la sociedad moderna, después de la caída del Muro de Berlín que  cambia el rol hegemónico del Estado.

“La visión económica del desarrollo es una visión suicida a largo plazo”, argumenta Javier Iguíñiz, investigador    latinoamericano, ahora secretario técnico  del  Acuerdo Nacional del Perú, con la misión de alentar el cumplimiento de  los planes y leyes  contra la pobreza y su trágica incidencia  en el presente y futuro de LAC.

“Si se insiste en que lo económico es lo principal del desarrollo, que es la vía para lograr todo lo demás, mientras la desigualdad sigue creciendo, estamos ante una bomba de tiempo fenomenal”
Esta advertencia, corroborada por diversidad de indicadores y estudios, concentra su atención en el camino al desarrollo  económico,  en particular en el de la agricultura, sobre todo la andina, está en grave riesgo. Las alusiones a la gran capacidad  de emprendimiento del poblador andino, sin el respaldo orgánico del Estado, se diluyen en frustración y en  algunos casos se traducen en la ponderación  de testimonios de éxito, sin el menor análisis,  por los medios de comunicación.

El riesgo en la Región consiste en avanzar la desindustrialización y a la vez la “desagrarización”,  confiando, una vez más en los recursos naturales explotados a gran escala, incluido el gas y el petróleo en las profundidades de la Cuenca Amazónica.

Los ajustes estructurales de principios de los 90 no han quedado totalmente en el pasado como tampoco los cambios institucionales  necesarios en el Estado y en el agro. Tres son los grandes obstáculos: Empleo,  centralismo y el desamparo en el que viven, de manera irremediable   grandes sectores.

Estamos en la época  del “crecimiento sin empleo”.  El reto de la descentralización constituye un desperdicio de  recursos naturales, un gran desarraigo  personal, una expropiación  del derecho a participar en igualdad de condiciones en la economía,  política y  cultura en general. Las  tendencias  principales  del proceso centralista, son además de la concentración en las principales urbes.

El  Acuerdo Nacional del Perú señala que el  impacto de la crisis sobre el desarrollo campesino supone darle un peso mayor a las relaciones económicas entre productores que compiten entre sí diversos  contextos de mercado.  Quizá la mejor opción  es la de transformar  recursos naturales in situ antes de trasportarlos. Los empresarios quieren situar  sus fábricas ahí donde  exista  el mercado más grande.

El problema  más difícil de resolver, incluso a largo plazo, es el de la economía agraria en la sierra. El aspecto  tecnológico, es el que más estudios económicos ha motivado recientemente.  La costa  necesita  prácticamente de leyes, por ello esta región es fuente de optimismo para muchos. La sierra, por el contrario, es para muy pocos.  La selva, rica pero frágil,  misterio evasión.

La  agricultura de la sierra peruana es estacionario desde la reforma  agraria del 1969, que aplicó el gobierno militar, anulando los proyectos de todos los movimientos insurgentes, después de Cuba.  
 En los últimos años en el Perú se ha logrado una reducción de la pobreza  entre 10 a 15 puntos porcentuales, reducción que se refiere solo a la pobreza monetaria. La demanda real es por una mejora en la calidad de vida de los ciudadanos.

“La pobreza de ingreso baja, pero la pobreza vista más ampliamente aumenta en otras esferas de la vida, que quedan desatendidas por el enorme esfuerzo que hay que hacer para obtener ese ingreso”. Se debe mejorar la situación laboral de los trabajadores, desde un incremento salarial hasta la facilidad para que éstos puedan mantener las obligaciones que tienen con su familia.

“Si se insiste en que lo económico es lo principal del desarrollo, que es la vía para lograr todo lo demás, mientras la desigualdad sigue creciendo, estamos ante una bomba de tiempo fenomenal, porque no podemos decir que lo más importante es aquello donde la desigualdad aumenta más. Estamos fabricando frustración”, coinciden los  talleres y estudios del Acuerdo Nacional peruano: 
“Una sociedad subdesarrollada ofrece pocas oportunidades (…) Un pobre, en este enfoque, es una persona que está atada a su propio destino”

CALIDAD EN LA EDUCACIÓN
 Es fatal afirmar que la calidad de la educación dependa del nivel de ingreso económico de cada familia. Es  antiético que el progreso está teniendo en la educación esta relación perversa.
Una adecuada ecología seria la toma en cuenta componentes tanto modernos como tradicionales. El problema de la escasez de la tierra  es de más difícil solución. Todos juntos  configuran un problema de empleo. Los resultados en quienes usan los recursos tecnológicos son impresionantes.

En las chacras más pequeñas, con menos  de 100 kg de semillaje, el porcentaje de charcas con pérdidas es significativamente más  alto (56%) en el balance monetario y 81%  en el balance total, que en las chacras más grandes, alrededor de 40% para maneras de calcular balancees, aunque las pérdidas son de cuantía en las granes. La principal fuente de ingresos del campesino andino y su principal vía de progreso es la actividad agropecuaria.

REFERENTES
Los  ingresos de la actividad agropecuaria llegan por lo menos al 70% de los ingresos totales. Cuanto más pobre es la comunidad, más se apoyan las familias en la crianza de animales, evidentemente el impacto de los ajustes y de cualquier otro tipo de causa dependerá en gran medida de la combinación de actividades del  campesino.

En aquellos  lugares donde  la actividad complementario más importante es el trabajo asalariado, el deterioro ha sido mayor que donde esa  actividad es artesanía.

En la sierra  el 26%  de los explotaciones agropecuarias tiene menos de una hectárea, el 52 % posee un  superficie menor de dos hectáreas  y 78  tiene tierras cuya extensión es menor  de  5 has. En estos rangos se encuentra pues la inmensa mayoría de campesinos. En la medida en que dichas disociación urbano-rural  progrese, debe tener efectos de largo plazo sobre el desarrollo del agro serrano más alejado de dichas ciudades.

ALGUNAS CONCLUSIONES
La crisis financiera internacional afecta de manera directa, aunque diferenciada, a los países de América Latina, a la población rural, y en particular a la pobreza rural, de once países latinoamericanos: México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Brasil, Bolivia, República Dominicana, Paraguay y Perú.

La crisis nos llega con más fuerza de lo esperado y es posible que sus efectos duren más de lo originalmente estimado, porque se presenta en un quinquenio en el cual se registró la expansión más acelerada (y probablemente sostenida) de los últimos 30 años en América Latina, con importantes metas logradas en torno a la reducción de la pobreza e indigencia (CEPAL)

Los efectos de esta  crisis son: a los hogares de menores recursos a través de al menos tres mecanismos: Menores ingresos por menores oportunidades laborales. Menores ingresos por reducciones en la remesas de migrantes; y reducciones en el gasto público, en particular el gasto social (que puede afectar a los más pobres mediante las disminuciones en sus ingresos o en su consumo).
La frágil institucionalidad pública relacionada con el medio rural y con el sector agropecuario dificulta imaginar que se logre desarrollar políticas complejas que combinen estrategias de mitigación de corto plazo con acciones de mediano plazo.

En países donde se han desarrollado políticas anticrisis específicas en el sector agricultura, como en el caso peruano o el nicaragüense, estas se reducen a generación de empleo temporal o ayudan a cubrir los costos de producción (insumos) de los productores agropecuarios. A ello hay que agregar  una diversidad de programas  impregnados de acciones sociales, desde  el MIDIS, MIMP, DEFENSA NACIONAL y la inversión en infraestructura en educación, Gobiernos Regionales, aunque con clara indiferencia y  preocupación de la tecnocracia  neoliberal y de las  grandes empresas monopólicas enraizadas  desde hace décadas y observan el viraje  de la sociedad comunal  a partir de las economías familiares.

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