Papel de Arbol

domingo, 20 de octubre de 2013

INFLUENCIA DE AFRICA EN EL PERU


Jorge Zavaleta Alegre.- Cambio16-Madrid.-

Una síntesis de la historia del Africa en el Perú nos ofreció el Centro Cultural "Inca Garcilaso", de la Cancillería peruana, con motivo del  "Día de la amistad peruano-africana". Fueron  convocados destacados intelectuales y la conferencia principal estuvo a cargo de Eduardo   Arroyo, poeta, sociólogo, doctor  en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.

A continuación ofrecemos una síntesis de su exposición, en la cual describe el recorrido de los africanos para llegar a Latinoamérica y el Perú y la serie de aportes que nos trajeron en el campo  de la lengua, literatura, música, danzas, deportes, comidas, costumbres y los procesos de fusión cultural que enriquecen el alma y la vida del Perú, fusión que aún en la sociedad regional no es plenamente identificada ni valorada:

Hablar de África es referirse a la cuna de la humanidad. Así lo indican los más antiguos hallazgos de homínidos encontrados en el corazón de dicho continente. Por lo tanto, en nuestro ADN llevamos elementos de la herencia africana; más las mujeres, cuya estructura mitocondrial les permite almacenar mayor trascendencia del pasado. En sentido amplio, todos los seres humanos seríamos afro-descendientes.

África es un continente inmenso. Podríamos hablar de una África árabe y de una África negra. Los tiempos antiguos recuerdan una gran movilización árabe hacia el Oeste, dejando los países árabes en su paso por África nor-occidental huellas de su cultura, religión y lenguaje, influencias que se extendieron también a los países que conforman lo que llamamos Medio Oriente. Esa movilización llegó a Europa, conquistando parte de ella, por ejemplo los reinos de la Península Ibérica, los cuales fueron sojuzgados por la influencia árabe durante ocho siglos.

Los europeos que llegaron a América del Sur, Central y el Caribe nos trajeron esa heredad, la cual se instala en nuestros genes y en nuestra cultura. Nos lo recuerdan, por ejemplo, las palabras que empiezan con el sufijo “al” y, en general, las 1,500 palabras de origen árabe presentes en el idioma castellano; los condimentos y aromas de la comida, sus frituras y dulces; los caballos árabes, los más finos del mundo; los grandes inventos como el álgebra, aritmética, matemáticas, la astronomía, el ajedrez; la ojiva, el arco de medio punto y el arte mudéjar. Lo árabe esté muy presente entre nosotros.

La otra África, la África negra, también llegó a América. Llegaba del corazón continental africano a través de seres humanos a quienes se había privado de la libertad e igualdad y condenado a trabajar a tiempo completo. Pesaba sobre ellos la renta en trabajo, la más arcaica, la que se pagaba dedicándose en vida a laborar sin tiempo ni beneficios, salvo para el esclavista diferente a la renta en productos o especies propia de la escena feudal europea o a la renta en salario del sistema capitalista.

Nos dice José Carlos Mariátegui que: “La tendencia de los españoles a establecerse en la costa ahuyentó de esta región a los aborígenes, a tal punto que se carecía de brazos para el trabajo. El Virreinato quiso resolver este problema mediante la importación de esclavos negros, gente que resultó adecuada al clima y las fatigas de los valles o llanos cálidos de la costa, e inaparente, en cambio, para el trabajo de las minas, situadas en la sierra fría….El negro fue dedicado al servicio doméstico y a los oficios. El blanco se mezcló fácilmente con el negro produciendo este mestizaje uno de los tipos de población costeña con características de mayor adhesión a lo español y mayor resistencia a lo indígena” (1).

La presencia de la población negra y mulata (cruce de blanco con negra) llegó a ser mayoritaria en la Lima colonial, la que a su vez tenía la élite virreinal más numerosa e importante de Hispanoamérica como lo confirman los textos de Luis Eduardo Valcárcel, Pablo Macera, Alberto Flores Galindo, Wilfredo Kapsoli, Humberto Rodríguez Pastor, Wilma Derpich entre otros.

También se asentó la población africana en los valles del norte (Saña, La Libertad, Ancash) trabajando en los valles que cultivaban la caña de azúcar mientras al sur de Lima (Bujama, El Carmen en Chincha) laboraba en el trabajo de la vid.

INTELECTUALIDAD AFRODESCENDIENTE
Al perderse el recuerdo de su verdadero nombre africano, se los apellidaba por su 
origen tribal: mandingas, pongos, cabo verdes, angolas, carabalíes, zapes, aras, folupos, etc. Ellos nos han dejado cerca de 1,500 palabras incorporadas al idioma español.

La alimentación de los africanos fue en base a zango, zapallo, camote, pan, pescado, menudencia de animales, ron y chicha. Esa menudencia y el corazón de la res fritos dan origen a la fritanguita, los anticuchos, los choncholíes y el rachi. Es pues plebeyo el origen de nuestro afamado anticucho y la fritanguita en general.

Muchos esclavos que escapaban eran llamados cimarrones y armaron palenques o refugios similares al mocambo o quilombo en Brasil. Aquí el más famoso palenque fue el de Huachipa (1713) dirigido por Francisco Congo, que da nombre a un gran movimiento que estudia la ascendencia africana en el Perú.

Mis saludos a Paul Colinó, su presidente y amigo personal como a su junta directiva. Igualmente mis respetos a intelectuales de la talla de José “Cheche” Campos, Vicerrector académico de la U. Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta y eximio estudioso así como la fuerza intelectual y la belleza de Chalena Vásquez, Mónica Carrillo, Rocío Muñoz como de la hace poco fallecida y gran amiga de las canteras periodísticas y de investigación, Maruja Muñoz.

Los africanos libertos llegaron a ser artesanos y en otros casos, profesionales como el proto-médico José Manuel Valdés Cabana, a quien el Perú debe un homenaje.

La fama de Bujama y El Carmen en Chincha, en la que ha venido haciendo investigación el español y buen músico Micky González, son recogidos en el hermoso documental “Sigo siendo” de Javier Corcuera, quien retrata la identidad del Perú a partir de la música. Allí, junto con la gran vertiente andina en la conformación de nuestra identidad y la vertiente criolla, se muestra el zapateo negro, el landó, la zamacueca, el panalivio, el alcatraz y otros ritmos negros amestizados que forman parte de la autopercepción nacional y han sido asumidos por el mundo de la música criolla.

Hoy consideramos como totalmente nuestros a artistas de raza y alma negras como Arturo “Zambo Cavero”, Lucha Reyes, Rosa Guzmán, Carlos Hayre, Félix Casaverde, Nicomedes Santa Cruz y familia, Victoria Villalobos, Susana Baca entre otros. No podemos prescindir de aquellos ritmos provenientes del trópico cercano, los cuales son parte de nuestra cultura cotidiana y recuerdos en las voces de Bienvenido Granda, Ibrahim Ferrer, Benny Moré, Vicentico Valdés, Celia Cruz, Cheo Feliciano, Moncho, Olga Guillot, Toña La Negra.

En literatura, “Matalaché”, de Enrique López Albújar, da vida a ese semental negro, inmenso, cuya función era procrear, que genera temor en el mundo blanco frente a la fantasía y supuesta mayor potencia sexual de los negros; o novelas como “Piel de fuego”, del cineasta Federico García Hurtado; o los relatos y ensayos de Luis Roca Torres en el valle de Saña; “Estampas mulatas” de José Diez Canseco, “Monólogo desde las tinieblas” de Gálvez Ronceros, “Canto de sirena” de Gregorio Martínez, “Duelo de caballeros” de Ciro Alegría o textos de Julio Carmona, Rafael Santa Cruz. 

Del mismo Mario Vargas Llosa, su personaje Bermúdez en la novela “Conversación en la Catedral”. De modo especial, no podemos olvidar que nuestro patrono de las letras peruanas, don Ricardo Palma, portaba abundantes rasgos africanos, los que han sido ocultados por la historiografía oficial buscando "blanquear" al tradicionista.

FÚTBOL, RELIGIÓN Y FUTURO DEL PERÚ
En el Perú, país intensamente mestizo, en este mes morado la costumbre del Señor de los Milagros es negra. Igualmente, entre los santos peruanos más populares destaca el querido mulato San Martín de Porras, quien da nombre a un distrito y a una conocida universidad, y quien juntaba y daba de comer a perro, pericote y gato, animales tradicionalmente rivales.

En nuestra memoria emerge el primer equipo de fútbol del Perú en ser fundado. Es inevitable no recordar a José María Lavalle, aquel a quien la Guardia Republicana le tocaba una marinera y él la bailaba dominando la pelota sin que ningún adversario se la pudiera quitar; el salto felino de “Manguera” Villanueva, la habilidad y caballerosidad de Vides Mosquera, el cabezazo fulminante de Valeriano López, siempre secundado por don Guillermo Barbadillo; el pique veloz de Juan Joya y de Félix Castillo; la gracia y habilidad de “Chocolatín” Heredia, la velocidad y el taponazo de Alberto Gallardo, el dribling endiablado del “Nene” Cubillas, el carácter entrador y demoledor de “Perico” León, acompañado del cerebral “Pitín” Zegarra y la cintura firuletera de Julio Baylón, por mencionar a algunas figuras del fútbol nacional. O nuestras matadoras de la selección de voleybal categoría menores sin dejar de considerar en el box a nuestros campeones Bom Bom Coronado, Mauro Mina, Fridolino Vilca, Guillermo Dávila; Fernando Acevedo en los 100 metros planos.

Como vemos, con el mundo árabe y con el mundo africano en general tenemos una relación muy estrecha iniciada a partir de la conquista hispana a nuestros territorios. Hay en nosotros ascendencia africana en el habla, comportamiento, genes, música y gastronomía. Actualmente, tenemos relaciones diplomáticas con esos países, hoy representados en el podio de honor.

El doctor Eduardo Arroyo, para concluye su exposición, agradeciendo a nuestra herencia andina, criolla y afro-descendiente, que viene cuajándose un Perú muy sólido en este siglo XXI. 

Somos eminentemente mestizos, como mestizo es el mundo contemporáneo. Nuestra choledad triunfante se caracteriza por su entrega y capacidad de trabajo, el emprendedorismo, alta creatividad e ingenio y la fortaleza física. En nuestras bases culturales, cabalga un José María Arguedas con un Francisco Congo o Nicomedes Santa Cruz o un Balumbrosio. Porque, ya lo saben, como decía don Ricardo Palma, en el Perú quien no tiene de inga tiene de mandinga.


(1) Mariátegui José Carlos, “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”. Vigésimasexta edición, Editora Amauta, abril de 1973, página 45.

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