Jorge Zavaleta Alegre.- Cambio16-Madrid.-
Una síntesis de la historia del Africa en el Perú nos ofreció
el Centro Cultural "Inca Garcilaso", de la Cancillería peruana, con
motivo del "Día de la amistad
peruano-africana". Fueron convocados
destacados intelectuales y la conferencia principal estuvo a cargo de Eduardo Arroyo, poeta, sociólogo, doctor en Ciencias Políticas y Relaciones
Internacionales.
A continuación ofrecemos una síntesis de su exposición, en la
cual describe el recorrido de los africanos para llegar a Latinoamérica y el
Perú y la serie de aportes que nos trajeron en el campo de la lengua, literatura, música, danzas, deportes,
comidas, costumbres y los procesos de fusión cultural que enriquecen el alma y
la vida del Perú, fusión que aún en la sociedad regional no es plenamente
identificada ni valorada:
Hablar de África es referirse a la cuna de la humanidad. Así
lo indican los más antiguos hallazgos de homínidos encontrados en el corazón de
dicho continente. Por lo tanto, en nuestro ADN llevamos elementos de la
herencia africana; más las mujeres, cuya estructura mitocondrial les permite
almacenar mayor trascendencia del pasado. En sentido amplio, todos los seres
humanos seríamos afro-descendientes.
África es un continente inmenso. Podríamos hablar de una
África árabe y de una África negra. Los tiempos antiguos recuerdan una gran
movilización árabe hacia el Oeste, dejando los países árabes en su paso por
África nor-occidental huellas de su cultura, religión y lenguaje, influencias
que se extendieron también a los países que conforman lo que llamamos Medio Oriente.
Esa movilización llegó a Europa, conquistando parte de ella, por ejemplo los
reinos de la Península Ibérica, los cuales fueron sojuzgados por la influencia
árabe durante ocho siglos.
Los europeos que llegaron a América del Sur, Central y el
Caribe nos trajeron esa heredad, la cual se instala en nuestros genes y en
nuestra cultura. Nos lo recuerdan, por ejemplo, las palabras que empiezan con
el sufijo “al” y, en general, las 1,500 palabras de origen árabe presentes en
el idioma castellano; los condimentos y aromas de la comida, sus frituras y
dulces; los caballos árabes, los más finos del mundo; los grandes inventos como
el álgebra, aritmética, matemáticas, la astronomía, el ajedrez; la ojiva, el
arco de medio punto y el arte mudéjar. Lo árabe esté muy presente entre
nosotros.
La otra África, la África negra, también llegó a América.
Llegaba del corazón continental africano a través de seres humanos a quienes se
había privado de la libertad e igualdad y condenado a trabajar a tiempo
completo. Pesaba sobre ellos la renta en trabajo, la más arcaica, la que se
pagaba dedicándose en vida a laborar sin tiempo ni beneficios, salvo para el
esclavista diferente a la renta en productos o especies propia de la escena
feudal europea o a la renta en salario del sistema capitalista.
Nos dice José Carlos Mariátegui que: “La tendencia de los españoles a establecerse en la costa ahuyentó de esta región
a los aborígenes, a tal punto que se carecía de brazos para el trabajo. El
Virreinato quiso resolver este problema mediante la importación de esclavos
negros, gente que resultó adecuada al clima y las fatigas de los valles o
llanos cálidos de la costa, e inaparente, en cambio, para el trabajo de las
minas, situadas en la sierra fría….El negro fue dedicado al servicio doméstico
y a los oficios. El blanco se mezcló fácilmente con el negro produciendo este
mestizaje uno de los tipos de población costeña con características de mayor
adhesión a lo español y mayor resistencia a lo indígena” (1).
La presencia de la población negra y mulata (cruce de blanco
con negra) llegó a ser mayoritaria en la Lima colonial, la que a su vez tenía
la élite virreinal más numerosa e importante de Hispanoamérica como lo
confirman los textos de Luis Eduardo Valcárcel, Pablo Macera, Alberto Flores
Galindo, Wilfredo Kapsoli, Humberto Rodríguez Pastor, Wilma Derpich entre
otros.
También se asentó la población africana en los valles del
norte (Saña, La Libertad, Ancash) trabajando en los valles que cultivaban la
caña de azúcar mientras al sur de Lima (Bujama, El Carmen en Chincha) laboraba
en el trabajo de la vid.
INTELECTUALIDAD AFRODESCENDIENTE
Al perderse el recuerdo de su verdadero nombre africano, se
los apellidaba por su
origen tribal: mandingas, pongos, cabo verdes, angolas,
carabalíes, zapes, aras, folupos, etc. Ellos nos han dejado cerca de 1,500
palabras incorporadas al idioma español.
La alimentación de los africanos fue en base a zango,
zapallo, camote, pan, pescado, menudencia de animales, ron y chicha. Esa
menudencia y el corazón de la res fritos dan origen a la fritanguita, los
anticuchos, los choncholíes y el rachi. Es pues plebeyo el origen de nuestro
afamado anticucho y la fritanguita en general.
Muchos esclavos que escapaban eran llamados cimarrones y
armaron palenques o refugios similares al mocambo o quilombo en Brasil. Aquí el
más famoso palenque fue el de Huachipa (1713) dirigido por Francisco Congo, que
da nombre a un gran movimiento que estudia la ascendencia africana en el Perú.
Mis saludos a Paul Colinó, su presidente y amigo personal
como a su junta directiva. Igualmente mis respetos a intelectuales de la talla
de José “Cheche” Campos, Vicerrector académico de la U. Enrique Guzmán y Valle,
La Cantuta y eximio estudioso así como la fuerza intelectual y la belleza de
Chalena Vásquez, Mónica Carrillo, Rocío Muñoz como de la hace poco fallecida y
gran amiga de las canteras periodísticas y de investigación, Maruja Muñoz.
Los africanos libertos llegaron a ser artesanos y en otros
casos, profesionales como el proto-médico José Manuel Valdés Cabana, a quien el
Perú debe un homenaje.
La fama de Bujama y El Carmen en Chincha, en la que ha venido
haciendo investigación el español y buen músico Micky González, son recogidos
en el hermoso documental “Sigo siendo” de Javier Corcuera, quien retrata la
identidad del Perú a partir de la música. Allí, junto con la gran vertiente
andina en la conformación de nuestra identidad y la vertiente criolla, se
muestra el zapateo negro, el landó, la zamacueca, el panalivio, el alcatraz y
otros ritmos negros amestizados que forman parte de la autopercepción nacional
y han sido asumidos por el mundo de la música criolla.
Hoy consideramos como totalmente nuestros a artistas de raza
y alma negras como Arturo “Zambo Cavero”, Lucha Reyes, Rosa Guzmán, Carlos
Hayre, Félix Casaverde, Nicomedes Santa Cruz y familia, Victoria Villalobos,
Susana Baca entre otros. No podemos prescindir de aquellos ritmos provenientes
del trópico cercano, los cuales son parte de nuestra cultura cotidiana y
recuerdos en las voces de Bienvenido Granda, Ibrahim Ferrer, Benny Moré,
Vicentico Valdés, Celia Cruz, Cheo Feliciano, Moncho, Olga Guillot, Toña La
Negra.
En literatura, “Matalaché”, de Enrique López Albújar, da vida
a ese semental negro, inmenso, cuya función era procrear, que genera temor en
el mundo blanco frente a la fantasía y supuesta mayor potencia sexual de los
negros; o novelas como “Piel de fuego”, del cineasta Federico García Hurtado; o
los relatos y ensayos de Luis Roca Torres en el valle de Saña; “Estampas
mulatas” de José Diez Canseco, “Monólogo desde las tinieblas” de Gálvez
Ronceros, “Canto de sirena” de Gregorio Martínez, “Duelo de caballeros” de Ciro
Alegría o textos de Julio Carmona, Rafael Santa Cruz.
Del mismo Mario Vargas
Llosa, su personaje Bermúdez en la novela “Conversación en la Catedral”. De
modo especial, no podemos olvidar que nuestro patrono de las letras peruanas,
don Ricardo Palma, portaba abundantes rasgos africanos, los que han sido
ocultados por la historiografía oficial buscando "blanquear" al
tradicionista.
FÚTBOL, RELIGIÓN Y FUTURO DEL PERÚ
En el Perú, país intensamente mestizo, en este mes morado la
costumbre del Señor de los Milagros es negra. Igualmente, entre los santos
peruanos más populares destaca el querido mulato San Martín de Porras, quien da
nombre a un distrito y a una conocida universidad, y quien juntaba y daba de
comer a perro, pericote y gato, animales tradicionalmente rivales.
En nuestra memoria emerge el primer equipo de fútbol del Perú
en ser fundado. Es inevitable no recordar a José María Lavalle, aquel a quien
la Guardia Republicana le tocaba una marinera y él la bailaba dominando la
pelota sin que ningún adversario se la pudiera quitar; el salto felino de
“Manguera” Villanueva, la habilidad y caballerosidad de Vides Mosquera, el
cabezazo fulminante de Valeriano López, siempre secundado por don Guillermo
Barbadillo; el pique veloz de Juan Joya y de Félix Castillo; la gracia y
habilidad de “Chocolatín” Heredia, la velocidad y el taponazo de Alberto
Gallardo, el dribling endiablado del “Nene” Cubillas, el carácter entrador y
demoledor de “Perico” León, acompañado del cerebral “Pitín” Zegarra y la
cintura firuletera de Julio Baylón, por mencionar a algunas figuras del fútbol
nacional. O nuestras matadoras de la selección de voleybal categoría menores
sin dejar de considerar en el box a nuestros campeones Bom Bom Coronado, Mauro Mina,
Fridolino Vilca, Guillermo Dávila; Fernando Acevedo en los 100 metros planos.
Como vemos, con el mundo árabe y con el mundo africano en
general tenemos una relación muy estrecha iniciada a partir de la conquista
hispana a nuestros territorios. Hay en nosotros ascendencia africana en el
habla, comportamiento, genes, música y gastronomía. Actualmente, tenemos
relaciones diplomáticas con esos países, hoy representados en el podio de
honor.
El doctor Eduardo Arroyo, para concluye su exposición, agradeciendo a nuestra herencia andina, criolla y
afro-descendiente, que viene cuajándose un Perú muy sólido en este siglo XXI.
Somos
eminentemente mestizos, como mestizo es el mundo contemporáneo. Nuestra
choledad triunfante se caracteriza por su entrega y capacidad de trabajo, el
emprendedorismo, alta creatividad e ingenio y la fortaleza física. En nuestras
bases culturales, cabalga un José María Arguedas con un Francisco Congo o
Nicomedes Santa Cruz o un Balumbrosio. Porque, ya lo saben, como decía don
Ricardo Palma, en el Perú quien no tiene de inga tiene de mandinga.
(1) Mariátegui José
Carlos, “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”. Vigésimasexta
edición, Editora Amauta, abril de 1973, página 45.
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