La música clásica y popular es una sola. En los países desarrollados reina una educación musical integradora.
Las ciudades alemanas son referentes en el mundo. Sus compositores
medievales, renacentistas, del barroco, del
clasicismo, del romanticismo o del siglo
XX, continúan convocando numeroso público
al igual que la música de las múltiples bandas de todo el territorio.
En el Berlín, nuevamente unido, quienes asisten a la famosa Filarmónica, se confunden
mayoritariamente con los grupos musicales que actúan en plazas
abiertas, en un ambiente festivo, entre fuegos artificiales, como las retretas de los pequeños pueblos del Perú.
“Nuestros otros ritmos
y sonidos: la música clásica en el Perú”, de Armando Sánchez Málaga- Arequipa, 1929, egresado de la
Hochshule für Musik de Múnich - es uno de los estudios más completos de América
Latina que explica la necesidad de reorientar la educación en base a la premisa
de las artes musicales, cuya riqueza es de una magnitud insospechada.
Sánchez Málaga, cuyo padre fundó el Conservatorio Nacional de
Música del Perú, rescata el desarrollo de la música clásica tanto en el Virreinato
como en la República, señalando las dificultades crecientes de incorporar la
música como materia de formación primaria y secundaria que han afectado en la
sensibilidad del educando.
Ediciones como el presente título, distingue en fondo y
forma, la proyección del Fondo Editorial del Congreso de la República,
y es un llamada de atención para impulsar una línea de la historia de la música
en el país, como una forma de apreciar el irreversible mestizaje cultural,
proceso acelerado desde los sesenta, la década más rica en la historia de la
humanidad.
La música tradicional que trajeron los españoles se estrenó en la Iglesia, en la cerrada
sociedad de la colonia y en la emergente república. Esa música se
enriqueció con la presencia de instrumentos
de cuerda europeos como la vihuela, la guitarra y el arpa renacentista que
generaron sus versiones locales en el charango y el arpa indígenas, como
atestigua Hanacpachap, la primera
composición polifónica coral compuesta en América, primera muestra del
sincretismo cultural en el Perú de comienzos del virreinato.
Hanacpachap, traducida del quechua al español,
dice: Alegría del cielo,/ miles de veces te adoraré,/ árbol que vas fruteciendo
de las entrañas,/ esperanza de los hombres,/ apoyo del que busca aliento,/ del
que te implora…
La práctica del canto
llano o Gregoriano, música concebida para una sola voz, sin armonía, sin
acompañamiento instrumental, son paralelos musicales de las ideas del estilo
románico. El arzobispado dictó normas específicas para preparar mejor a los
cantantes y que no fuera afectada por la
adopción de otros géneros musicales.
Más tarde, a comienzos del siglo XX, la Iglesia en el Perú
recogió la preocupación vaticana, por la
situación de la música sagrada en el mundo. Los compositores y los
instrumentalistas se acercaron al teatro. Del barroco se acercó al
romanticismo.
El Perú contó con excelentes organeros locales, especialmente
cuzqueños desde el siglo XVI hasta mediados del XIX, como era usual en España. La difusión la
música sinfónica en el Perú comienza a fines del siglo XIX con la
consiguiente presencia en los conciertos
de la nueva clase social dominante ávida de escuchar música antes reservada a
la aristocracia.
Sánchez Málaga
recuerda a Platón, quien hace 2500 años se preguntaba ¿acaso no descansa en la música
lo más importante de la educación desde el momento que el ritmo y la melodía
especialmente penetra y se impone en ella?
Además, el autor destaca los aportes de los grandes músicos peruanos
que pasaron por el Conservatorio
Nacional de Música y por la Orquesta Sinfónica
Nacional, remarcando la visión integradora de la música.
Un caso notable es la lección de José María Arguedas, cuya novelística se
enriquece cuando describe en su paisaje sonoro instrumentos el charango, el arpa, las guitarras y los wakrapucus, géneros como el harawi y el
huaino, y también el canto de las torcazas, el grito de los loros, el croar de
los sapos, el sonido del agua y las campanas.
“En Los ríos profundos”,
JMA, escribe frases como ríos, que cantan a la
música más hermosa al chocar con las piedras y con las islas”; “Las mujeres
cantaban el harawi de despedida, “Espinos
de flores ardiente y el canto de las torcazas iluminaban los maizales”
Cantar es una manifestación instintiva del ser humano. El
canto colectivo puede ser practicado desde la niñez, los músicoterapeutas lo recomiendan
a la gente mayor. Es posible también que todos puedan tocar algún instrumento.
Son bellos objetos que tienen algo mágico y que aún en silencio nos producen
una atracción irresistible.
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