MARTES, 11 DE DICIEMBRE DE 2012
Jorge Zavaleta Balarezo (Jonesboro, Arkansas, Estados Unidos. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Un cineasta como Ang Lee merece respeto y consideración. Desde sus primeras obras, realizadas en su natal Taiwán, hasta las más recientes, ya en Hollywood, Lee nos ha acercado a un universo peculiar en el que se desplaza con naturalidad, siempre preocupado por las relaciones interpersonales que pueden llevar a distintos desenlaces, a veces caramente trágicos, como en “Lust, Caution” o “Brokeback Mountain”, o simplemente acercarse a un mundo colmado de novedades e ilusiones, como en la hoy lejana “El banquete de bodas”.
Por lo general, los personajes de Ang Lee son sólidos, están construidos de una materia que une tanto sensibilidad como osadía. No es ajeno a su obra un sentido claro de la aventura, que es el que siempre ha guiado a los grandes realizadores. Ya David W. Griffith en sus tempranas “Intolerancia” y “El nacimiento de una nación”, nos demostró que era la aventura, y todo lo que ella implicaba, aquello que desplegaba al máximo su sentido cinético.
Hablemos, pues, de “Life of Pi”. Se puede resumir la historia, quizá con facilidad. Un muchacho, náufrago en el mar, sobrevive junto a un tigre, al que logra dominar, pero con el que, sobre todo, plantea una curiosa hermandad. Antes, están los orígenes de Pi, su vida en la India, sus destrezas intelectuales y escolares. La aventura se extiende por dos horas y en sus intersticios vemos el diálogo en el “presente” entre el Pi maduro y el escritor que pretende novelar la aventura de aquel.
Uno de los logros de esta película, que evita el camino cansino y moroso de “Náufrago”, la cual llevó a deambular por una isla a Tom Hanks hace algunos años, es el buen uso de los efectos especiales que así como crean fuertes tormentas en altamar igual animan especies animales que pueden ser interpretadas como el trasfondo de la buena voluntad de Pi. Y es que este muchacho, inteligente, decidido, no sólo se entrega a su aventura sino que reconoce en las especies animales a cercanos y fraternos compañeros. La película, así, se construye en base a un constante y generalizado simbolismo, que llama la atención sobre otros temas urgentes, como la absoluta soledad o el desarraigo.
Ang Lee dibuja a sus personajes con paciencia y ardor. Se toma tiempo entre filme y filme para descubrirnos -y entregarnos- nuevas historias en las cuales se confirma la lucha del hombre contra ambientes adversos o una decidida posición ante situaciones que requieren de su concurso.
Ya se habla de “Life of Pi” como una candidata al Oscar, y en varios apartados. Sorprende la elaborada paleta de colores que, a la manera de un sensiblepintor, Lee ha elegido para contarnos este relato de orfandadesy nostalgias. Si recordamos otras incursiones de este director en el cine de Hollywood, tan opuestas como “Cabalga con el diablo” o “Hulk”, estamos seguros que cada nueva entrega de su parte no es más que una confirmación de elementos de un proceso de elaboración que conducen, finalmente, a una elaborada revelación. Precisamente en esa línea es que puede leerse e interpretarse “Life of Pi”: un triunfo, o tal vez la sobrevivencia ante una derrota. Dolor, tragedia, pero también un gran sentido de humanidad se conjugan en este filme altamente recomendable.
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Un cineasta como Ang Lee merece respeto y consideración. Desde sus primeras obras, realizadas en su natal Taiwán, hasta las más recientes, ya en Hollywood, Lee nos ha acercado a un universo peculiar en el que se desplaza con naturalidad, siempre preocupado por las relaciones interpersonales que pueden llevar a distintos desenlaces, a veces caramente trágicos, como en “Lust, Caution” o “Brokeback Mountain”, o simplemente acercarse a un mundo colmado de novedades e ilusiones, como en la hoy lejana “El banquete de bodas”.
Por lo general, los personajes de Ang Lee son sólidos, están construidos de una materia que une tanto sensibilidad como osadía. No es ajeno a su obra un sentido claro de la aventura, que es el que siempre ha guiado a los grandes realizadores. Ya David W. Griffith en sus tempranas “Intolerancia” y “El nacimiento de una nación”, nos demostró que era la aventura, y todo lo que ella implicaba, aquello que desplegaba al máximo su sentido cinético.
Hablemos, pues, de “Life of Pi”. Se puede resumir la historia, quizá con facilidad. Un muchacho, náufrago en el mar, sobrevive junto a un tigre, al que logra dominar, pero con el que, sobre todo, plantea una curiosa hermandad. Antes, están los orígenes de Pi, su vida en la India, sus destrezas intelectuales y escolares. La aventura se extiende por dos horas y en sus intersticios vemos el diálogo en el “presente” entre el Pi maduro y el escritor que pretende novelar la aventura de aquel.
Uno de los logros de esta película, que evita el camino cansino y moroso de “Náufrago”, la cual llevó a deambular por una isla a Tom Hanks hace algunos años, es el buen uso de los efectos especiales que así como crean fuertes tormentas en altamar igual animan especies animales que pueden ser interpretadas como el trasfondo de la buena voluntad de Pi. Y es que este muchacho, inteligente, decidido, no sólo se entrega a su aventura sino que reconoce en las especies animales a cercanos y fraternos compañeros. La película, así, se construye en base a un constante y generalizado simbolismo, que llama la atención sobre otros temas urgentes, como la absoluta soledad o el desarraigo.
Ang Lee dibuja a sus personajes con paciencia y ardor. Se toma tiempo entre filme y filme para descubrirnos -y entregarnos- nuevas historias en las cuales se confirma la lucha del hombre contra ambientes adversos o una decidida posición ante situaciones que requieren de su concurso.
Ya se habla de “Life of Pi” como una candidata al Oscar, y en varios apartados. Sorprende la elaborada paleta de colores que, a la manera de un sensiblepintor, Lee ha elegido para contarnos este relato de orfandadesy nostalgias. Si recordamos otras incursiones de este director en el cine de Hollywood, tan opuestas como “Cabalga con el diablo” o “Hulk”, estamos seguros que cada nueva entrega de su parte no es más que una confirmación de elementos de un proceso de elaboración que conducen, finalmente, a una elaborada revelación. Precisamente en esa línea es que puede leerse e interpretarse “Life of Pi”: un triunfo, o tal vez la sobrevivencia ante una derrota. Dolor, tragedia, pero también un gran sentido de humanidad se conjugan en este filme altamente recomendable.
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