Papel de Arbol

lunes, 30 de abril de 2012

Cambio16: SIN PERIODISMO NO HAY DEMOCRACIA

http://cambio16.es/not/1567/sin_periodismo__no_hay_democracia
Si es comúnmente aceptado que sin libertad no es posible la democracia, debemos admitir que sin periodismo no hay ni libertad ni democracia porque el periodismo, como garante de derechos y valedor de la verdad, tiene la sagrada e irrenunciable misión de generar ese estado de opinión pública en el que florece la independencia y la pluralidad, se fomenta el diálogo y el intercambio de ideas, se preserva el espíritu crítico y la capacidad de discernir y, en definitiva, los poderes públicos son obligados a rendir cuentas de su gestión en un modelo político en el que la transparencia y la honestidad son valores intrínsecos de los que no se puede desistir ni se deben mancillar.
Las reglas de juego son muy sencillas, lo difícil no es admitirlas sino cumplirlas con responsabilidad y sentido ético para que la dignidad esté supeditada a la conciencia no al capricho ni a la arbitrariedad de los poderes fácticos. De la inobservancia de este principio nace el descrédito en que se desenvuelve todo lo público y que ha desembocado en una crisis sistémica que ya nadie pone en duda. Ante el auge irresistible de las redes sociales, y las nuevas normas impuestas por una tecnología global cuyo control –el de la información y el de los medios de comunicación– se erige en un nuevo poder global, se impone el todo vale en una sociedad donde no solo se cuestiona al periodista, complaciente con la corrupción, sino al periodismo, controlado y desactivado por el capital al servicio de los mercados. No es que la mayoría de las veces resulte muy caro proclamar la verdad o defender la independencia, es que parece que trae más cuenta difundir la mentira. Dicen que la peor censura es la que uno ejerce sobre sí mismo, la autocensura. En la libertad de expresión es preferible el ejercicio de la misma, aunque sea de forma negativa, que la privación de la verdad o la degradación de la opinión pública al relativismo y el pensamiento único. Es decir, el periodista es consciente de que en una coyuntura en la que se niega la libertad y la verdad no depende de la realidad objetiva e incuestionable, sino del ánimo o voluntad de quien dice sostenerla, tiene la obligación moral de mantenerse libre, libre de forma individual, pese a que colectivamente no sea posible la libertad. Camus, que entendía que si un periodista no puede decir todo lo que piensa, puede no decir lo que no piensa o lo que cree que es falso, insiste en que hay que resistir en una actitud de lucidez, rechazo, ironía y obstinación, que puede devenir incluso en desobediencia cuando la estupidez se hace insoportable. Yo añado que cuando el miedo supera y se impone a la razón, es probable que no se pueda gritar la verdad pero, al menos, que nuestro cómplice silencio no sea correa de transmisión para los enemigos de la libertad. En medio de la corrupción generalizada, es necesario mantenerse honestos. No me refiero a sacrificios inútiles, todos los son, sino a ese esfuerzo sobrehumano que nos lleva a mantenernos firmes y perseverantes en situaciones en las que si no es posible defender la verdad, al menos es preciso no servir nunca a la mentira. No podemos dejarnos llevar por el desánimo porque aún queda esperanza. Es lo único que hoy puede mantener vivo el comprimiso. Si desistimos, estaremos alimentando al monstruo atroz del totalitarismo y la intolerancia. No hay que bajar la guardia. Los hijos de la codicia y la ambición sin límites están más activos que nunca, más rabiosos y agresivos, y la perra que los parió, y alimentó a esos periodistas bastardos y ese periodismo pusilánime y cobarde, vuelve a estar en celo otra vez.
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