Papel de Arbol

lunes, 20 de febrero de 2012

UNA PRENSA PARA TODOS



Jorge Zavaleta Alegre, 
Periodista y licenciado en ciencias sociales.



La prensa ha de ser como los correos antiguos, tener los caballos enjaezados para llegar antes que nadie al lugar  de los acontecimientos, con el  fin de atender  esa innata curiosidad del lector, casi siempre escaso de voluntad, de tiempo o de dinero.

Esta definición corresponde a José Martí (Cuba, 1853 - 1895), uno de los más grandes poetas hispanoamericanos  y periodista que apostó  por  la Revolución de Mayo de 1810, en Buenos Aires, contra el dominio de Inglaterra.
La actual innovación tecnológica, en esencia, no ha cambiado  el sentido ni los ideales libertarias de la prensa. Ahora, la persona está más informada que  dos o tres décadas atrás, pero, no necesariamente, mejor para asegurar la conservación de los recursos naturales renovables y no renovables en función de la humanidad entera.




La prensa sigue siendo un aliado o enemigo del poder. Pero nadie, ni el personaje más humilde o poderoso,  es desaprensivo con la crítica o el halago. Sobre este tema existen ejemplos mil. Y quien mejor para explicarlo que el ilustre autor de Madame Bovary,  la célebre novela que Gustavo Flaubert, la despreció hasta su muerte.


Flaubert, reservaba todas sus iras para la prensa. “El estruendo de los periódicos, la importancia que se dan, las tonterías  que imprimen inevitablemente, dada  la precipitación  con que se hacen, le enfurecían.  Hablaba  de suprimirlos todos de una vez”, confiesa su amigo, Emile Zola, en El Hombre.


Lo que más le molestaba a Flaubert eran los pormenores  que algunas veces daban acerca de su persona. Parecíale irrespetuoso, decía que solamente el escritor pertenecía al público. Jamás quiso reconocer que en el  mundo todo marcha simultáneamente y que la prensa que da noticias es la hermana menor, muy mal cuidada, si se quiere de Madame Bovary.
Pero, agrega Zola, que aquel hombre feroz, que hablaba de ahorcar  a todos los periodistas, se conmovía 


hasta derramar lágrimas cuando el último de los  gacetilleros escribía de él un articulillo…”Rico trabajando a sus horas, sin haber pasado por el periodismo, lo desconocía por completo, despreciándolo  a veces demasiado y creyendo en  él otras veces también demasiado”


Si esas reacciones sobre el periodismo le produjeron al célebre autor de  Educación Sentimental,  de  Un corazón sencillo, La Leyenda de San Julián o Herodías,  cómo no entender la vanidad de vanidades de los poderosos emergentes que su ego nos les permite distinguir  las  diferencias de  aquellos medios, que cual fábricas  de  vanidadess, cooptan a Los Aprendices, como muy bien recrea  Carlos Eduardo Zavaleta, recordando a los caudillos de las comarcas de su juventud, en la Cordillera Blanca.


Arguedas, Vargas Llosa o Ribeyro se anticiparon en señalar en Todas las Sangres, Conversación en la Catedral o El Banquete, historias de  la zalamería criolla con los políticos de turno, en marchitos clubes, de muros  y recuerdos coloniales, cuando los movimientos migratorios ya han cambiado de raíces las faz de las ciudades, y la prensa convencional ha dejado de tener el poder de viejo cuño.        

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