Javier Sota
Nadal
Cuando en
setiembre de 1993 la UNI todavía se recuperaba
del paso de la ideología de
muerte de Sendero Luminoso, el Consejo Universitario decidió otorgar el grado de Doctor Honoris Causa a
Gustavo Gutiérrez. Queríamos honrar a
quien con más claridad y ejemplo de vida se había levantado contra la muerte.
Les trascribo párrafos del discurso de nuestro doctorando:
“Además, a
una antigua y arraigada pobreza, la peor y más
terca epidemia que sufre el pueblo peruano, se han sumado factores que
han afilado su capacidad de cercenar vidas. En efecto, de un lado, en los
últimos años millones de peruanos se han visto lanzados, debido a
consideraciones humanas y sociales de las medidas que impulsan a abismales formas de miseria que les eran
desconocidas; y del otro, un sanguinario
e injustificable terrorismo que ha segado vidas con increíble crueldad.
Terrorismo que no vamos a detener, vamos a reactivar más bien, con la pena de muerte, por medio de la cual ingenuamente
algunos pretenden poner un freno a quienes hace tiempo decidieron pagar una
escalofriante “cuota de sangre” por sus inhumanas acciones. Esto ha creado una
compleja situación ante la cual la sociedad no ha sabido responder siempre como
debía, con total respeto por los derechos humanos.”
“Discernir
en la crisis actual, percibir su hondura más allá de la coyuntura, y saber de
ella con imaginación implica liberarse de una de las peores lacras que enferman
y envenenan la relación entre peruanos.
Nos referimos a lo poco que parece valer la vida humana entre nosotros. Los
ejemplos, pese a todas las explicaciones y justificaciones que se quieren dar,
están allí hiriendo nuestros ojos y nuestros corazones; son tan claros y tan
frecuentes que es inútil entrar en detalles. Si esa actitud continuara no
habría solución posible. Esa sería una de las peores secuelas de estos violentos años. Una de las peores cosas que
nos podría acaecer en el futuro inmediato de resultas de estos violentos años
es lo que podríamos llamar- desgraciadamente ya vemos brotes de ello- con una
expresión de cuyo barbarismo me disculpo, la “senderización” mental del país.
Es decir, la postura que lleva a pensar que sólo la violencia, la mano dura
caiga quien caiga, las actitudes totalitarias y arbitrarias pueden zanjar
situaciones. Si esta mentalidad invade la convivencia nacional y se hace
conducta cotidiana en el tiempo a venir, la violencia terrorista – una vez
controlada militarmente- continuará como un perverso Cid Campeador ganando
batallas después de su muerte.
Eso es lo
que no podemos aceptar como seres humanos y como ciudadanos de este país. Se
impone un gran esfuerzo para forjar un mundo humano basado en Lajusticia social
y el respeto por los derechos humanos. Urge igualmente crear entre nosotros
aquello que se ha designado como una cultura de la vida, vale decir como una actitud global que no deje resquicio a
una voluntad de muerte abierta o disfrazada”.
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