http://www.losandes.com.pe/?c=noticia&id=59219
Jorge Zavaleta Alegre
El Estado peruano del presente siglo, con ligeros matices, se parece al de cualquier país latinoamericano en cuanto a su debilidad, pobreza y gestión vertical de las políticas públicas. Cumple un rol subsidiario, las reguladoras ineficaces tampoco son autónomas. Los aparatos económicos cuentan con algunas islas de modernidad. Los aparatos sociales permanecen anquilosados. Hay una débil soberanía, desigualdad regional, falta de igualdad de oportunidades y de reconocimiento de sus variadas culturas.
Este es el diagnóstico de un viejo país patrimonialista, que el neoliberalismo no ha podido superar. Es explicable. Por eso persiste la sombra de duda de la mayoría de la sociedad, que se traduce en confusión y divorcio entre la práctica política y las propuestas de importantes organizaciones académicas e investigadores de gran prestigio local y global. Ya Ortega y Gasset dio una respuesta: “que en las imágenes del futuro no hay verdades, solo opciones”.
Entre los más recientes y lúcidos discursos académicos sobre la Reforma del Estado podemos señalar el de Dieter Nohlen, profesor de la Universidad de Heidelberg, Alemania, con su participación en un seminario en Lima titulado “La Democracia y sus instituciones en debate”.
Nohlen confirma que hay una creciente orientación pragmática de buena parte de la Ciencia Política que se manifiesta en su deseable y deseado aporte al debate de reformas políticas. “Es en la consultoría política concreta en la que la Ciencia Política tropieza con el mundo real, en el que aparece imprescindible tomar en cuenta con el mundo por razones de probabilidad, idoneidad y efectividad de las propuestas sociales y tecnológicas”
Pues por obra y milagro de la gran prensa y el torbellino de información, se olvida que nuestra sociedad es presa de marcos concretos: el patrimonialismo que permite a los que acceden al Estado apropiarse de sus aparatos e instituciones y administrarlos como si fuera su propiedad.
En los estados neoliberales el patrimonialismo reaparece como captura del Estado por parte de los operadores de los grandes grupos empresariales, como “patrimonialismo moderno” para usar los términos del ex presidente Fernando H. Cardoso.
La modernización de algunos aparatos estatales y el atraso de otros, producen, según Guillermo O´Donnell, en lo que algunos llaman un Estado hemipléjico: Los aparatos económicos funcionan más o menos bien, pero los sociales son un desastre. Las reformas económicas neoliberales produjeron islas de modernidad, pero han sido incapaces por producir un aparato estatal moderno y eficiente.
Las políticas públicas, especialmente. las sociales de educación y salud, la seguridad y la justicia, no lleguen a todo el territorio y a toda la población por igual. En los Estados de los países homogéneos (Uruguay, Chile, Costa Rica), en cambio, las políticas públicas llegan a todo su territorio y a toda su población. En los países andinos, son las poblaciones serranas rurales pobres y muy pobres donde no llega el Estado. Todo esto forma parte del divorcio histórico entre el Estado y la sociedad andina y amazónica. Todos los ciudadanos y las ciudadanas del país esperan un Estado moderno, que supere los patrones del pensamiento oligárquico que en 1968 sufrió una primera derrotada, pero eso no debe significar tutela militar sino más garantías para ejercitar la libertad de prensa.
En el Perú actual, como ocurre en varios países de Europa, la renovadora propuesta que ganó las elecciones de junio del 2011, ha dado un viraje a la derecha tradicional, que no cesa de predicar el diálogo, pero en la práctica va alentando la represión a dirigentes regionales y el culto a la personalidad, muy similar al militarismo del siglo XIX. El discurso “radical” del Presidente peruano en la cumbre de noviembre en Paraguay contrasta con la idea de eliminar el voto de los militares y policías y restaurar el servicio militar obligatorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario