Papel de Arbol

martes, 20 de diciembre de 2022

MEDITACIONES EN NAVIDAD por Isaias Zavaleta Figueroa

Isaías Zavaleta Figueroa

Perú-Caraz, 16 Febrero 1917- Trujillo, Enero 2016

Tosía sin cesar, con esa tos  que trata de arrancar aún las propias vísceras; tos seca que golpea tenazmente los pulmones; tos que sonaba en toda amplitud de la mísea alcoba...tosía Pancho Prieto el trabajador de las minas de carbón del señor Julían Méndez.

Cuando me acerqué a su puerta vi que solo una mujer escuálida  y andrajosa le sujetaba  la cabeza.  Cada vez que el terrible acceso  de los tos, desgarraba  el cuerpo  endeble y moribundo de Pancho.

Al verse, éste se cubrió el rostro con el poncho negro y sucio que tenía, y su  voz gangoza dijo a su mujer: Cierra la  puerta María, no quiero que nadie se enter de mi  desgracia,  quiero  morir, morir solo que nadie se entere de mi  desgracia, solo como fui en el mundo sin la protección de nadie.

María se levantó justamente, y por más que quiso   convencer a que  yo  quería hablar sobre el estado de la  salud de  su marido, ella me cerró la puerta con violencia. Comprendí  entonces que aquella pareja no  solamente tenía vergüenza de su desgracia sino que protestaba con odio la presencia  de  cualquier  hombre.

- Pero   ¿que tonterías cometí al  quererme inmiscuirme en la  tragedia de este tísico?, dije para mis  adentros al sufrir aquel desaire?, dije para mis adentros al  sufrir aquel desaire... Y mientras mil preguntas y  respuestas  e imprecaciones me hacía junto  a aquella puerta, una augusta  voz emergió  de lo  recóndito de mi mundo interior, cuyos términos  los puedo  resumir: El hombre que ve sufrir a otro y no lo auxilia es un verdugo más que esgrime  el dardo  de la indolencia sobre la humanidad desdichada.

Este  grito de mi conciencia me liberó de mi perturbación en la que me hallaba y haciendo un esfuerzo supremo  para liberarme de mis pesadillas  egoístas empujé la puerta y penetré con energía al interior de  aquel  cuartucho infestado de  los  basilos de Koch.

¡Miserable!, abusivo, ¿qué  deseas aquí?, ¿Quieres  tu también a  mi esposo para  que trabaje en  tus minas  como  ha hecho don Julián?, añadía   María.

- Señora, no vengo  a llevar  a  Pancho, vengo a saber  cómo se siente, deseo contribuir  en su curación, déjeme contribuir en su curación, déjeme contribuir, déjeme hablar, tengo mucha pena que su mal prospere  pudiendo ser  curado a  tiempo, no  vengo  con odios ni  con burlas, quiero  compartir con  ustedes  lo  que la justicia y el derecho  demandan  para todos los  seres  humanos sin distinción  de clases. Así  respondí a María. 

Al escuchar la suavidad de mi voz y la  benignidad de mis expresiones modificó su actitud defensiva para cederme asiento, sobre adobes rotos, que  constituían los únicos muebles  de la habitación.

- Panchito Prieto, descubro querido  hermano. Vengo con la única finalidad de ayudarte; deseo que  seas  feliz como otros  hombres, llevarte a un lugar donde puedas recuperar tu salud. Sin quitar el sombrero que cubría la cabeza le contesté suavemente.

¡Qué diablos quiere aquel hombre!.  Tal  como don  Julián  hace hace dos años  con la persona que yacía  grave con una terrible pulmonía le llevó  a un hospital  y corrió  con todos los gastos de mi  curación, y  cuando salí presentó la enorme deuda que yo  tenía por  el  servicio.

Entonces para pagar  aquella suma tuvo que tenerme encerrado  dia y noche, sin máscara que me  protegiera. y saqué  tonelada tras tonelada de material  negro,  junto  con otros  deudores  como  yo. Muchas noches las  pasé  tomando  solo  agua y  cancha (maiz tostado). Así pagué  toda  mi  cuenta. Pero nunca  me liberó del trabajo siempre tuve que  sacar fuerzas  hasta que un día me dijo vete  de aquí: "Por ocioso y flojo vete de aquí, para  nada sirves ni para pagar tu  cuenta".

Todos ustedes los encorbatados leídos, los que  visten  de casimir,   que tienen plata no sienten compasión  por los  pobres: solo quieren matarnos en trabajos  forzados para que vivan ustedes holgadamente.

Le  contesté  que un caso particular que le  ha  sucedido con el  señor Julián haces extensivo a todos los hombres que somos malos y enemigos  de los  pobres.

Yo soy un joven que  he sufrido como tú las prisiones en el  noble propósito de   estudiar más,  de tal manera que mi presencia no obedece a un sentimiento experimentado  en carne  mia que se  identifica con  el  tuya.

¡Me permites un instante para abordar  tu problema!. Porque  tus  hermanos del  sufrimiento te necesitan para  luchar en  la conquista de nuestros sagrados  derechos  humanos, que hoy por hoy son el privilegio  de unos cuantos individuos  dueños  de nuestra riqueza ingente.

- Le digo a Ud señor que no necesito de nadie en estos instantes porque  estoy  resuelto  a  morir antes que soportar  por más  tiempo el hambre y la miseria en esta injusta sociedad donde todos como ustedes quieran vivir del  sudor  ajeno. ¿Dígame, es cierto o no que los minerales que se llevan los  extranjeros es el producto  extraído  por las manos  de nosotros los indios? ¿No  es cierto que los manjares  que se pierden en las mesas  de  ustedes es el fruto inagotable  del sudor  de los  campesinos,  que  nunca aprovecharon  el producto  de su propio  trabajo?.....

El pretexto  de luchar en bien del indio  ustedes buscan  más  de  nuestras  energías  para  servirse finalmente con  el  objeto de  trabajar  menos o   nada pero  gozan  de la  vida hasta la saciedad. Para  continuar viviendo así, soportando toda  clase de abusos y explotaciones, mejor  que  los  gusanos aprovechen de mis  carnes, y mis  huesos se conviertan en polvo,   para  que  recorran con el  viento por  el  mundo azotando la   cara sanguinaria  de  todos los injustos de la  tierra, de todos  aquellos  que  hacen llorar a mis madres, esposas, hijos y mujeres desheredadas de la  suerte.

- En forma muy equivocada te expresas Pancho. Todos  no somos así.  Si bien es cierto que muchos hombres se  sirvieron del  sudor  ajeno para  gozar en esta vida, también hay hombres que  dan su vida entera en bien de los  demás.

- Pero esos  beneficios jamás  he  recibido de nadie pese  a que  he recorrido  mucho.

- La mala  suerte te ha acompañado para que  no hayas podido apreciar las  bondades  de algunos. Por lo que a mi me toca, conozco a hombres  que  vienen enseñándome  en la Universidad donde estoy estudiando, la Facultad  de Derecho, que son algunos  de entera confianza  y  que  pregonan la  justicia  a todo  costo.

Lástima que  todo  estudiante  tiene  ese sentimiento en teoría, pero tan luego se recibe en la Universidad se olvida de  aquellas  enseñanzas, y en lugar de  defender la  razón  defiende la "sin razón". Te dgo asimismo porque el pobre, el cholo,  no tiene justicia alguna en ninguna parte porque   no tiene recursos  para pagar la  defensa.

Antes  que  continuara  hablando, un aterrador acceso  de tos  ahogó   su  voz y sucesivas  bocanadas de sangre comenzó a arrojar...ya  no  pudo  hablar más,  pues a pocas  horas   con el  espíritu contrito hice los  trámites necesarios,  junto con María,  para guardar  los  restos  en el cementerio.....

Conseguí  que  cuatro obreros ancianos cargaran el cuerpo  rígido de mi personaje. La  esposa, yo y  un perrito fuimos los únicos acompañantes,  mientras una lúgubre nota  de compasión lanzaba aquel  fiel  amigo de la  casa cuando íbamos  en pos  del Campo  Santo.



María puso en la  cabecera  de Pancho un ramo  de  flores de  retama, y  después  de llorar  profundamente dijo  adiós a los  restos  de su amado  y musitó "gracias  señor por todo lo  que  ha  hecho, que  vuestra acción  me da  confianza en que  hay hombres  que  pueden extendernos la mano sin permitir que caigamos en las manos  de la  minería y de la injusticia.

--El autor, nació el 16 de Febrero de 1917 en Caraz, en el Callejón de Huaylas, Ancash, un valle de clima templado, a 400 kms. al Nor Este de Lima, protegido por dos cadenas de montañas - Blanca y Negra-, lagunas, lagunillas, manantiales, aguas termales y riachuelos que alimentan el Santa, uno de los pocos ríos de cauce regular, que desemboca al Pacifico, y que durante las cuatro estaciones del año mantiene una variada agricultura, incluyendo diversidad de flores, frutas, alimentos de panllevar. La elaboración de los refrescos y los helados con el hielo de las faldas del Huandoy y el Huascarán, se truncó con el terremoto del 70.


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