La Amazonía debe ser declarada en emergencia. Esta es el constante mensaje al mundo del escritor y periodista Róger Rumrril. Cual Mariátegui, Basadre y esa lista de investigadores del IEP - Instituto de Estudios Peruanos, Róger R, ciudadano, nacido en la Amazonía, es un ejemplo de constancia y coraje que ha logrado que las principales universidades de Europa y EEUU respalden su labor en defensa de esta primera reserva de oxígeno del planeta Tierra.
Hoy, sin la perseverante defensa de las comunidades amazónicas, la Pandemia de Covi19.....habría acabado con todas sus poblaciones. Solo el mensaje al mundo de los líderes amazónicos han podido disminuir la pérdida irreparable de todos sus habitantes, a quienes el planeta tiene una deuda pendiente. RR es uno de ellos, a quien saludamos los que conocemos su mística, pasión y devoción por ese territorio, a partir de sus comunidades y su riqueza que defienden y hacen posible que siga existiendo..
Sin la perseverancia de personas como RR y Federico García y el respaldo y el conocimiento de sus pobladores, los recursos de la Amazonía, habrían desaparecido.
Las empresas madereras, mineras, petroleras de los cinco países de América, hubieran acabado ya todo vestigio de vida, esperanza que es posible seguir construyendo un mundo mejor para todos sin excepción, si existe aún la Amazonía.
En el Foro Social Panamazónico (FOSPA), por ejemplo,RR expresó que las instituciones que velan por la conservación de la Amazonía deben estar a la altura de la problemática amazónica para poder monitorear con entereza el cumplimiento de los acuerdos y trasladarlos a la sociedad civil.
En su discurso oral y escrito, RR ha emitido duras advertencias sobre la Amazonía, su situación actual y lo que podría estar por venir. La actual pandemia esta mostrando la debilidad de la amazonia en las áreas donde se han extraído la riqueza natural sin la mínima evaluación de las consecuencias.
RR, es el Amauta, cuyo discurso complementa lo que Maríátegui hizo en sus 7 ensayos, en una época que la Amazonía era un aún un territorio lejos de la acción de los gobiernos. Tampoco lo hicieron Raimondi en su periplo por los Andes.
Es muy importante, expresar, destacar, valorar a nuestros hombres y mujeres o mujeres y hombres, cuyos esfuerzos significan tiempo, salud, dedicación plena. Los frutos serán mucho más grandes para beneficios de todos. Jorge Zavaleta Alegre, Corresponsal en América del Diario16, El Mercurio de Madrid y redactor de TIME. Recuerdo a RR quien en los años ochenta me mostró la Región de Madre de Dios, los lavaderos de oro en Puerto Maldonado en manos de niños que morían a temprana edad con el uso de mercurio,y la burocracia del Banco Minero que destinaba a sus empleados para acopiar el mineral y mejorar sus ingresos personales.
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ROGER RUMRRIL EXPRESA SU AGRADECIMIENTO y DESTACA LA OBRA DEL CINEASTA FEDERICO GARCIA-
Todo mi afecto y cariño amazónico a mis entrañables amigos que han comentado con profunda amistad y solidaridad mi crónica de homenaje al notable cineasta cusqueño que acaba de fallecer.
FEDERICO GARCÍA, “EL SOCIO DE DIOS” Y
“EL VIBORERO”.
Por Róger Rumrrill
-Róger, no avanzamos nada en la
filmación y estamos bien retrasados y todo por tu culpa-, tronó.
-¿Por mi culpa?-, le pregunté
nervioso.
-Claro, por tu culpa. Porque tú has
creado ese personaje de “El Viborero” que inicia la película y nadie, ningún
actor quiere ni se atreve a enroscarse una boa de cinco metros en el cuello por
temor a que la boa le rompa el cogote. Así como tú has creado ese personaje, tú
eres la solución. Tú tienes que hacer de “El Viborero”, además tu cara te
ayuda-.
Ni siquiera la tormenta con rayos y
truenos que hizo crujir al viejo bimotor mientras atravesábamos la cordillera
pudo desalojar esas palabras de Fico García de mi memoria; mejor dicho las
órdenes del director de “El Socio de Dios”.
Pasada la tormenta cordillerana y mientras
el avión descendía sobre el mar verde del bosque amazónico, me puse a pensar
por qué había decidido incluir a ese personaje enigmático y misterioso de “El
Viborero” en la película.
Pedro López Upiachihuay, “El Viborero”,
había existido en la realidad. No era una simple ficción. Los testimonios que
recogí de él, de personas que lo habían
conocido, lo describían como un ribereño amazónico común y corriente
pero con una cualidad poco común e inimitable: tenía un enorme e irresistible
poder hipnótico en los ojos y en la mirada.
Valiéndose de esta fuerza y
poder, se ganaba la vida en los pueblos y en la ciudades amazónicas
enroscándose en el cuerpo las serpientes más venenosas y mortales, shushupes,
jergones, loro machacos e incluso boas que no pican, pero sus anillos constrictores
son capaces de romper como si nada el cuello de un toro. A Pedro López
Upiachihuay solo le bastaba mirar en los ojos pequeños y acuosos de las
serpientes para que estas se comportaran como mansas palomas.
Su prestigio llegó a ser tan
grande, que hizo exhibiciones en el cine teatro “Alhambra”, un
complejo arquitectónico barroco construido a principios del siglo XX por don
Manuel Bonilla Meneses y donde la burguesía cauchera de la belle époque de Iquitos podía divertirse con las óperas, zarzuelas
y teatro de las más prestigiosas compañías artísticas que llegaban de Madrid u
otras ciudades españolas a la Amazonía en la época de oro del ciclo cauchero.
Pedro López Upiachihuay, “El
Viborero”, utilizaba también el poder hipnótico de sus ojos y su mirada para predecir y mirar el futuro de los
seres humanos. Por ese motivo, en la primera secuencia de “El Socio de Dios”,
en medio de una multitud de gentes que
miran con asombro cómo “El Viborero” juega con las serpientes como si
fueran serpentinas, hay un hombre discreto y medio escondido que también mira
el espectáculo.
“El Viborero” se le acerca
sorpresivamente y mirándole a los ojos, le dice:
-Yo te conozco quién eres. Tú eres
Julio César Arana Del Águila, tu llegarás a ser un hombre tan poderoso que te
llamarán “El Socio de Dios”-
La escena ocurre en 1900 y el
riojano Arana, mediano empresario vendedor de sombreros de paja toquilla,
empezaba ya a construir su imperio y su riqueza amasada con la sangre blanca de
la shiringa (Hevea brasiliensis) y
roja de millares de indígenas Andoke. Ocaina y Witoto, en el río Izá (Putumayo)
y sus afluentes.
Al
borde de la muerte por olvidar las
las lecciones del domador de serpientes
Apenas bajé del avión corrí a
“Quistococha”, el parque natural de Iquitos, para recibir un curso intensivo de
manejo de serpientes durante cinco horas. Aldo Cabrera, el domador de
serpientes, al despedirme, me dijo con un tono grave en la voz:
-Nunca te olvides el secreto, la clave, para
el manejo de las serpientes. Es cuestión de vida o muerte-
En
el hotel, Fico García me presentó a todo el elenco cinematográfico diciendo:
“Aquí está nuestro Viborero. Acaba de llegar. Ahora sí no paramos la filmación
sino hasta terminar.
Durante el resto del día, en varias
ocasiones, me reitero que mi papel de “El Viborero” era muy importante. Porque
sería el actor que estaría presente en las secuencias más difíciles, cantando mis mariris, las canciones de los rituales
shamánicos, acariciando a la boa, que en las cosmologías amazónicas indígenas
representa el tiempo circular, la fuerza y el misterio de la naturaleza, la
misma significación simbólica, mítica del Amaru
andino.
Uno de esos días de filmación que nunca
he olvidado, de acuerdo a las indicaciones del director, Fico García, estaba cantando
un mariri y acariciando a mi boa, a mi actriz, a quién había bautizado como
“Rosita”, en una escena en que Arana (Adolfo Llauradó) hacía el amor con su
esposa, la también riojana Eleanora Zumaeta (Belisa Salazar). Como las escenas
de amor son siempre complicadas, la secuencia se había repetido más de cinco
veces.
Sentía fatiga y cansancio por la
duración de la escena, el peso de la boa y las tensiones que genera una escena
de amor. Sin darme cuenta, dejé de acariciar a “Rosita” y ésta, al sentirse
abandonada, sin caricias, al contrario de lo que ocurría entre Arana y Eleanora, me empezó a triturar con
sus anillos. Mis ojos empezaban a salir de sus órbitas y estaba perdiendo la
respiración.
Federico García, un peruano que filmó la grandeza de la Amazonía y su poblacion nativa.
En ese instante, el domador de
serpientes, Aldo Cabrera, a quién por fortuna y buena suerte le había pedido
que esa mañana me acompañara al rodaje, se dio cuenta de lo que estaba pasando,
acarició a la boa, la desenroscó de mi cuello, se envolvió el suyo con la
serpiente y me dijo mirándome fijamente
en los ojos todavía desorbitados:
-Te has librado de la muerte. La boa
te hubiera triturado. Te advertí que nunca deberías olvidar que lo más parecido
a una mujer es una serpiente. A la mujer que amas sino la respetas, la cuidas y
le acaricias todo el tiempo se va con otro. Te pica con su olvido. Así es la
serpiente, sino le acaricias como hoy a “Rosita”, te deguella.
Al terminar la filmación de todas las secuencias donde tenía que actuar, decidí retornar a Lima luego de una calurosa despedida con el director y todo el elenco.
Un mes después, mientras el equipo estaba terminando de filmar las secuencias
finales de “El Socio de Dios”, llamé por teléfono a Aldo Cabrera, el domador de
serpientes de “Quistococha” para preguntarle por “Rosita”.
-Ágarrate que te voy a dar una mala
noticia. “Rosita” acaba de morir. Después de la filmación dejó de comer y
cambió de carácter. Creo que tuvo stress amoroso. No pudo soportar la soledad y
tu abandono y murió de amor-
Meses después, en Lima, le conté la
historia de la boa “Rosita” a Fico García. Con una mirada de esas inolvidables,
profundas y con un guiño de humor me dijo:
-Ahora recién comprendo y entiendo por qué les dicen boítas a las muchachas amazónicas.
Porque son capaces de amar hasta morir como “Rosita”- y su mirada parecía un
río amazónico de recuerdos..
(Fin)
PAPELDEARBOL. Creado en 1992 en Lima por la historiadora y pintora July Balarezo y Jorge Zavaleta Balarezo, PhD en Literatura y Cine latinoamericano por la Universidad de Pittsburgh. PA.EEUU.
Desde 2017 se edita en EEUU. Asociado con Diario16, El Mercurio, TIME, <Panoramica de Milan, Tandil News Buenos Aires.
Editor y Administración July Z. Camerieri y Jorge Zavaleta Alegre
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