Relatos amargos que vienen del norte y que buscan en el suelo argentino el progreso que les fue negado.
La situación venezolana ya es conocida por casi todos. La cruda realidad imprime día a día nuevos datos que muestran el desastre económico, social, institucional y humanitario que generó el socialismo del siglo XXI.
Hace unas semanas, empecé a buscar a distintos venezolanos que eligieron a Tandil para vivir. Tuve la oportunidad de conocer a varios, todos buenas personas, amables y trabajadores. Les comenté la idea y, como todo en la vida, correspondió en distintos sentimientos y puntos de vista.
Algunos eligieron no hablar por temor, ya que tienen familiares viviendo en Venezuela que pueden sentir las consecuencias de las palabras que se plasman en esta nota. Otros, por cuestiones laborales se nos hizo imposible programar una entrevista. Pero también hubo varios que quisieron hablar. Dar testimonio de las vivencias para concientizar y aportar a la lucha contra un régimen que mata con balas y hambre a su pueblo.
Jennifer Benavides fue una de las que quiso participar. Ella es una joven recibida en tecnicatura de Administración de Empresas. Y junto a su hermana, Jeinnilyin, tomaron la dura decisión de marcharse de su país. Lejos de su familia y vida, para tener un mejor pasar y poder ayudar a sus seres queridos desde la distancia, con los dólares que recompensan al que trabaja.
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