Por Jorge Zavaleta Alegre
¿Para qué sirve un libro sobre los “dueños” de un país? ¿Acaso es un delito ser demasiado rico?
A estas interrogantes responde el analista político chileno Ernesto Carmona, incluyendo una radiografía de su país y su relación con las más grandes fortunas de los EEUU y Europa y otras latitudes.
La concentración de la riqueza en América Latina exhibe dos perfiles de hombres ricos, dos modelos de enriquecimiento: el de quienes optaron por la industria y el de los que tomaron el rumbo del comercio y los servicios. Se ve poca industria. Predominan quienes apostaron al sistema financiero, las telecomunicaciones, el comercio.
Sólo los ricos de Brasil y México muestran afecto por la industria y son los únicos que sustentan algo de “proyecto país”. Pero Brasil, México y Chile tienen la más desigual distribución del ingreso de todo el planeta.
Están en extinción los industriales con “filosofía Henry Ford”: “pago salarios que permitan comprar mis automóviles”. (Entre 1913 y 1927 produjo 15 millones de “folleques” a 360 dólares cada uno).
Antiguamente, los procesos económicos eran nacionales. La globalización cambió este criterio de proyecto país (en los países no ricos, desde luego).
En todas partes la prensa –¿el “cuarto poder”?– aplaude. El poder real lo ejercen personas con nombre y apellido. El mundo está gobernado por unos pocos países, los más ricos, que son los mismos que controlan esa suerte de cámara de senadores designados que es el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, responsable de 249 vetos en 55 años.
Los representantes de Alemania, Arabia Saudita, Estados Unidos, Francia, Japón, Reino Unido y Rusia controlan el 46% de los derechos del Banco Mundial y el 48% en el Fondo Monetario Internacional. El 1% más rico de la población mundial tiene ingresos iguales al del 57% más pobre. Lo dice el Informe sobre Desarrollo Humano del Programa ONU.
Grande es la complacencia de los administradores del Estado y grande también la generosidad de la clase política de diferente signo partidario, en una era en que domina “la adoración del becerro de oro” por defunción de “las otras ideologías”.
Parece ser que ni la crisis financiera del 2008 le alcanzó a estos grupos de poder, como analiza Andrew Powell, Asesor Principal del Departamento de Investigación (RES), de la Universidad de Oxford, economista jefe del Banco Central de Argentina.
Chile recorre un sendero de concentración de su riqueza en unas pocas familias. Muy pocos habitantes del país controlan casi todo el Producto Interno Bruto (PIB).
Y el tema del libro Los dueños de Chile, es ¿quiénes son esas personas? ¿Cómo acumularon tanta riqueza? ¿Cuál es el origen de sus fortunas? ¿Cuándo comenzaron realmente a “gobernar” a la nación?
Hoy en día, poquísimos pertenecen a familias enraizadas en la historia política y económica del país. Algunos nacieron con fortunas que supieron incrementar; la mayoría corresponde a “nuevos ricos” surgidos a fines del siglo 20.
“Siempre obtienen las leyes que desean. La más mínima desviación gubernamental resulta implacablemente cuestionada, perseguida, zaherida y, sobre todo, tergiversada hasta su completa reforma o abandono, merced a la fuerza de su poderoso aparato de medios de comunicación, por lo demás el único existente”.
Explica y enjuicia la sagrada libertad de prensa que significa una sola visión del mundo y un discurso uniforme en los medios de comunicación. Existe pues una visión totalitaria del mundo, de la economía y de la política en diarios, revistas, radios y televisoras, entregados todos a un servicio distinto al de la verdad. Los sindicatos no tienen voz ni fuerza después de transitar décadas en la dirección opuesta, padeciendo su propia jibarización.
Historias reales
En este informe de Carmona, no se incluyeron perfiles de ricos “ilegales” de América Latina afanados en la industria y el comercio de la droga, entre otras razones porque no transan valores en las bolsas.
Tampoco figuran los próceres del enriquecimiento ilícito, ex jefes de Estado y familiares que le dieron duro a la corrupción. Los ricos de Venezuela tienen su riqueza globalizada en el continente y en Estados Unidos, exceptuando cerveza y alimentos.
Este no es un libro de economía, tampoco de historia, menos de sociología. Sólo se trata de periodismo, un largo relato que pasa por muchas personas. Lo podrá entender cualquiera. Lo inspira el propósito de contar historias reales, entretenidas.
¿Testaferro?
Carlos Slim es el más rico de Latinoamérica. En México se dice “prestanombre” con el significado de “testaferro” o del chilenismo palo blanco. “–¿Para qué iba a ser prestanombre y manejarle su dinero a un político? No lo he hecho nunca, ni con mis hermanos. ¡Nunca!” respondió Slim a la revista mexicana Proceso, cuando todo el país lo creyó testaferro del Presidente Salinas de Gortari. Participa en telecomunicaciones en Brasil, Guatemala y Colombia.
A manera de colofón, el libro de Carmona concluye:
Si el ingreso nacional es suficientemente alto, este aumento, en términos absolutos, podría significar que toda la población cubre sus necesidades esenciales, es decir, que no hay nadie en situación de extrema pobreza, de indigencia. Este no es el caso de Chile, en que, como se sabe, un 10% de la población vive en situación de extrema pobreza.
Es evidente que, en el largo plazo, el mejoramiento de la educación –con el consiguiente aumento de la productividad del trabajo– permitirá superar la situación de extrema pobreza en que viven todos esos compatriotas nuestros.
El problema es que –como ha dicho el Papa– “los pobres no pueden esperar”. El “largo plazo” es, aparentemente, “demasiado largo” y –como dijo Keynes– lo único seguro en el largo plazo es que estaremos todos muertos. Por eso es que “algo” hay que hacer en el corto plazo, ahora.
Y ese “algo” es simplemente que, en una actitud solidaria, los que tienen más contribuyan a solucionar los problemas más urgentes y dramáticos de los que no tienen casi nada.
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