- CARMEN LA DE TRIANA 1.938, de Florián Rey. En el film quedan referencias de la libertad y el deseo de la etapa republicana. Carmen como mujer es lo opuesto a la madre y a la institución familiar franquista. Ella restablece el arquetipo amoroso de la mujer que compensa la insatisfacción del macho, veladamente oculta entre las sonrisas y las canciones. Pero las desventuras de Carmen estuvieron acompañadas por el llanto de las mujeres de los vencidos y encarcelados que buscaban un medio para ganarse la vida.
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Por
Antonio Periánez Orihuela, Diario16,Madrid
-
27/11/2017
CARMEN LA DE TRIANA 1.938, de Florián Rey. En el
film quedan referencias de la libertad y el deseo de la etapa republicana.
Carmen como mujer es lo opuesto a la madre y a la institución familiar
franquista. Ella restablece el arquetipo amoroso de la mujer que compensa la
insatisfacción del macho, veladamente oculta entre las sonrisas y las
canciones. Pero las desventuras de Carmen estuvieron acompañadas por el llanto
de las mujeres de los vencidos y encarcelados que buscaban un medio para
ganarse la vida.
Y pasaban figuras mal vestidas de
mujeres, cruzando como sombras, solitarias mujeres adiestradas -viudas, hijas o
esposas-
JAIME GIL DE BIEDMA
La sociedad española en los primeros
tiempos del Caudillo en el poder estaba regida por una escala de valores sentimentales
de su entorno inmediato. En este ámbito encontramos muchas vivencias que se
negaban a desaparecer y que parecían detener el tiempo. Eran valores presentes
en la forma de vivir de la gente y en las relaciones sociales tradicionales,
asimismo estaban en el lenguaje popular y en el cancionero de la copla. Antes
de la guerra, personalidades como Federico García Lorca habían popularizado
parte de aquellas tradiciones folklóricas, después de la guerra, poetas como
Rafael de León, Antonio Quintero y músicos como Manuel Quiroga hicieron renacer
el mundo de la canción. Pero el género había cambiado de sentido, la crítica
más progresista veía en ellas la representación del pensamiento conservador de
los vencedores. Por su parte, pocos medios como el cine tuvo la capacidad de
ofrecer en sus historias, una galería de universos distintos y fantásticos. La
pantalla fue uno de los mejores aliados del franquismo, como en siglos
anteriores lo había sido el teatro para los reyes de la Casa de Austria o de la
dinastía Borbón. Sin terminar la guerra, el bando nacional produjo películas
que se rodaron en los estudios alemanes e italianos. Entre las más destacadas
encontramos: Carmen la de Triana (1.938) de Florián Rey que se
rodó en Alemania o Los hijos de la noche (1.939) de Benito
Perojo en Italia. Hubo películas reconocidas durante la República como Morena
Clara o La verbena de la Paloma que tuvieron una
distribución en ambas zonas del conflicto. A partir de la victoria franquista,
el cine se convirtió en el apoyo de su política cultural, artística y
propagandística como el NODO. El pueblo español era, desde hacía décadas, un
espectador consagrado, por su carácter propenso a la ensoñación y la fantasía,
así que el éxito popular del cine estaba asegurado.
Pese a la escasez de medios, la
industria cinematográfica española, fue considerada una prioridad por los
gobiernos franquistas, así el cine se estableció, dentro de sus posibilidades,
como el auténtico arte de entretenimiento. Para ello se crearon una serie
de géneros populares que obedecían a las consignas y a las
normas ideológicas del sistema. La asistencia al cine, durante la posguerra, se
convirtió en unos de los pocos momentos agradables en la precaria y monótona vida
cotidiana de la población andaluza. La programación obedecía a la misma
situación de carencias de otros artículos necesarios para la vida. Parte de las
películas programadas eran españolas y entre ellas de ambiente andaluz o de
género folklórico, algunas como: El negro que tenía el alma
blanca (1.934). La hija de Juan Simón (1.935). Nobleza
baturra (1.935). María de la O(1.936). Mariquilla
terremoto (1.939). La Marquesona (1.940). La
dolores(1.940). Los misterios de Tánger (1.942). Un
caballero famoso (1.943). La maja del capote (1.944).
La maja de los cantares (1.946), María Fernanda la Jerezana (1.947)
o La estrella de Sierra Morena (1.952). Ciertas películas de
éxito se reestrenaban continuamente sin problemas, años después de realizadas,
los cines volvían a reponerlas con el anuncio bien visible sobre el afiche de
“copia nueva”, cosa que no era siempre cierto. Esta práctica se repite más
tarde con películas de figuras de la canción o del flamenco que tenían la
taquilla asegurada, estrellas como: Marisol, Joselito, Antonio Molina o Manolo
Escobar. Había cintas que reunían todas las cualidades para triunfar como Currito
de la Cruz (1.948), de Luis Lucia y para ser proyectadas en los
pueblos. Pero, sin lugar a dudas, la que se proyectó más veces fue Morena
Clara (1.936), de Florián Rey. En los cines de verano de los pueblos y
de los barrios de algunas ciudades del Sur, cada temporada, el público acudía
masivamente a las salas de proyección, era un público que conocía la trama y
los personajes, sabían las canciones de Imperio Argentina y los dichos
ocurrente de Miguel Ligero en su personaje de Regalito.
Sin duda, las manifestaciones
artísticas expresadas con un lenguaje conocido las elige el pueblo como su
forma de expresión y, a veces, la estética culta se ha nutrido de lo popular,
de igual modo, hay etapas donde lo popular ha sido tributario de lo culto. Este
cine de género, comedia o drama, habla de cosas sencillas, historias sobre una
Andalucía que mostraba las formas de vida social del momento y que aseguraban
el éxito en otras regiones del país. En ciertas películas españolas, la
presencia andaluza estuvo siempre en el conjunto de los personajes, el andaluz
representado por un sargento gracioso, un señorito perdonavidas, una
folklórica, un criado chistoso y sumiso o un cuerpo de baile. La copla y el
cine respondían a las necesidades sentimentales de las clases más modestas. El
arte popular, en todos los tiempos, ha formado parte de la cultura social,
aunque no se haya conseguido la integración en la cultura oficial. Por su
parte, la cultura oficial trata de bajo nivel cultural a las
clases populares, porque rechazan la cultura institucionalizada. La cultura es
un producto social que satisface unas necesidades creadas por el hombre para
comprender y modificar la realidad en la que vive. La copla y
el cine sobre lo andaluz se instalaron en la vida cotidiana de
gran parte de los españoles, pero entendemos que el éxito de los espectáculos y
de las películas folklóricas tiene una explicación racional. Miremos. En las
zonas rurales vivía una parte importante de la población que con el tiempo se
traslada a los cinturones industriales y a los barrios periféricos de las
grandes ciudades. El flujo migratorio fue notable durante el siglo XIX y hasta
la primera mitad del siglo XX, aunque, entendemos que, un cambio en el espacio
no supone un cambio en las costumbres. Francisco de Quevedo en su relato
picaresco del Buscón advertía que los cambios surgen desde
dentro, “pues nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de
vida y costumbre”. Pues bien, merece nuestra reflexión la presencia de fiestas
relacionadas con la Semana Santa, la Feria de Sevilla y la Romería del Rocío en
localidades muy alejadas de Andalucía. Y es que, los pueblos, las sociedades se
resisten a dejar la identidad y las creencias que forman parte de sus vidas, en
otros tiempos los obreros andaluces llevaron el pensamiento anarquista al
trabajo y a las fábricas.
El éxito del cine sobre lo andaluz
estuvo presente en cada región del territorio nacional debido a la fuerte
emigración hacia las zonas industriales. Pero la aceptación de la copla y las
películas no fue exclusiva de andaluces y extremeños, el reconocimiento lo
tenían en todo el país. El motivo principal del éxito estaba en el contenido
sentimental de las películas y las canciones, en ellas hay un reflejo del “modo
de producción” y “reproducción social” que imperaba en España. La estética
cinematográfica y de las canciones de la autarquía planteaban los problemas del
presente en la vida cotidiana de la sociedad española. Manuel Vázquez Montalbán
recopiló, en su “Cancionero General del Franquismo”, la huella sentimental de
la sociedad del subdesarrollo, las canciones de la autarquía. Canciones que, en
forma de pequeños folletos, recogían las letras del repertorio de los artistas
del momento: Juanita Reina, Concha Piquer, Antonio Molina o Luisa Ortega. Estos
cancioneros tuvieron una notable popularidad pues a través de ellos el público
conocía letras de las canciones, los folletos se vendían en librerías o en los
primitivos kioscos.
En aquel tiempo, durante el invierno,
la sociedad andaluza contaba sus miserias alrededor de la chimenea y de la mesa
camilla, en los largos meses de estío, en los patios y en las puertas de las
casas, tomando el fresco. Las charlas familiares y vecinales eran el lugar
apropiado para compartir los sentimientos, los buenos vecinos daban rienda
suelta a las penas que producía la miseria. Pero había otro llanto producido
por la guerra y las noticias de los familiares encerrados en las cárceles por
el Régimen. La mayoría de las personas mayores eran analfabetas, las mujeres se
ocupaban de una vecina de confianza para que leyera y contestara las cartas de
los familiares ausentes. Las mujeres reunidas realizaban trabajos de costura,
hacían abrigos de punto o bordaban los ajuares de las jóvenes, aunque parte de
estas labores estaban retribuidas, era un trabajo de las jóvenes, de clase
media, que no entraban en el servicio doméstico. Los grupos de mujeres más
necesitadas iban al campo a realizar labores sencillas y temporales, trabajos
como la vendimia, la recogida de la aceituna y otros menesteres mal
remunerados. Las pocas mujeres que sabían leer lo hacían, en ocasiones, para
ser escuchadas, algunas reuniones eran acompañadas por la lectura de novelas
populares o por entregas que todavía se publicaban. En otros
casos cantaban las canciones de moda y contaban cuentos y películas, las noches
de invierno los familiares y vecinos jugaban a la lotería con fichas de
altramuces secos, porque las fichas escaseaban. También era frecuente jugar a
las cartas para matar el tiempo, años más tarde se escuchaba la radio que
consistía en “oír la novela”. El sentido comunitario de la sociedad rural
andaluza no estaba roto todavía, la emigración terminaría definitivamente con
él. En este tiempo, en cierta medida, España mantenía vivos los valores
populares, las amistades y una forma de vida donde existía la ayuda entre los
conocidos, las personas ni nacían ni morían solas. En la sociedad andaluza
permanecía viva la memoria sentimental, una forma de subcultura manifestada y
practicada por la sociedad trabajadora de los pueblos y barrios de las
ciudades, pero representaban un universo que llegaba a su fin.
Las clases populares habían creado su
propio mundo cultural y estético, los pueblos y los barrios de trabajadores
conocían las coplas, lo mismo que las películas que se proyectaban una y otra
vez. Pero las películas y las coplas hablaban fundamentalmente de una Andalucía
de perdedores yperdedoras, puede que de fracasados en
el amor o de un trabajo dignificable, un medio de expresión para un medio
cultural de vencidos. Algunas películas planteaban problemas relacionados con
el papel social de la mujer, por este motivo las mujeres fueron sus
principales espectadoras. Sin embargo, había otro hecho de importancia para la
transmisión-difusión de la copla y del cine sobre Andalucía, era la existencia
del grupo marginal de los homosexuales. Los temas de la copla
respondían al concepto de marginación y pocos grupos sociales fueron peor
tratados que los homosexuales. Ellos conocían las canciones, los gestos y
ademanes de las cantaoras, las imitaban cuanto era posible y estaba permitido.
Este velado permiso ocurría en las fiestas de los pueblos, en las cruces, en
las romerías y en las celebraciones ocultas de los señoritos.
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