Francisco
Carranza Romero
Cuando,
después de unos años, uno vuelve a Caraz o Carás, ciudad capital de la
provincia de Huaylas (Perú), se siente emociones que contrastan.
Alegría y la chupa.
El reencuentro con la familia y gente conocida en los escenarios de la vida pasada
es siempre motivo de alegría y actualización de datos. Los abrazos y palmadas
acompañan a las palabras emotivas y risas. Pero, lamentablemente, no falta
algún caracino que no sabe celebrar el feliz reencuentro sin consumir alcohol.
Éste, inmediatamente propone con su dejo lento: “Será motivo, pues. Esto merece
un par de chelas heladas”. El visitante que entiende la propuesta ad pedem litterae
accede y se sienta a compartir un par de vasos de cerveza. Pero, cuando se
levanta y se despide comienza el problema. El que quiere seguir chupando lo
insulta y lo califica de sobrado. El borrachín no perdona al que no comparte su
vicio. Por eso, algunos caracinos están enfermos por el alcohol consumido sin
control. Entonces, es cuando hay que saber con quién reunirse.
Perros en donde sea.
Al caminar por las calles recordando los tiempos idos surgen las sorpresas desagradables
porque hay que cuidarse de tantos perros que se han adueñado de las veredas,
calles, mercados, restaurantes, plazas, templos, terminales de transporte ...
Y, hasta en la entrada del hospital San Juan de Dios hay perros; y, detrás de
este nosocomio los perros se pelean por los desechos arrojados allí. ¿Son
perros con gustos de antropofagia? Esto hace recordar a Leoncillo y Becerrillo,
perros de Vasco Núñez de Balboa, famosos por cazar indígenas que huían de los cristianos
esclavistas. Esos perros alanos también se comían a los indígenas. Y ganaban mejor
salario que los arcabuceros (Francisco López de Gómara: “Historia General de
Las India”, cap. LXV).
Los
perros callejeros de todo color y tamaño orinan y cagan en donde sea ante la
vista de la gente. Los machos prefieren las esquinas y postes para apoyarse alzando
una pierna al orinar. Todos estos desechos, una vez secos, se mezclan con el
aire que se respira. Los que viven y transitan por Caraz, seguro que se
contaminan con los gérmenes y parásitos caninos. Por eso, no se debe esperar el
brote de enfermedades que afecten a la gente. Más vale prevenir.
Pasar
la noche en hotel o casa particular es también incomodidad porque hay que soportar
los ladridos, aullidos y peleas de perros vagos que compiten por espacios, hembras,
o simplemente no saben arreglar sus problemas.
¿Quién debe solucionar este problema de perros?
El dueño del perro
es el primer responsable porque, aunque tenga mucha canifilia, debe mantener a
su mascota dentro de la casa y no abrirle la puerta para que salga a vagar. Tener
un animal es responsabilizarse de éste. Al pasearlo por lugares fijados hay que
portar bolsas para recoger las deposiciones.
Las
instituciones locales como el municipio, área de salud, área de educación y
otras deben coordinar los planes y acciones para advertir a los dueños de los
perros callejeros antes de sancionarlos.
“Caraz
Dulzura” es el calificativo por la elaboración y venta de dulces de todo tipo. Una
buena atracción turística. Por su clima templado, desde tiempos prehispánicos,
ha sido la tierra del árbol y fruto shawin
(en quechua) que en castellano es conocido con la palabra caribeña “guayabo”
(árbol) y “guayaba” (fruto). El caracino fue calificado en quechua como “shawin puqti” (mermelada de guayaba); pero
ahora esta planta escasea. En 2017, Caraz es ciudad de perros, allqu marka. Y los que conviven sin
solucionar el problema canino, poco a poco se están volviendo allqu trasa (de traza perruna).
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