Manuel Domínguez
Si es comúnmente aceptado que sin libertad no es posible la democracia, debemos admitir que sin periodismo no hay ni libertad ni democracia porque el periodismo, como garante de derechos y valedor de la verdad, tiene la sagrada e irrenunciable misión de general ese estado de opinión publica en el que florece la independencia y la pluralidad, se fomenta el dialogo y el intercambio de ideas, se preserva el espíritu crítico y la capacidad de discernir y, indefinitiva, los poderes públicos son obligados a rendir cuentas de su gestión en un modelo político en el que la transparencia y la honestidad son valores intrínsecos de los que no puede desistir ni se debe mancillar.
Si es comúnmente aceptado que sin libertad no es posible la democracia, debemos admitir que sin periodismo no hay ni libertad ni democracia porque el periodismo, como garante de derechos y valedor de la verdad, tiene la sagrada e irrenunciable misión de general ese estado de opinión publica en el que florece la independencia y la pluralidad, se fomenta el dialogo y el intercambio de ideas, se preserva el espíritu crítico y la capacidad de discernir y, indefinitiva, los poderes públicos son obligados a rendir cuentas de su gestión en un modelo político en el que la transparencia y la honestidad son valores intrínsecos de los que no puede desistir ni se debe mancillar.
Las reglas del juego son muy sencillas, lo difícil no es admitirlas sino cumplirlas con responsabilidad y sentido ético para que la dignidad este supeditada a la conciencia no al capricho ni a la arbitrariedad de los poderes fácticos o dictaduras privadas. De la insolvencia de este principio nace el descrédito en el que se desenvuelve todo lo público y que ha desembocado en una crisis sistemática que hasta hace pocos meses nadie ponía en dudad, ante el auge irresistible de las redes sociales. Hoy la situación es otra, la información en las redes sociales para conseguir la credibilidad y el rango de noticia periodística libre e independiente el lector exige que la noticia venga avalada por el valor testimonial de una “cabecera” que sin duda este reconocida en el rigor de su propia existencia, ni la firma de un profesional conocido públicamente, informando con prisa y sin razón, de uno u otro pensamiento crea opinión la sociedad si además el soporte donde lo presenta no tiene el reconocimiento antes mencionado.
Las normas que llegaron a imponerse por una tecnología global cuyo control escapaba a toda ética llego a erigirse en un nuevo poder global con información rápida, sin reflexión y carente de pensamiento, donde no llego solo a cuestionarse al periodista y al medio complaciente con la corrupción, sino al periodismo en sí, controlado y desactivado por el capital al servicio de los mercados. No es que la mayoría de las veces resulte muy caro proclamar la verdad o defender la independencia, es que parece que trae más cuenta difundir la mentira. Dicen que la peor censura es la que uno ejerce sobre si mismo, la autocensura. En la libertad de expresión es preferible el ejercicio de la misma, aunque sea de forma negativa, que la privación de la verdad o la degradación de la opinión pública al relativismo y el pensamiento único público o privado. Es decir, el periodista es consciente de que en una coyuntura en la que se niega la libertad y la verdad no depende de la realidad objetiva e incuestionable , sino del ánimo o voluntad de quien dice sostenerla, tiene la obligación moral de mantenerse libre , libre de forma individual, pese a que colectivamente no sea posible para el la libertad. CAMUS, que entendía que si un periodista no puede decir todo lo que piensa, puede no decir lo que no piensa o lo que cree que es falso , insiste en que hay que resistir en una actitud de lucidez, rechazo, ironía y obstinación, que puede devenir incluso en desobediencia cuando la estupidez se hace insoportable.
Yo añado que cuando el miedo supera y se impone a la razón, es probable que no se pueda gritar la verdad pero, al menos, que el cómplice silencio no sea correa de trasmisión para los enemigos de la libertad. En medio de la corrupción generalizada , es necesario mantenerse honestos. No me refiero a sacrificios inútiles, todos los son, sino a ese es fuerzo sobrehumano que nos lleva a mantenernos firme y perseverantes en situaciones en las que sino es posible defender la verdad, al menos es preciso no servir nunca a la mentira. No podemos dejarnos llevar por el desánimo porque aún queda esperanza en un periodismo de reflexión desde el pensamiento y la conciencia. Es lo único que hoy puede mantener vivo el compromiso de la comunicación. Si desistimos, estaremos alimentando al monstruo atroz de la mediocridad y la intolerancia. No hay que bajar la guardia. Los hijos de la ambición y el servilismo a cualquier precio están más activos que nunca, más rabiosos y agresivos, están perdiendo, desde ese periodismo de priesas y sin valor de comunicación, ese que no le avalan la historia. Ahora solo mantienen la incoherencia de la “pasta bastarda que los formo”, ese periodismo pusilánime y cobarde, que vuelven a estar en celos y, siguen hablando porque algo tienen que decir.
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1 Comentario
Jorge Zavaleta Alegre 29/04/2017 at 09:12
Jorge Zavaleta Alegre, Nueva York
El impacto de la era digital, se traduce en la revolución tecnológica que está transformando el trabajo y las relaciones de manera radical, pero este cambio en el mundo es percibido ahora de forma heterogénea. Sin embargo, es necesario precisar que los valores democráticos, la ética, la honradez, no pueden ser cambiados por la tecnología. Todo lo contrario.
Vivimos nuevos escenarios, muy similares a los que fueron revelados por Chaplin, en su célebre obra Tiempos Modernos, filme realizado en 1936, cuando el gran capitalismo, genera la revolución industrial, que es el predominio de la máquina sobre el ser humano.
Las tecnologías informáticas es verdad están cambiando el tipo de trabajos disponibles, y que esos cambios “no son siempre para mejor”. Por ejemplo, desde la década de 1980 los ordenadores realizan tareas como la contabilidad, el trabajo administrativo y los trabajos repetitivos en la fabricación y todos ellos suponían ingresos de clase media.
Manuel Domínguez Moreno, Presidente y Editor de Diario16, de Madrid, en una conferencia sobre Comunicación y Medios Digitales, remarca que el periodismo no debe sucumbir a las dictaduras públicas o privadas.
Mas bien, aprovechando el mejor uso de la tecnología, el buen periodismo puede estimular la expansión de sus mensajes que se identifican con las necesidades y alegrías de la humanidad. De esta manera será posible enfrentar el crimen organizado contra los recursos públicos o de aquellas empresas que actuando en la “legalidad” y cumpliendo los códigos éticos del trabajo y los derechos de los trabajadores, son víctimas del chantaje de los “políticos” para obtener prebendas.
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