Jorge Zavaleta Alegre
En marzo de 1992, la mayoría de los tres millones de
electores blancos de Sudáfrica decidió, en referéndum, poner en marcha la construcción de una nueva historia, poniendo fin al “apartheid”, es decir con aquel brutal
sistema, avalado por las leyes de uno de los países más ricos del África.
Esta historia se encuentra espectacularmente presentada en
el cine,
a través de tres grandes y recientes películas. Adiós Bafana, Invictus y Mandela del mito al
hombre, en la cuales se aprecia la
reconstrucción de un país,
proceso que aún no ha terminado, porque si bien las leyes segregacionistas fueron abolidas, las relaciones humanas arrastran los rezagos
del racismo y seguirán existiendo en
tanto las condiciones de la democracia no alcancen la plenitud de sus objetivos, con iguales oportunidades
para todos sus ciudadanos.
La reflexión viene a propósito del libro La Política va al Cine, publicado por el Fondo Editorial de la
Universidad del Pacífico, y que convoca estudiosos de las ciencias humanas de
ocho países unidos por la convicción de que el séptimo arte es
un mecanismo fundamental para entender la política, en palabras de los dos
editores Manuel Alcántara y Santiago Mariani, egresados de las universidades
Complutense de Madrid y Oxford.
Es muy cierto que transferir el control del país a la mayoría
negra y la movilización popular permitió
llegar a un acuerdo que prometía instituir
en Sudáfrica un régimen democrático no racial ni sexista, y basado en el
principio de “una persona, un voto”. El
gobierno de Mandela, tras 27 años de cárcel,
fue quien tuvo que hacer frente
al desafío de reestructurar la economía redistribuyendo los beneficios
obtenidos, facilitando la construcción de viviendas y la prestación de
servicios sanitarios y promoviendo la generación de empleo y el desarrollo
educativo. Pero aún falta mucho por hacer.
Rolando Ames Cobián, prestigiado parlamentario de los ochenta y desde la Pontifica Universidad Carólica, con su ensayo ¡Los políticos y sus
entornos desde el cine¡, analiza el rol
de los líderes de Francia e Italia, Mitterrand y Andreotti, y concluye que los
medios constituyen hoy en día un entorno demasiado importante de los políticos
como para no registrarlos. Las lecciones que nos dejan ambos líderes europeos,
le permite afirmar que se hace necesario
invertir mucho en la condición humana.
Advierte también que
si los ideológicamente anti políticos fueron felices por un tiempo,
viéndose triunfadores, muchos empresarios corporativos, los principales
ganadores actualmente, ya se dieron cuenta – con la contribución de la crisis
financiera – de que hay momentos en los que hace falta que alguien nos ayude a quienes
estamos en dificultad. Ese es uno de los varios sentidos, no el único, de la
autoridad política. Hay que reconocer y enfrentar esta crisis humana en toda su
hondura.
La Política va al Cine, induce a mayor debate. Jacqueline
Fooks, como panelista de la
presentación, reclama una mayor convocatoria a las mujeres para ampliar esta
guía de navegación.
Y Ricardo Bedoya, con su larga experiencia docente, desde
sus diversos libros y crónicas, da cuenta que en el Perú, en los últimos años, se ha producido mucho
cine empezando por la problemática del Ayacucho, agredido por Sendero Luminoso
y la represión armada.
Menciona que antecedente del cine nacional lo encontramos con la Patria de Leguía – 1919 1930 - que alentó a las empresas de telediarios a
filmar los actos públicos y a vender al Estado para su distribución. El partido
aprista produjo una película, cuya difusión fue prohibida, versión que no
existe en ningún archivo.
Hurgando la historia, encontramos el valor del cine en la
época de Lenin, Stalin, Hitler. En la gran
depresión de EU del 29, hubo un estrecho apoyo de Hollywood a la política de Roosevelt para mitigar esa crisis, con la producción de musicales y visitas a lugares exóticos, una
invitación a soñar. Las estrellas de Broadway jugaron una función profundamente
política.
A manera de conclusión, sobre el cine y la política o
viceversa, estudiantes e instituciones de México, Chile, Argentina y Perú mantienen vínculos sobre todo con universidades norteamericanas
interesadas en conocer el cine radical, desde las profundas raíces estructurales de Latinoamérica, cuyos aportes de los migrantes a la economía y la
cultura norteamericana, se traduce hoy en la política regional del presidente
Obama, anunciando el fin del bloqueo a Cuba iniciado hace más de medio siglo.
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