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Por Jorge Zavaleta
Alegre
“Para la pena o para
a la alegría, el indio siempre
tiene un canto”,
José María Arguedas, versión comentada por David Flores Vásquez.
David Flores Vasquez,
abogado, docente y apasionado
músico, es un estudioso y
promotor de la música como elemento
inseparable de otras manifestaciones del
arte, en el complejo camino de construcción de la identidad de un pueblo.
Su opinión sobre JM, como actual director del grupo La Lira
Huaylina, nos ayuda a comprender mejor la trascendencia de la música en la
articulación de la sociedad y por cierto
en la producción literaria del autor de Todas
las sangres. Así lo entendieron también
los músicos y directores la
Lira Huaylina o Lira de Huaylas: Rodomiro Flores Vásquez, primer Presidente; Luis Espinoza Alcedo, primer Director,
cuya familia auspicia una excelente grabación de su autoria; Julio Sánchez Aguirre, Tesorero. Socios
fundadores; Ricardo Cortez Espinoza, Aurelio Maza, Horacio Villafana Villafana,
Secretario de Cultura, Filemón Villar Alba, Rigoberto Cox Peregrino, Edgardo
Villar Alba y Diógenes Villar Alcedo, Secretario. En el 2015, enriquecen el
grupo Luis Florez Vásquez, Sergio Vergaray, entre otros.
El comentario viene a propósito de un reciente libro Todas
las sangres, patrocinado por el Ministerio de Cultura del Perú y Editora Carmen Pinilla, investigadora y
docente de la PUCP, para conmemorar los 50 años de publicada esta novela, que
junto a Conversación de la Catedral, de Mario Vargas Llosa, condensan
el debate sobre el Perú, desde vertientes contrapuestas y múltiples aportes
como el Carlos Eduardo Zavaleta en su
obra Los
Aprendices, escritor nacido en
Caraz-Ancash, agregado cultural del Perú
en Londres, Madrid, México y Bolivia.
JMA, literato y antropólogo, amplía su contribución al
conocimiento de la cultura andina, gracias
a su pasión por la música y la danza. Estaba convencido de que
las danzas indias del Perú, son símbolos y constituyen todo un lenguaje del
pueblo. Entre su vida y su obra
(literaria y antropológica), resalta su doctorado en Etnología en la
Universidad de San Marcos, para respaldar su conocimiento vivencial y sus
ideales. La familiaridad suya en la niñez con los quechuas de la sierra central
y sur del Perú, lo llevó a considerar que los rasgos culturales andinos además
del quechua son el folklore musical, la arquitectura popular y la danza de las
tijeras.
Arguedas utilizó la música, y no fue de manera casual si no como parte
importante de la cultura de la gente de los pueblos con la que el convivio y
compartió los momentos más felices de su
vida y de quienes aprendió y logro poseer esa gran sabiduría. Trata de revelar o reflejar que JMA contribuyó
a transmitir, enseñar la forma indígena
de cantar y que no solo se trataba de aprender los cantos, sino de adentrarse
en el canto mismo. Y es que la forma del canto viene a ser una parte muy
profunda de esta cultura.
ARGUEDAS EN HUAYLAS
David Flores Vásquez
refiere que la mamá de Guillermo Krstulovic Altamirano, hermana de J.
María, se llamó Rosa. Por cierto que yo no la llegué a conocer.
Nunca supe cómo mi profesor de Matemáticas Arístides, hermano
de José María, llegó a Caraz. Sería interesante saberlo. Recién con el tiempo,
cuando José María adquirió notoriedad se supo que eran hermanos.
En cuanto a la música
que encandiló a Arguedas habría mucho que decir. Ocurre primero que Ayacucho,
(todo el Departamento) tiene vocación musical y algo debe existir en el alma de
la gente que le brota con un dejo de
tristeza, de lejanía, de angustia. Quizá el huayno "Huérfano
pajarillo" es su mejor expresión o, en todo caso, una de las mejores.
Por alguna razón se me metió en la cabeza (y esto no tiene prueba
alguna) que esto se retrotrae a los primeros años de la conquista cuando las
huestes de Almagro caen derrotadas en la batalla de Chupas. Es evidente y
cierto que esos soldados derrotados de "desparramaron" por Ayacucho
rumiando su tristeza. Los vencidos, en esos tiempos, no estaban en condiciones
de irse muy lejos ni de pedir nada.
De pronto por eso aparecen por allí los
"Morochucos" consumados jinetes que devoran las pampas de Cangallo.
Estos son para mí, herederos de las huestes de Almagro y por eso verás, incluso
campesinos barbados, de tez blanca y ojos verdes. Ellos se quedaron y se
asimilaron a las tierras que, finalmente, los acogieron como suyos. Pero al
problema de sus ancestros se sumó
obviamente la sobriedad y severidad del paisaje. La distancia a las grandes
ciudades. Huamanga, antes de los españoles (o Ayacucho, rincón de muertos) se
fundó como punto de descanso entre Lima y Cusco.
“La etimología de sus dos nombres es fiera. Ayacucho,
denominación de la quebrada inmediata a Quinua y al lugar de la batalla de la
Independencia significa rincón de muertos,
por la carnicería que a fines del siglo XVIII hizo el Inca Rocja en los pocras rebeldes. Huamanga, que existió
en las cercanías de la población actual,
quiere decir “hártate halcón… porque el Inca Huiracocha tras de domeñar nuevamente a los pocras, dio de comer en el llano de la
contiende, carne fresca al ave
predilecta de cetrería que llevaba
consigo y que se le posó en la cabeza como
un augurio de victoria y de absoluta dominación” (Paisajes Peruanos, José de la
Riva Agüero)
Después deriva en San Juan de la Frontera, siempre en función
de distancias y lejanías. Si a esto se añade la severidad y solemnidad de sus
iglesias y el recogimiento de la gente, podríamos convenir que todo esto acuna
un sentimiento musical tristón y evocativo que solo se disipa en parte en los
carnavales en que la música es más alegre y festiva lo que normalmente deriva
por eso a ejecutarse en nota
"mayor".
He divagado en este tema, pero si me permites, deseo añadir
algo: Mi encuentro con la danza de las tijeras: Debe haber ocurrido por los
años 1953 o 1954 en que fui a casa de mi primer amigo en la Universidad
Católica, Hernán Bendezú Berrocal, que hace año y medio nos dejó. Obviamente
tuvo que ser un 20 de agosto, fecha de sus cumpleaños pues si yo no asistía,
por alguna razón, se resentía hasta el año siguiente. El era ayacuchano
(Distrito de Aucará, Provincia de Lucanas).
Estaba toda su familia más algunos paisanos suyos. La reunión
estaba amenizada por un arpista y un violinista, mismo Máximo Damián. Recuerdo
que los asistentes, especialmente las chicas, se acercaban al arpa y cantaban
sus huaynos ayacuchanos "cajoneando" el instrumento para remarcar el
compás. Las canciones fluían con facilidad, obviamente cargadas de nostalgia
por la tierra ausente.
De pronto advertí un cambio de ritmo frente al huayno pausado
y tristón, ritmo en el que el violín se convirtió en guía. Yo no había
escuchado antes ese ritmo. Todos los asistentes seguían con las palmas hasta
que Hernán, como "dueño del santo" pidió dos "expontáneos". Se lanzaron al
ruego dos muchachones que frisaban los veinte años y sin más empezaron con
saltos y acrobacias, levantando la mano
derecha "como que cortaran algo con tijeras" doblando los pies hasta
casi pisar "de lado".
Era una especie de desafío en el que los contendientes dieron
muestra pareja de calidad. Recuerdo que algunos les arrojaban algunas monedas.
Las palmas de los presentes premiaron a ambos por igual. Después supe que había
asistido, por primera vez, a la "danza de las tijeras", pero sin
tijeras.
Hubo que pasar un buen tiempo para que admirara esa danza
acrobática, con el precioso atuendo, en Coliseos o, incluso, en el Hotel Sheraton para admiración de los turistas.
Con el tiempo entendí bien porqué Arguedas puso en el tapete
este baile y porqué Máximo Damián se convirtió en su gran amigo. Perdona, estas líneas, pero los dedos se
pusieron a "teclear" con cierta fluidez. Un abrazo: David FloresVásquez.
--En tres de sus obras como: “Yawar Fiesta” donde menciona a
los danzantes; en “La Agonía de Rasu – Ñiti”, describe la vida de un danzante;
y en “Los Zorros de Arriba y los Zorros
de Abajo”, narra como el danzante del
mundo andino se enfrenta a la presencia
de los españoles que quisieron imponer su cultura y religión.
JMA antes de morir, dejó escrito que en su sepulcro lo
homenajearan con la Danza de Tijeras. La musicóloga Chalena Vásquez incide que Arguedas
perfila contextos, paisajes sonoros, a los mismos personajes y a la cultura Andina, donde describe las
prácticas artísticas de la vida cotidiana, el trabajo que está vinculado con la
naturaleza de cómo puede influir la interpretación de la música en los estados
de ánimo de las personas.
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