Jorge Zavaleta Alegre
En Perú y Bolivia, sus milenarias
culturas quechua y aymara,
viven un continuo proceso de
fusión, enriquecido por el evangelio traído de ultramar como parte de la
colonización española de América en el
siglo XV.
Corresponde a las autoridades
de ambos países tomar en cuenta que los
cultos a las divinidades primigenias como el sol, la luna, el agua, se sumaron a las
divinidades del cristianismo de ultramar,
según profusas investigaciones como la de Guaman Poma de Ayala.
La Fiesta de la Virgen
de la Candelaria ha sido declarada este
2015 por la Unesco patrimonio de la humanidad. Esta festividad, en febrero de cada año, no solo es religiosa, mezcla elementos del catolicismo con el mundo andino y no puede entenderse como patrimonio exclusivo de Puno.
La procesión de la
imagen de la Virgen de la Candelaria, que recorre las calles
de la ciudad de
Puno, constituye uno de los actos más simbólicos del programa festivo, al ser acompañado, especialmente, por quienes retornan a su terruño para participar
en esta festividad.
Recientes publicaciones
como la de Juan Ossio sobre Ideología mesiánica del mundo andino y “El Tahuantinsuyo Bíblico, indican, por
ejemplo, que la figura mítica del Inca
se hace presente una y otra vez
en la historia aunque con diversos nombres
y rostros:
En el movimiento
nativista del Taki Onqoy del siglo XVI que anunciaba la “resurrección” de los
antiguos dioses incas (huacas). En la teología
política imperial del cronista indígena Guaman Poma de Ayala
(siglo XVII). En las rebeliones de Juan Santos Atahualpa y Tupac Amaru (siglo XVIII). En los ciclos
míticos republicanos del Inca Rey
(Inkarri), quien pese haber sido “decapitado” por los españoles,
retornaría triunfante tras
reunir su cabeza con su cuerpo.
Uno de los más
recientes eslabones de esa tradición mesiánica andina
es considerado el movimiento
de Ezequiel Ataucusi, en siglo XX.
Dentro de la
tradición apocalíptica medieval, también se menciona los “retratos anticipados” de San Francisco de Asís y de
Santo Domingo de Guzmán que Joaquín de Fiore mandó colocar en la puerta de la Catedral de Venecia, para que estos reformadores del mundo cristiano fuesen rápidamente identificados.
La inscripción de la
Candelaria como valor de
Patrimonio Cultural e Inmaterial, significa el sincretismo cultural en Latinoamérica.
La condecoración es un fruto de una gestión en la que han participado instituciones públicas y privadas de Puno, en
atención a las expectativas de la
comunidad y que expresan su identidad cultural y social.
La Fiesta de la
Candelaria podrá convertirse en un
referente más amplio con claros
beneficios para el turismo y el desarrollo
de otras actividades económicas
en tanto Puno sea un punto de
inclusión de toda la Región del Altiplano.
En este proceso del
regionalismo cultural no cabe “el plagio
sistemático” que aduce la Organización
Boliviana de Defensa y Difusión del Folclore (Obdefo). Ni tampoco Puno
podría afirmar que la Festividad de La Candelaria
es excluyente para Bolivia, en el mejor
sentido del término.
Acertada la opinión del
presidente regional de Puno, Mauricio Rodríguez, cuando dice que no hay por qué
pelear entre pueblos hermanos, porque las manifestaciones en base a las cuales
se sustentó la postulación, son de las culturas quechuas y aimaras. “Somos
pueblos hermanos. Los quechuas y aimaras estamos en todas partes”.
La historia escrita
precisa que los orígenes de la Fiesta de la Candelaria se remonta a 1791, año
en que el templo San Juan Bautista de Puno recibió a esta imagen católica,
luego de la revolución tupacamarista.
Al compás de la música orquestada con múltiples
instrumentos de viento y percusión, de
procedencia pre-inca y republicana, el pueblo
danza. Los danzantes autóctonos expresan un culto al florecimiento de sus
cultivos porque la imagen de la Virgen es una representación de la Pachamama.
En suma, quienes
conducen la política internacional de ambos países no pueden utilizar las manifestaciones
culturales, como el de la patrona de Puno, como un valor cultural excluyente,
que sin duda no es intención de la Unesco
al precisar que la festividad de la Virgen de la Candelaria es Patrimonio
Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Mal harían las
autoridades bolivianas de sostener que
la Fiesta de Oruro, es pura, cerrada y exclusiva de esa importante región del
Altiplano. El carnaval de Oruro es
reconocido como Capital del Folklore de
Bolivia. La UNESCO declaró al Carnaval de Oruro en el 2001 como la “Obra
Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”, que incluye una variedad de danzas como la diablada, morenada,
kullaguada, los caporales y llameros entre otros.
La diablada es una de
las danzas más representativas, mezcla de tradiciones andinas y católicas, que
presenta vistosos disfraces y máscaras de diablos tanto para los hombres como
para las mujeres, que liderados por el arcángel Gabriel, simbolizan con sus
pasos y saltos la salida desde el averno rumbo al juicio.
La Morenada, se origina
a orillas del Lago Titicaca y que hace referencia al sufrimiento de los
indígenas esclavizados en la Mita durante el periodo de la colonia.
Está presente en la
memoria de los pobladores del Altiplano los esfuerzos de Bolivia para promover
la música. Fue un acierto la participación de la Sinfónica de Londres en la
década de los ochenta, con la grabación de la música del Altiplano, iniciativa
que contribuyó a un mayor conocimiento y
admiración de la música en el mundo, como expresión de Latinoamérica.
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