martes, 30 de diciembre de 2014
Jorge Zavaleta Alegre (Desde Lima, Perú. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Si usted espera algún regalo del exterior, no confíe en el correo postal. Tampoco puede ser ignorada la pérdida o la demora de una carta de amor, suele producir desventuras, infelicidades, la muerte en vida. No excluya de la tragedia los medicamentos que no llegan oportunamente.
A fines de los años ochenta, el entonces director de los servicios de correos del Perú, solía encontrar, desde muy temprano, en la sede limeña de su institución, a un número creciente de personas conversando, alrededor del patio de la casa colonial, a menos de cien metros del Palacio de Gobierno.
El funcionario, amigo del entonces presidente de la República, preguntó, preocupado, a su secretaria el porqué el público tenía que esperar tanto para ser atendida. Y la respuesta no se dejó esperar: Señor Presidente del Directorio, las personas que usted observa son empleados de nuestra institución y no pueden ingresar a las oficinas porque ya no hay espacio ni para una silla ni un escritorio más.
Vino el siguiente gobierno y cambió la estructura administrativa. Se creó la empresa mixta compartida por el Estado y el sector privado. Desde entonces el servicio tampoco ha mejorado. Por el contrario.
Estamos casi en el 2015 y los trabajadores del Servicio Postal han levantado su paro, acatado desde el 15 de setiembre del 2014, para reclamar un bono anual de S/.2.500, que durante el año había sido omitido.
Según el vocero de los trabajadores, el Ministerio de Transportes pagará un bono de S/.2.200 y con este acuerdo volverán a brindar el servicio que nunca debió paralizar, por ser equivalente a un hospital, a una planta eléctrica, de agua y otros, filosofía que hoy en día se ha trastocado.
El paro ha permitido conocer el maltrato de la empresa a los trabajadores y el desprecio por los usuarios. Los trabajadores agremiados prometieron ponerse al día con sus obligaciones. Pero los más de 700 mil paquetes del país y el extranjero no acaban de llegar a su destino. ¿Se han extraviado?
¿Cuál es el destino de la correspondencia que nunca puede ser entregada? Esta pregunta ya la formuló Gabriel García Márquez, posiblemente, recordando los vaivenes del oficio de telegrafista que su padres desempeñó en Aracataca.
El afán de conquistar el espacio sideral, con vuelos a la Luna, Marte y otros planetas sigue siendo un misterio para los moradores de la tierra. Los satélites, drones, aviones no han reemplazado a los sistemas tradicionales de correos. La burocracia puede considerar como un disparate enteramente natural la autorización legal para abrir la correspondencia o evitar que llegue a su destino.
Una carta en un buzón, con los correspondientes sellos postales debe seguir el complejo mecanismo administrativo. Pero no toda carta llega a su destino. En el Perú el Servicio Postal no está cumpliendo sus funciones. Los trabajadores no tendrían por qué recurrir al paro si el Estado y el capital privado garantizaran el derecho universal a la comunicación.
La huelga del Servicio Postal perjudica más a los sectores populares que a los grandes negocios con capacidad para utilizar las agencias monopólicas como DHL o Fedex, pagando tarifas prohibitivas.
Cuando una persona reclama por la demora del servicio, desde el otro lado del mostrador el empleado culpa a otro. Sin embargo, la prueba del delito se ve en los depósitos de Serpost con montañas de cartas, esperando que una mano piadosa disponga el adecuado.
El complejo mecanismo administrativo ya no funciona. El cartero llega con noticias tardías, cuya falta queda impune. Qué hace el servicio postal con las cartas no enviadas. ¿Suele incinerarlas?, como ocurre anualmente en Bogotá con las misivas anónimas, enviadas a ese cementerio de las cartas perdidas. “El cementerio de las cartas se parece al cementerio de los hombres. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en el cementerio de los hombres, en el cementerio de las cartas transcurre mucho tiempo antes de que se pierda la esperanza”, reflexionó el autor de Cien años de soledad.
No es verdad que el servicio postal tradicional sea obsoleto. Las estadísticas revelan que más de la mitad de la población del mundo aún no cuenta con internet, ni tiene computadora, ni teléfono. La indiferencia, la falta de cooperación del público es la principal causa para que una carta no llegue a su destino.
Cesar Vallejo escribió que “lo inventado no se puede desinventar”. Los servicios postales tal como se crearon con palomas mensajeras, caballos y canoas o por sufridos caminantes no podrán ser reemplazados aún por los circuitos electrónicos. Todavía se exige el papel escrito con tinta, con sobre lacrado y por valija. La pérdida o la demora de una carta de amor suele producir desventura, infelicidad, también la muerte en vida. Y en esta Navidad, muchos mensajes sin duda, seguirán durmiendo en alguna agencia de los servicios postales.
Imagen: Lienzo de July Balarezo
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Si usted espera algún regalo del exterior, no confíe en el correo postal. Tampoco puede ser ignorada la pérdida o la demora de una carta de amor, suele producir desventuras, infelicidades, la muerte en vida. No excluya de la tragedia los medicamentos que no llegan oportunamente.
A fines de los años ochenta, el entonces director de los servicios de correos del Perú, solía encontrar, desde muy temprano, en la sede limeña de su institución, a un número creciente de personas conversando, alrededor del patio de la casa colonial, a menos de cien metros del Palacio de Gobierno.
El funcionario, amigo del entonces presidente de la República, preguntó, preocupado, a su secretaria el porqué el público tenía que esperar tanto para ser atendida. Y la respuesta no se dejó esperar: Señor Presidente del Directorio, las personas que usted observa son empleados de nuestra institución y no pueden ingresar a las oficinas porque ya no hay espacio ni para una silla ni un escritorio más.
Vino el siguiente gobierno y cambió la estructura administrativa. Se creó la empresa mixta compartida por el Estado y el sector privado. Desde entonces el servicio tampoco ha mejorado. Por el contrario.
Estamos casi en el 2015 y los trabajadores del Servicio Postal han levantado su paro, acatado desde el 15 de setiembre del 2014, para reclamar un bono anual de S/.2.500, que durante el año había sido omitido.
Según el vocero de los trabajadores, el Ministerio de Transportes pagará un bono de S/.2.200 y con este acuerdo volverán a brindar el servicio que nunca debió paralizar, por ser equivalente a un hospital, a una planta eléctrica, de agua y otros, filosofía que hoy en día se ha trastocado.
El paro ha permitido conocer el maltrato de la empresa a los trabajadores y el desprecio por los usuarios. Los trabajadores agremiados prometieron ponerse al día con sus obligaciones. Pero los más de 700 mil paquetes del país y el extranjero no acaban de llegar a su destino. ¿Se han extraviado?
¿Cuál es el destino de la correspondencia que nunca puede ser entregada? Esta pregunta ya la formuló Gabriel García Márquez, posiblemente, recordando los vaivenes del oficio de telegrafista que su padres desempeñó en Aracataca.
El afán de conquistar el espacio sideral, con vuelos a la Luna, Marte y otros planetas sigue siendo un misterio para los moradores de la tierra. Los satélites, drones, aviones no han reemplazado a los sistemas tradicionales de correos. La burocracia puede considerar como un disparate enteramente natural la autorización legal para abrir la correspondencia o evitar que llegue a su destino.
Una carta en un buzón, con los correspondientes sellos postales debe seguir el complejo mecanismo administrativo. Pero no toda carta llega a su destino. En el Perú el Servicio Postal no está cumpliendo sus funciones. Los trabajadores no tendrían por qué recurrir al paro si el Estado y el capital privado garantizaran el derecho universal a la comunicación.
La huelga del Servicio Postal perjudica más a los sectores populares que a los grandes negocios con capacidad para utilizar las agencias monopólicas como DHL o Fedex, pagando tarifas prohibitivas.
Cuando una persona reclama por la demora del servicio, desde el otro lado del mostrador el empleado culpa a otro. Sin embargo, la prueba del delito se ve en los depósitos de Serpost con montañas de cartas, esperando que una mano piadosa disponga el adecuado.
El complejo mecanismo administrativo ya no funciona. El cartero llega con noticias tardías, cuya falta queda impune. Qué hace el servicio postal con las cartas no enviadas. ¿Suele incinerarlas?, como ocurre anualmente en Bogotá con las misivas anónimas, enviadas a ese cementerio de las cartas perdidas. “El cementerio de las cartas se parece al cementerio de los hombres. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en el cementerio de los hombres, en el cementerio de las cartas transcurre mucho tiempo antes de que se pierda la esperanza”, reflexionó el autor de Cien años de soledad.
No es verdad que el servicio postal tradicional sea obsoleto. Las estadísticas revelan que más de la mitad de la población del mundo aún no cuenta con internet, ni tiene computadora, ni teléfono. La indiferencia, la falta de cooperación del público es la principal causa para que una carta no llegue a su destino.
Cesar Vallejo escribió que “lo inventado no se puede desinventar”. Los servicios postales tal como se crearon con palomas mensajeras, caballos y canoas o por sufridos caminantes no podrán ser reemplazados aún por los circuitos electrónicos. Todavía se exige el papel escrito con tinta, con sobre lacrado y por valija. La pérdida o la demora de una carta de amor suele producir desventura, infelicidad, también la muerte en vida. Y en esta Navidad, muchos mensajes sin duda, seguirán durmiendo en alguna agencia de los servicios postales.
Imagen: Lienzo de July Balarezo
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