La Biblioteca Nacional
del Perú ha publicado La rebelión de los lápices, un catálogo
del siglo XIX en caricaturas, una
acuciosa investigación de Ramón Mujica,
actual director de esta institución fundada
en 1821, por José de San Martín, quien
la definió como «una de las obras que prometen más ventajas a la causa
americana».
El mencionado libro
aborda un tópico poco estudiado por la comunidad académica peruana y resulta medular para rastrear la transformación la cultura visual en su tránsito del
Virreinato a la República. La Rebelión de
los lápices, cuenta con la colaboración de Ricardo Kusunoki y es dedicada
al politólogo Sinesio López, profesor universitario de Ramón Mujica y antecesor en
la dirección de la BNP.
La rebelión de los lápices es una cronología en cuatro capítulos, de 1818 a 1900. Se conocen pocas estampas satíricas tempranas
de los próceres de la Emancipación. Estas circularon clandestinamente entre
Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile.
En una de ellas figura
el general San Martín con orejas de burro, sentado sobre O`Higgins, otro burro
uniformado, arreando a los “a los pueblos de Chile, tipificados como un rebaño
de ovejas”.
En este período de transición entre Virreinato y la República
se satiriza la ambigüedad política y el doble discurso de cierta aristocracia
criolla. El poder político siempre se ha expresado como un lenguaje visual que
ostenta los símbolos y emblemas del poder, el orden y la autoridad. El problema
es, agrega el autor, que una caricatura
podía desestabilizar a un gobierno.
Durante el virreinato
peruano el potencial subversivo de
la caricatura fue bien conocido por el
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, tal como se desprende de La Gaceta de Lima, del 6 de
setiembre de 1761.
El segundo eje temático
de este catálogo lleva el título del libro. “Desafortunadamente, las
colecciones de las BNP no están
completas”. Se trata de publicaciones marginales que en su día tuvieron una corta y agitada vida. Sus
propios editores les cambiaban de nombre cuando corrían el riesgo de ser
suspendidas o clausuradas por el Estado, revela el documento.
Por temor a represalias, los caricaturistas mantenían su total
anonimato, bajo seudónimos. Una estampa muestra los latigazos que recibió el
periodista chileno Rafael Vial, por ejercer su profesión libremente. Castilla, José Balta, Piérola y Cáceres, clausuraron
imprentas y diarios, intimidaron a los caricaturistas y encarcelaron a sus
directores.
En otra caricatura, en
sus Aletazos de Murciélago (1866),
Atanasio Fuentes visualiza al estado político del Perú como un gigantesco campo
santo.
A lo largo del siglo
XIX la función del periodismo no era exclusivamente la del diario noticioso.
Este operaba como una “prensa doctrinal” que buscaba difundir su ideario teórico con pasquines
políticos e imágenes contestarías. Los diarios o semanarios humorísticos se
presentaban como los portavoces de la “opinión pública”, el máximo censor
social del orden republicano, aunque en la práctica no era la opinión pública la que influía sobre la
prensa, sino esta sobre aquella.
En la década de 1930,
existían en las alamedas de Acho y Callao, representaciones pictóricas del
“mundo al revés”. En estas se mostraba a una res, degollando a un carnicero; a
un reo, ahorcando a un juez; a un usurero, haciendo obras de caridad y; a un
moribundo, bendiciendo al médico.
El periódico pierolista
El Leguito Fray José (1898) presenta
al pensador anarquista peruano Manuel
González Prada (1844-1918) como una mula que con sus extremidades traseras,
patea la efigie de Cristo crucificado por encabezar a la “Liga de libre
pensadores” que sostienen una bandera con el lema: “Abajo la religión, Abajo el
gobierno, Abajo los obreros, Viva el
Diablo”.
En el cuarto y último
eje temático del Catálogo se titula: El lugar de la memoria. La caricatura
republicana ofrece un testimonio
“visual” de la violencia política en el temprano Perú republicano. Esta
registra “ejecuciones extrajudiciales, violaciones a los derechos más elementales
de la ciudadanía, masacres en pequeña y gran escala, fusilamientos, tensiones,
desigualdades, procesos electorales truncos o fraudulentos.
Una caricatura alude a las polémicas ambivalentes
decimonónicas sobre el libre ejercicio de la ciudadanía del indígena que antes de los sufragios es mostrado siendo sobornado por políticos
inescrupulosos.
En El artista y su época, José Carlos Mariátegui, alude al arte de la
caricatura como si esta fuera la reacción aleccionada de los artistas populares
que se resistían a ingresar a un mercado
de arte burgués, controlado por “peritos” y “tasadores”. Estuviese o no
Mariátegui en lo correcto –afirma Mujica- en el siglo XIX o inicios del XX la
caricatura era lo más cercano a un “arte proletario” concebido como trinchera
ideológica.
Este detalle resulta
interesante para el lector. En América Latina se construye una biblioteca nacional cada siglo.
La nueva sede de la BNP, en el distrito limeño de San Borja, fue inaugurada en
el 2006. Su vetusto local en el Centro Histórico, fue tomado
por las fuerzas realistas, saqueado durante la Guerra del Pacífico e incendiado en
1943. Este no podía garantizar, como aludió
premonitoriamente San Martin, «a la ilustración universal, más poderosa
que nuestros ejércitos para sostener la independencia». La Biblioteca peruana era, junto con las de México y Río de
Janeiro, una de las más ilustres de América.
Buenos es recordar que
gracias a la presión de los medios de comunicación locales e internacionales, que
acompañaron la Campaña del Sol, el presidente Alejandro Toledo,
economista egresado de Harvard y Stanford, decidió
facilitar los fondos para concluir las obras que gobiernos anteriores no
le prestaron interés. Fue la gestión del académico Sinesio
López, entonces director de
la BNP, que con el respaldo de la Asociación de Amigos de la BNP - AABNP, llegó
a terminar la moderna infraestructura, por
cierto que ha hecho menos vulnerable la delicada labor de los investigadores. Es objetivo permanente de la AABNP colaborar con el Sistema Nacional de Bibliotecas del Perú, siguiendo la misma
dinámica de otros patronatos de América Latina y EEUU y Europa. http://elmercuriodigital.es/content/view/29757/126/
Un ansiado retorno. Después
de diversas gestiones de la Cancillería Peruana y la propia BNP, el gobierno
chileno en el 2007, devolvió
oficialmente 3 mil 788 libros que salieron del país durante la Guerra del
Pacífico, a fines del siglo XIX.
Si La Rebelión de los lápices, es un indispensable documento para
conocer la misma intolerancia política
que dominó el siglo XIX y que continuó en
el siglo siguiente, La Noche
de los Lápices, utiliza el cine y se
basa en el
libro y obra teatral de María Seoane y Héctor Ruiz Nuñez, en 1986, para
señalar los primeros meses de la última dictadura cívico-militar argentina.
Esa película denuncia la desaparición de varios
adolescentes de la ciudad de La Plata que fueron secuestrados, torturados y
asesinados por reclamar el boleto estudiantil para el trasporte público. El film se centra más en la experiencia física
y psicológica de los personajes que en el contexto político y social. La película fue seleccionada en el Festival
Internacional de Cine de Moscú de 1987. Todos los estudiantes asesinados y sus cadáveres desaparecieron. Pablo
Díaz es liberado en 1980, luego trasladado al Poder Ejecutivo Nacional. Él fue
uno de los sobrevivientes de la tragedia, y gracias a su testimonio dado en el
Juicio de las Juntas en 1985, el guión de esta película pudo ser escrito y contada
esta historia. El resto de sus seis compañeros secuestrados el 16 de septiembre
de 1976 continúan desaparecidos.
La rebelión de los lápices, publicado por el Fondo Editorial de la BNP, es un serio aporte a la literatura política del Perú. Es una iniciativa que debiera continuar con más trabajos de esta misma envergadura que abarque l siglo XX y la actualidad.
Como corolario, podemos afirmar que si bien la
libertad de prensa ahora es mayor que en el pasado, la dependencia económica de
casi todos los medios de comunicación limitan
y deforman la realidad y al igual como en el siglo XIX, como lo sostiene Ramón Mujica, no recogen el sentir de la
opinión pública sino que estos son la opinión pública. La revolución tecnológica
del presente siglo, abre espacios
inesperados, pero aún no articula la
opinión con organizaciones sólidas como lo fueron los partidos políticos en
décadas pasadas.
La rebelión de los lápices, publicado por el Fondo Editorial de la BNP, es un serio aporte a la literatura política del Perú. Es una iniciativa que debiera continuar con más trabajos de esta misma envergadura que abarque l siglo XX y la actualidad.
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