En las principales ciudades de América Latina, es posible festejar la vitalidad y excelencia
del cine europeo, pero solo en breves temporadas
anuales, porque el mercado no siempre suele
ofrecerlo con la regularidad que exige el público.
Esta atingencia no es un secreto. Mas bien es una oportunidad
para recordar que el libre mercado no es perfecto, tiene trampas cuando se incentivan tendencias monopólicas.
El filósofo peruano Salomón Lerner Febres, presidente de la
Comisión de la Verdad y la Reconciliación Nacional, ahora también representante de uno de los centros culturales más dinámicos del Perú, lamenta
que el Festival Cinematográfico de
Europa, no tenga mayores espacios en la
creciente sociedad del espectáculo.
La vieja Europa está en crisis. No se manifiesta con la
violencia y la magnitud de la primera y segunda guerras mundiales. Es posible
que esta crisis haya sido provocada por contagio. La quiebra de la banca
norteamericana y el extremado consumo
suntuario nos indica la necesidad de un Estado regulador que esté más cerca del bien
común.
También se puede comprobar que los pueblos con mayor
educación, tecnología y cultura tienen
más probabilidades de superar los períodos difíciles de la historia. En cambio
para los países con frágiles estructuras
económicas, sociales y políticas, las catástrofes
naturales o creadas por sus propios habitantes imposibilitan construir un
futuro sólido, confiable.
El mercado, en teoría, no se refiere directamente al lucro o
a las empresas. Se produce en el marco de las transacciones, donde están pres entes los objetivos públicos y en sus diferentes
manifestaciones, y donde el quehacer cultural subyace permanentemente.
La opinión del doctor
Febres creo que debe ser bien recibida por la colectividad porque también expresa el reconocimiento a los valores culturales de Europa, expresados a través de los
geniales realizadores del cine que “con delicada
y bella armonía, entre el quehacer técnico que implica rodar una película y la representación
ficcional, ensancha los límites de lo que se suele llamar realidad”.
El cine en general tal
como es vivido y expresado en los países del viejo mundo, “potencia nuestra
imaginación, diluye los a veces tenues
límites entre vida y sueño y nos hace participar en sucesos en los que aparecen
seres nuevos que nos abren su intimidad y nos ofrecen tácitas lecciones sobre
la aventura de existir”.
El Festival de Cine
Europeo que este año cumple
24 años de vigencia, expresa su sentido homenaje al director griego Theo
Angelopoulos, fallecido el reciente 24 de enero, y al legado de sus continuadores.
Se trata de un espectáculo que demanda
un dinamismo concertado entre los 27
Estados miembros de la UE, de sus
delegaciones en América Latina, de instituciones diversas de ambos continentes
para ofrecer una puerta de ingreso a la complejidad y multiplicidad de lenguas
y cuyo valor es reconocido por la
exigente crítica internacional.
Este año serán más de
medio centenar de largometrajes, cortos
portugueses, el tour Eurochannel
titulado Reir en Europa, dedicado
esta vez a la comedia. Además, participa la red mundial de institutos
nacionales de cultura de la UE con su programa “Palabra de mujer” y especialistas de la revista Nosferatu y de Cahiers du Cinema
España.
Una lección adicional de este espectáculo, es el
reconocimiento desde Europa, a la labor de la señora Norma Rivera, como incansable
promotora del cine, desde la vieja filmoteca, en el Centro Histórico de Lima, incluyendo la restauración de viejos
documentales y producciones fílmicas del Perú, según expresiones de Hans Alidén,
jefe de la delegación de la UE y padre de una joven productora que tuvo la
primera oportunidad de ver cine cuando tenía apenas tres años.
La abrumadora sencillez y eficiente gestión de Norma Rivera,
ha hecho posible la existencia de una nueva generación que enriquece el llamado cuarto cine
latinoamericano, venciendo las limitaciones, tan frecuentes, en el campo de la
cultura.
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