MIÉRCOLES, 1 DE AGOSTO DE 2012
Cine. La película más taquillera de la historia (estrenada con masacre): “El Caballero de la Noche asciende”
Jorge Zavaleta Balarezo (Desde Pittsburgh, Estados Unidos. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Hay que decirlo desde un principio: el final de la trilogía de Batman, en manos del británico Christopher Nolan, no satisface plenamente las expectativas ni la larga espera de cuatro años. Más que un cierre épico y lo que algunos críticos, exagerando la nota, han llamado “la mejor película de superhéroes jamás filmada”, “El caballero de la noche asciende” plantea con inteligencia escenas que se alternan y crea ciertos niveles de suspenso pero ni siquiera es superior a su antecesora, en la que el hoy fallecido Heath Ledger hacía del Jóker.
A diferencia de esa segunda parte, en la que un Batman envilecido prácticamente huía de Ciudad Gótica, en esta nueva entrega no nos rendimos ni por un instante ante el juego de artificio y emociones, ante las escenas que van revelando la maldad insana de un terrorista como Bane, tampoco podemos decir que Morgan Freeman o Michael Caine se crean su papel. Quizá sólo nos seduzca la elástica Gatúbela, rol que desempeña con acierto y simpatía Anne Hathaway. Pero ni siquiera Marion Cotillard roza la veracidad y la maldad de la que verdaderamente es capaz una villana. Así, con los actores desencajados y la escasa esperanza de contemplar un filme de acción que nos haga despertar y nos ilumine más allá de sus evidentes conexiones y metáforas -las alusiones a los atentados del 11 de setiembre de 2001, la crisis financiera de 2008- nos quedamos con la certidumbre que la adaptación del cómic de Bob Kane en el discurso audiovisual es, esta vez, opaca aunque no redundante. Porque hay que reconocer que escenas como la que abre la película -el secuestro del avión- u otras en plena Gotham City -como la destrucción del estadio de fútbol en pleno juego- están elaboradas matemáticamente, con ese sentido lógico que el director Christopher Nolan le ha dado a otras películas suyas, en las que se impone cierta impronta por el misterio y lo desconocido, por la falta de certeza ante lo que vendrá.
Habría que ver en Bane, interpretado por el actor Tom Hardy, no sólo al terrorista destructor y vil, capaz de poner a una ciudad entera en estado de sitio, sino a un malvado que usa y abusa de la tecnología y quien, con un grupo de mercenarios bien entrenados, se despoja de todas sus caretas para decirnos que el verdadero mal no es sino él mismo y que todas las esperanzas y los buenos deseos tienen las horas contadas. Porque Bane, así como los Estados Unidos ven a la amenaza árabe o a todo aquello que intente enfrentárseles, es una piedra en el zapato, incómoda y latente, y es también capaz de someter y torturar a un Batman, al que Christian Bale pone inicialmente en medio del retiro y la falta de convicciones.
Habría que escribir mucho más y en detalle sobre “El Caballero de la Noche asciende”. Habría que decir que su soltura en las escenas nocturnas de persecuciones, con todos los autos de la policía siguiendo a los terroristas y a Batman, se contradice ante la muestra de un Caballero de la Noche que no necesita de mayores estímulos para mutar en pocos segundos de desesperanzado a convencido héroe requerido por las multitudes, un ser necesario a la hora de enfrentar el mal que inunda y amenaza ya no sólo Gotham City sino, como la misma cinta lo deja entrever, el mal que puede estar en lugares tan lejanos para nosotros pero estratégicos para Estados Unidos como Irán, Iraq o Afganistán. La película de Christopher Nolan se abre así como una alegoría incluso geopolítica sobre la necesidad de vencer, de una vez por todas, al enemigo poderoso que incluso despoja de sus bienes a los más ricos y los somete a juicios populares, ejecutando de esta manera una venganza contra los estatus de opresión, ventaja y dominio. Si en algo incide Nolan, más que en la muestra cinética de las naves voladoras de Batman o en la voluntad de redención del hombre murciélago, es en la necesidad de ver el terrorismo cono un peligro a extirpar. Como algo que puede -y de hecho lo hace- ocurrir más allá de la propia ficción de la pantalla.
Realizar una lectura de este tipo contribuye a generar un debate sobre lo que se oculta, tal vez inocentemente, en los cómics que cuentan los orígenes y aventuras de superhéroes pero que realmente nos narran caminos sinuosos, conversiones, la presencia de almas en pena o la necesidad de volverse salvadores de un mundo que hace mucho ha caído en desgracia.
“El Caballero de la Noche asciende” no es necesariamente una película aleccionadora y se puede tomar sólo como un caro entretenimiento, con todo el artificio y las truculencias que es capaz de mostrar Hollywood en la era digital. La reacción global del público ante una aventura que prometía ser lo mejor del año ha sido positiva. Se seguirá hablando mucho de ella y aún, realmente, sólo ha transcurrido una semana del estreno mundial. Sabemos que habrá continuaciones y que la franquicia de DC Comics está abierta para surtir esta factoría fagocitada por el interés de Warner Bros. En cualquier caso, la pelea de Batman nunca es definitiva y si esta vez, como dice el título de la cinta, el super héroe “asciende”, ello indica que con esa voluntad y ese deber de salvar a la humanidad, a Gotham City y a sus habitantes, el propio Batman cumple su compromiso gestado desde su niñez cuando perdió violentamente a sus padres. A disfrutar de este entretenimiento de medio año, mientras rondan en la mente críticas de los espectadores más interesados, las verdaderas motivaciones y las estructuras profundas de la historia de un héroe que aún es relevante y mantiene su poder.
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