Arq. Javier Sota Nadal
Ex ministro de Educación de Perú
La discusión entre nosotros sobre la
calidad y tamaño del Estado peruano ha sido abordada desde distintos ángulos:
social, jurídico, cultural,
administrativo y económico. Desde
esas perspectivas se mide y evalúa la cantidad y calidad de servicios y condiciones que brinda para la
salud, educación, seguridad, justicia, empleo
y alimentación.
El tamaño y calidad del Estado es directamente proporcional a las
leyes que lo animan y a la capacidad
que posee para objetivarlas; es
decir, a la eficacia que posee para hacerlas cumplir y al temor que despierta en los ciudadanos no cumplirlas. La frase cívica “los
ciudadanos deben temer a la ley” alude tanto
al respeto por ellas y como al temor a la
fuerza que despliega el Estado para hacerlas cumplir.
Con esta idea sobre la naturaleza del
Estado podemos decir, por lo que observamos y vivimos, que el nuestro, sigue
siendo parcial, precario y débil a pesar
de los avances que hemos observado los últimos 12 años. Muy pocos peruanos temen
a la ley; la mayoría, sin distingo de ingresos económicos, se abanica con ella.
Allí están para probarlo la corrupción, el
contrabando, la minería informal, la deforestación, la evasión tributaria, el
narcotráfico, la delincuencia, el caos del tránsito; es decir, un bonsay integral que achica día a día la calidad del Estado peruano.
Hay
un problema que nos debe preocupar tanto o más que los antes señalados, problema
que ha desaparecido como política de
Estado desde que el liberalismo hegemonizó la cosa pública a partir del segundo
período de Fernando Belaúnde: la
cuestión del territorio.
El territorio fue una dimensión crucial en
nuestra particular geografía. Allí están los restos arqueológicos –
tecnológicos- que hablan de un uso sostenible
y racional en la etapa prehispánica. Hoy 500 años después, es un manicomio geográfico.
Pienso que la muerte prematura de Manuel Pardo y Lavalle- el de la República Práctica-
permitió que abogados y economistas creyeran que, desde su perspectiva
abstracta, podían modelarlo, cuando el espacio, como realidad y concepto, es
tarea de ingenieros y arquitectos.
El colapso territorial es lo que nos espera.
Hemos perdido paulatinamente la capacidad de hacer ciudad y respetar el campo.
Estimo que 70% del área ocupada por
viviendas y 50% de la explotación económica del
territorio, es informal. Todas nuestras ciudades, grandes pequeñas y medianas,
ahora crecen mediante sartas de
viviendas que se cuelgan a los lados de las carreteras del Estado. La Panamericana alguna vez fue carretera, hoy es una avenida
peligrosa de frontera a frontera. Se urbaniza sobre los derechos de vía. Si Lima,
Arequipa o Chiclayo, fueron ciudades,
hoy son ensanchamientos de letales avenidas- carretera. No hay
quebrada o cause de huayco cercano que
no haya sido ocupado por los excluidos; ellos, por incuria del Estado, se ven obligados a vivir
sobre armas cargadas que se pueden disparar en cualquier momento, como en
Chosica por ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario