Por Jorge Zavaleta Alegre
El capitalismo predica el optimismo como dogma del libre
mercado. Pero, aceptar tal afirmación es obsceno, afirma Norman Mailer, el gran
innovador del periodismo literario.
Desde la otra orilla, el futuro del planeta es apocalíptico, explica el sociólogo peruano
Julio Cotler, ante cientos de expertos convocados por el Centro Nacional de
Planificación del Estado-Ceplan, frágil y embrionario organismo que intenta
fijar metas del Perú 2021, año que este
país celebrará dos siglos de República independiente.
Oleo de July Balarezo-Grupo Taller - Lima |
Basándose en estadísticas oficiales y en diversos conceptos teóricos, Cotler considera que la realidad universal es una situación sui géneris y excepcional que ha contribuido a crear la creencia de que estamos al borde de grandes transformaciones, muy propio de una gran crisis de civilización.
Su análisis empieza con el panorama de la crisis de 1989, es decir desde la derrota del régimen soviético y luego las reiteradas críticas económicas del sistema
capitalista. Ahora, la gran depresión de EEUU, Europa y Japón ha producido, por
primera vez en 500 años la desaparición del
hegemonismo de un país del mundo europeo, y que los
modelos de desarrollo que dominaban la esfera mundial – comunismo y capitalismo— han
perdido vigencia y validez.
Quedan resabios, como Nor Corea y Cuba, modelos cerrados, mientras al otro lado China
lidera un capitalismo autoritario o capitalismo de Estado que abarca casi un tercio de la
población mundial.
Con la democracia liberal existe un malestar generalizado y
se multiplican las voces para agudizarla y profundizarla, usando diferentes
métodos de ingeniería constitucional o sustituirla por otras democracias
autoritarias. Bolivia, Ecuador, emulando a Cuba, China y
Rusia, buscan una fuerte presencia personalista autoritaria y un discurso
participativo, deliberativo; participacionista, como se decía en los años
setenta, pero que son mascarones de formas tradicionales de autoritarismo y
totalitarismo.
LA DESIGUALDAD
Esta problemática ha sido incorporada en la agenda peruana.
Lo paradójico es que se ha
incorporado, fundamentalmente, más que
por los partidos políticos por los
organismos multilaterales. La bibliografía sobre desigualdad creada por el BM,
BID, FMI y más reciente por la CAF, es
realmente abrumadora, una especie de santos evangelios para una masa de jóvenes
ingenuos, de universidades, donde
inclusive deforman la educación.
Una profusa bibliografía, masificada en los portales de
internet, señalan incluso que la
desigualdad es un producto de élites depredatorias, concepto que recuerda a los
años cincuenta que los jóvenes llamaban la dominación oligárquica. Nos recuerda
historias, donde los viejos slogans son
retomados por aquellos que antes eran acusados de agentes imperiales.
¿Hacia dónde vamos después de esta crisis?. Estamos en un
momento de indefinición. Nadie sabe si es
que saldremos de la depresión norteamericana, europea, japonesa o no saldremos.
¿Cuál será el impacto para el Perú?. Es un tema que en
el país se toma con una ligereza que
realmente abruma.
Cotler critica el optimismo, que se sinteriza en la frase “aquí
no va a pasar nada” y “el Perú está blindado frente a la crisis”, expresiones
que “son realmente fanfarronerías”.
Para hablar con seriedad recuerda que en los años treinta los
empleados dejaron de percibir sus sueldos durante diez meses y hubo una ola de
suicidios. La desigualdad es un escándalo. En todo EEUU, Europa y los 34 países de la OCDE se habla del crecimiento de la desigualdad.
En EEUU, en esta etapa preelectoral se habla de la profunda
desigualdad en el país más poderoso del
mundo, donde hay 50 millones de pobres,
que no tienen asistencia hospitalaria ni alimentaria. Sin embargo se escucha el sínico argumento que “hay pobres porque realmente quieren ser pobres”.
Europa se pone difícil, porque todo el aparato socialdemócrata establecido se
viene abajo, incluido Alemania.
El Perú vive la gran
paradoja, de la elevada tasa de crecimiento que ha permitido la profundización
y la percepción de la extrema pobreza
y de las extremas desigualdades, productos del desarrollo, combinado con el desarrollo
económico desigual.
Mientras ciudades peruanas como Trujillo, Lima, Ica tienen un crecimiento impresionante, Cajamarca, Apurímac, Huancavelica, Puno y
otras regiones más, siguen en la pobreza
o son más pobres.
Se habla permanentemente de las políticas sociales. Pero esas
profundas desigualdades empezando por
Lima, con alta morbilidad
infantil, desnutrición crónica infantil
ha determinado una ola de denuncias, primero de naturaleza moral y luego de
orden económico, social y político. Las
desigualdades son económicas, étnicas, sociales regionales, de género, de
pobreza crónica.
La crítica moral, que bien pueden provenir de sectores
religiosos e intelectuales denuncia que estas condiciones de extremas
desigualdades, no pueden convivir con la naturaleza humana.
Tales desigualdades no solo se expresan en índices crónicos
de salud, sino de Derechos Humanos, que hoy, mal que bien, han penetrado en
todos los círculos del país.
¿Frente a esto qué dicen los de la derecha bruta y achorada?,
se pregunta Cotler. Y responde que estamos
en un momento de indefinición: “la abuelita puede decir, bueno hijito en
el cielo no hay diferencias”. Y las
diferencias en el cielo son de corte feudal. No olviden que las jerarquías se
reproducían en esa época.
Otros dirán que “hay diferencias naturales”. Que las
diferencias son positivas, en la medida que incentivan a la innovación, motivación
y competencia.
Desde otros frentes se escucha: “Todas las sociedades son jerárquicas”: unos mandan
otros obedecen. Para eso están los uniformados, tanto en la Iglesia como en el
Ejército, las dos instituciones feudales clásicas.
También se afirma qué solo el crecimiento económico posibilita
y acaba con la pobreza. Puede ser, pero
depende del desarrollo y la distribución
que el poder existente decida que se reparta más o menos de forma igualitaria.
El capitalismo, como lo decía Marx, hace que todo lo sólido se disuelve en el vacío. En efecto, se han destruido creencias, ideologías, formas de existir,
para crear otras nuevas, supuestamente mejores.
Entre sectores
religiosos e intelectuales se afirma que
toda esta destrucción se hace sin consideraciones de solidaridad social, como
se puede comprobar en los mensajes de la televisión, que es la banalización en términos de belleza, de amor,
de sexo.
DEPREDACION DEL FUTURO
El capitalismo ataca
el medio ambiente. La depredación total de los mares, es la última noticia. Se
descubren islas enteras de productos plásticos. La marea y la pesca han acabado
con los pescados. Los glaciares, en diez años, desaparecerán. Nadie lo sabe de
dónde vendrá el agua para Lima.
Esto significa una depredación del futuro: Las tamaleras del
Rímac, odian a la cadena de mercados Wong.
Los ferreteros de Surquillo odian al publicitado y sólido Mall. La razón está
en que los trabajadores viven condenados a la muerte. Y junto con ellos, el valsecito
criollo y el callejón. La gran empresa acaba con la pequeña empresa, ataca el
medio ambiente, reformula el paisaje.
EL CUARTO DEL RESCATE
Esa crisis nos lleva a
Cajamarca. Eso es el capitalismo.
Capitalismo es la expropiación de los medios de producción.
La gran empresa expropia, expulsa al
campesinado. Nosotros reivindicamos a la pequeña empresa. El capitalismo
destruye, es un modelo que está en crisis y en pleno conflicto. A ese proceso
se identifica como el progreso.
Desaparecen los chamanes, los brujos y surgen hospitales donde se comercializa las medicinas de los
grandes laboratorios. Desaparecen los barrios
familiares, de casitas con sus jardines, para ser reemplazados por los
grandes bloques donde allí tendrán agua,
luz y otros servicios.
Las grandes empresas
agudizan las desigualdades. Hay una crítica económica a la desigualdad. Si bien es cierto que la desigualdad es universal,
no hay una sociedad que no haya
sido diferenciada, jerarquizada, donde
no se haya visto desigualdad, pero en la actualidad lo que observamos es
extrema diferenciación y extrema pobreza y por lo tanto extrema desigualdad. Es
el excluyente distrito de Asia en Lima
vs algún distrito del altiplano Peruano-boliviano.
El problema es que cuando las diferencias son de carácter
extremo, preocupa la extrema desigualdad, porque incide en el desarrollo económico, sobre la capacidad social
y el capital humano.
El Perú no tiene las capacidades profesionales necesarias para un desarrollo económico,
social. Las universidades tanto públicas como privadas no solo no forman
al profesional sino que lo forman negativamente, tema que es materia engorrosa y merece más explicación.
DOS MUNDOS DIFERENTES
La extrema desigualdad reduce la capacidad de ingreso para el
consumo. Hoy es un lugar común que los organismos multilaterales hablen de la destrucción del
ingreso y la necesidad de medidas fiscales, cosa que en los años sesenta era un tema de los
rojos, que hablaban de la redistribución del ingreso.
En este momento cualquier funcionario de un banco multilateral
dice que el problema de Latinoamérica es
política tributaria. El Perú no puede salir adelante con 14%, Bolivia tiene 22,
Argentina 26, Brasil 36.
El ex presidente García, con sus políticas heterodoxas, nos dejó en
1990, en 4% del PBI, menos que cualquier
país Latinoamericano. En el Perú actual no hay manera de emprender una política
fiscal, porque tiene que ver con la distribución del ingreso.
¿Y porqué no se puede?
Si se quiere hacer políticas sociales masivas, se requiere dinero. Pero se piensa
en que los ricos deben dar o pagar ese
dinero. No solo deben ser ellos. Las
grandes empresas son cristalizables, mal que bien. Todo el sector medio y el
llamado sector informal eludimos
permanentemente el pago de impuestos.
Un país que vive únicamente de su ingreso fiscal, conduce a que
los pobres sean los que paguen impuestos. Nunca nos damos cuenta que cuando
compramos arroz, azúcar, sal, estamos pagando impuestos. Eso lo pagan por igual
el banquero Dionisio Romero como Pedro Quispe en un distrito lejano. Hay que
cambiar la política fiscal.
¿Qué pasa en una sociedad donde hay extrema diferenciación?
Se caracteriza por la
profunda fragmentación social, y por la inmovilidad social. Por la creación de
mundos tan diferenciados que no se entienden entre sí.
En segundo lugar, los pobres tienen muy pobre capacidad de acción
colectiva. Contrariamente con lo que se ha dicho, no tienen capacidad por sí,
porque están muy fragmentados socialmente. Estos dos mundos son universos distintos y distantes entre sí.
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