Papel de Arbol
viernes, 4 de noviembre de 2011
LAS OTRAS CARAS DEL SENSACIONALISMO, CAMBIO16, MADRID
Jorge Zavaleta Alegre,
Corresponsal en los Países de la Comunidad Andina,
Vene pulicando una serie
de artículos de opinión sobre la trampas de la prensa por parte de los grandes conglomerados para
impedir el desarrrollo de las democracias tridimensionales: económica, politica y social.
Para la prensa convencional la libertad de prensa es un derecho, que Gramsci definió, como
patrimonialista. Haga click en cada pagina para ampliar el texto.
¿Por qué las empresas periodísticas concentran hoy su mirada a todos los países latinoamericanos, donde los proyectos democráticos tratan de superar viejas estructuras y convencionalismos del poder tradicional?
Este mes, Lima ha sido sede de la 67ava Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa-SIP, del encuentro de la Asociación Internacional de Radiodifusión – AIR y la presencia de publicaciones económicas, preocupadas por la presunta inseguridad de la inversión privada, pero, en todos sus discursos, excluyen el sensacionalismo como el peor enemigo de los derechos humanos, empezando por la Libertad de Prensa.
El dinámico escenario internacional ha incentivado un nuevo amarillismo noticioso, liderado por la televisión de señal abierta. El cierre de uno de los diarios del imperio Murdoch, ha puesto en el debate el ejercicio de la libertad y recobran actualidad los antecedentes del magnate norteamericano William Randolph Hearst (1863-1951), desnudado en “Ciudadano Kane”, una de las obras maestras de la historia del cine, y que Hearst prohibió que se mencione en sus periódicos el estreno de la película.
"You provide me with the photographs, and I'll provide you with the war" – (Usted suminístreme las ilustraciones, que yo le suministraré la guerra). Fue la elocuente respuesta de Hearst al dibujante del ''Journal'', Rémington, quien desde La Habana a finales de 1897 telegrafió a su jefe diciéndole: "Todo está en calma. No hay problemas. No habrá guerra".
Este pasaje adquiere mayor connotación cuando el editor del “Journal”, Richard Harding Davis, tras la publicación de los dibujos de Rémington, dijo que nunca había visto que Herst llamara la atención o sancionara a los autores de noticias falsas y el se alejó para siempre de este empresario, que alcanzó lugares privilegiados en la vida política y financiera de los EEUU.
Pero no sólo las palabras escritas son sensacionalistas. Desde la década del noventa en el Perú se ha instaurado el género policial como forma y fondo de la pantalla chica, con el afán deliberado de subestimar o silenciar acontecimientos de interés colectivo, en desmedro de la ética y los valores de la convivencia social.
"Si no pasa nada, tendremos que hacer algo para remediarlo: inventar la realidad", afirmaba Hearst, quien demostró que la prensa podía ser un terrible poder al que había que tomarlo muy en cuenta en la política y en los negocios.
Los mensajeros del sensacionalismo, es decir los grandes propietarios de la prensa regional, han impuesto un guión, que inclusive los políticos más lúcidos y honestos no encuentran mecanismos para proteger la esencia de la Libertad de Prensa. El país no es solo una lista de hechos policiales y de inseguridad ciudadana. Pues queda una salida: en aras del pluralismo económico, corresponde a los medios públicos convertirse en tribunas más abiertas y no ser administrados exclusivamente por el Estado sino con participación ciudadana. Pues el sensacionalismo debería ser parte fundamental de los grandes foros y de sus gremios representativos.
Las instituciones democráticas como el Consejo de los Derechos Humanos del Perú – CNDH ha solicitado la colaboración a la prensa para que participe en la elaboración del Plan Nacional de Derechos Humanos para el 2011-2016, que debe incluir entre otros puntos, la adecuación de la legislación peruana a las convenciones de derechos humanos suscritas.
El tema de la prensa es vital sobre todo en esta época en que la cibernética va restando vigencia a las fuentes convencionales, y la tradicional empresa periodística, mediante subterfugios, pretende silenciar, tergiversar y oponerse a las decisiones democráticas que inciden contra el narcopoder, la corrupción generalizada y la ineficiencia de las burocracias. No es casual que Argentina, Brasil, Uruguay, Ecuador, Bolivia y Perú, diversos medios promueven el periodismo caníbal, amarillo, para deformar e impedir los procesos sociales y económicos inclusivos.
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