Por Karla C. Wilde
Periodista peruana que reside en Alemania
Europa se convierte en un continente en ebullición. Los jóvenes protestan en Grecia, España y hay mucha violencia en Inglaterra. ¿Qué es lo que está sucediendo?
Después de varias décadas de paz se vuelve a calentar la política y el clima social. Los disturbios en Londres a raíz de la muerte de un joven de 29 años mientras protestaba, parecen no tener final. Sin carteles ni banderas el fin parece ser la mera destrucción y el saqueo.
Poco espacio para los perdedores
Los disturbios en Londres son un hooliganismo de los perdedores, que viven en una sociedad que ofrece poca simpatía para aquellos que se encuentran al margen de la misma. La mayoría de protestantes pertenecen a las clases bajas que viven de la asistencia social durante décadas y buscan prosperidad sin esfuerzo, acostumbrados regularmente a recibir dinero del Estado y a quejarse cuando los subsidios no llegan en la medida esperada. No es que en los distritos menos favorecidos no exista una oferta educativa consistente, sino que la mayoría decide no hacer uso de esta ya que el cheque del Estado llega a fin de mes de todas maneras.
Con este problema se ven confrontados cada vez más europeos, entre ellos muchos jóvenes, debido a que todos los estados han estado viviendo mucho más allá de sus posibilidades. Ha llegado la hora en que todos, sin excepción, empiecen a dar la marcha atrás.
Con esto se hace polvo la ilusión de prosperidad que se ha vivido en la Unión Europea. La idea de que todo mejoraría sin mayor esfuerzo por parte de sus ciudadanos. Los últimos 66 años de paz fueron en parte financiados por un Estado social generoso. Eso se acabó. La madurez democrática de los europeos será juzgada, de acuerdo a la forma en que el desencadenamiento de estos sucesos, sean transformados en cambios duraderos en la conciencia social.
Los países de la región buscan a nivel mundial trabajadores preparados. Nunca han sido mejores las perspectivas para jóvenes calificados como ahora, a cambio de un poco de flexibilidad, movilidad y un sentido de la aventura. Pero ninguna de estas características existe en este grupo de jóvenes manifestantes. Ignoran los desafíos a los que se enfrenta Europa debido a la inestabilidad de la moneda y la crisis de la deuda demandando más para si mismos, como un niño pequeño que espera que ‘papa Estado’ salga al rescate. No hay que sorprenderse que en Francia, tres cuartas partes de los jóvenes sueñan con convertirse en trabajadores estatales.
Europa necesita una narrativa positiva
La inestabilidad europea se refleja en la Bolsa más que en la canasta familiar, y en entornos donde se reproducen ideas anticuadas que si siguen propagándose amenazan con llevar al continente al abismo.
Europa necesita una narrativa positiva para convencer al resto del mundo de su propia habilidad de afrontar el futuro. Para esto, le falta a la juventud responsabilidad en momentos de deterioro social. Una generación de jóvenes con muchos más privilegios que la generación anterior pero que pelea por la comodidad de la época dorada de sus padres, sin entender, que el sólo hecho de tratar de mantener estos privilegios les impide la entrada en el mercado laboral ordinario.
Las protestas de los últimos días, semanas, meses, no deben ser vistas como un proyecto emancipatorio, sino como el final de una prosperidad falaz de la vieja Europa, de alta demanda pero poca iniciativa evitando la realidad económica.
10.08.2011
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