Jorge Zavaleta Alegre
Si revisamos el endeudamiento público de América Latina con la banca multilateral podemos constatar que el apoyo a la Ciencia de la Computación no aparece entre las prioridades. No obstante la costosa prédica a favor de mejores sistemas de gestión, se prefirió destinar cuantiosos fondos para infraestructura de carreteras y módulos físicos para descentralizar la justicia, pero se omitieron soluciones de fondo. Una revolución educacional puede cambiar sustantivamente el destino de los préstamos y programas de cooperación internacional.
La constatación más elocuente está marcada en el Perú, por la prolongada postergación en la creación de Escuelas Profesionales de Ciencia de la Computación. Con un retraso de tres décadas, recién hace un año han surgido, casi en forma paralela, la Escuela en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa y en la Universidad Nacional de Ingeniería, como una quinta Escuela de Postgrado de la Facultad de Ciencias.
En Arequipa, la EPCC pondrá énfasis en el desarrollo de software; y en Lima para fortalecer las Escuelas de Física, Matemática, Química e Ingeniería Física de la centenaria universidad fundada por el primer gobierno civilista del país.
El Dr. Javier Solano Salinas, Director de la EPCC de la UNI, con solemne optimismo, informa que esta Escuela abrió sus puertas con presupuesto cero. Los escasos recursos provienen de la cesión de una parte de la partida asignada a la Escuela de Matemática, que ha permitido la asignación de dos profesores y diez alumnos, más fondos de contratos docentes no efectuados y la donación de un laboratorio por una empresa minera mexicana.
Ambas escuelas, de acuerdo a sus proyecciones, van a necesitar de apoyo sostenido en los siguientes ciclos, a partir del 2012. La reestructuración de la currícula, que involucra cursos de computación a otras facultades, implica un reto.
Actualmente, la relación de la Facultad de Ciencias con la industria es muy escasa, a diferencia de la Facultad de Ingeniería de Sistemas y otras ingenierías. En un futuro próximo los alumnos podrían ser parte de grupos de trabajo en proyectos con raíces en el Perú o en el extranjero. También tendrían capacidad para producir patentes, acreditar la carrera internacionalmente. Esta dinámica facilitará la interacción constante con la industria y diferentes instituciones del gobierno, actividades que se traducirán en ingresos para las escuelas y las universidades.
Sería una desilusión para la Escuela Profesional que los alumnos se contenten con la función tan simple que cumplen las academias e institutos de computación que solo operan programas; en tanto una Escuela Profesional busca soluciones, crea nuevos programas y nuevos sistemas operativos, hace cosas nuevas, ataca problemas nuevos. De la Ciencia derivan tecnologías que apoyan a muchos progresos de la computación.
La formación de profesionales altamente capacitados en este campo podrán contribuir en la docencia universitaria, en investigación y en la solución e innovaciones computacionales en las instituciones y empresas. Los profesionales peruanos y latinoamericanos no tendrán necesidad de dejar el país y podrán desde aquí trabajar conjuntamente con los grandes consorcios o centros de investigación.
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