La pujanza de la economía China convierte a los países de América Latina y el Caribe en un atractivo mercado muy cerca de sus socios de Estados Unidos y sin descuidar la Union Europea. Para Latinoamérica supone una gran oportunidad de colocar en el mercado asiático sus productos nacionales
La globalización ha llegado para quedarse. China y América Latina y el Caribe son zonas en vías de desarrollo, comparten una historia y tienen aspiraciones similares. El retorno de la “Ola Rosada” en Bolivia, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Ecuador, los avances sociales en Chile, el discurso socialista de Venezuela y apoyo a Cuba, se incardina con las nuevas corrientes del mercado internacional.
Colombia, Perú y Chile con su presidente Sebastián Piñera, tampoco toman distancia de China, actúan con pragmatismo, y soslayan el liderazgo asiático de Beijing, gobernado por el Partido Comunista que propicia una economía abierta al mundo.
Está en marcha una segunda ruta de la seda, que incluye a ALC. El frente ideológico facilita a China tener como socio a una región de abundantes materias primeras y al mismo tiempo actuar cerca de EEUU, otro socio mayor después del fin de la Guerra Fría.
La primera ruta de la seda, creada en el siglo XVIII AC, era la única conexión entre el Mediterráneo y Asia a través de un camino comercial de hasta ocho mil kilómetros. En los últimos años esta vía atrae turistas hacia Asia Central y ha incentivado la restauración y conservación de monumentos culturales y ciudades como Turkmenistán, Uzbekistán y Kirguistán, de las ex repúblicas soviéticas.
Un país, dos sistemas
Diversos balances indican que China ha dado un enorme empuje y beneficios macroeconómicos a varios países del mundo al contribuir a una mejora de las condiciones del sector externo. Su protagonismo ha impuesto complejos desafíos de política pública y macroeconómica para varios países, empezando por ALC.
En el presente siglo, China lleva una intensa actividad diplomática en ALC, dinámica que tiene su punto de partida en los años 70, con el fin de resolver el aislamiento internacional después de la revuelta estudiantil, la represión en la Plaza de de Tiananmen (1989), complementando el trabajo de Taiwán en Centroamérica, Paraguay y Perú, bajo el lema de “Un país, dos sistemas”.
Artículo Completo en Cambio Financiero Nº26
Grupo Multimedia Cambio16, Madrid
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